La ignorancia nos extingue. Arnulfo Poyer Márquez
El peor enemigo que tiene la humanidad, no es el capitalismo, el Pentágono o la mediática alienante. El Departamento de Estado es un peluche ante enemigo tan infernal y poderoso. El peor enemigo de la humanidad es EL AZÚCAR. Quizás sea tan importante vencer ese enemigo, que de allí surja la revolución de revoluciones. No existe peor droga exterminadora. Dueña de arsenales de bombas solo mata gente dentro de cada ser humano, muy pocos escapan de sus garras.

Podemos extender sus tentáculos a los “gustos”, profesiones, ambiciones edulcoradas, la estética y el confort, arquitecturas y diseños, hasta alcanzar cuanto dogma pretenda endulzar la vida dentro de esta matriz de la impotencia como la lectura de cartas, el horóscopo, feng shui y la misma brujería. Es el fiel de la balanza del genio, de la sensatez, la comprensión, y cuanta virtud creemos ser potenciales dueños, como de sus vicios detractores, el mal genio, la insensatez e incomprensión; creemos ser los pilotos de nuestras vidas. En fin, vivimos de parches encontrados hasta que la festiva pelona toque nuestras puertas como tal cual atomiza la de millones diariamente, o que algún infeliz edulcorado se le ocurra pulsar los botones para el borrón instantáneo de la especie enviciada.
Que quizás el mundo fuera otro fuera de los parámetros de la glucosa, no sé qué tanto, pero ciertamente no habríamos llegado hasta donde estamos y la misma luz de la que somos el primer obstáculo, nos estaría bendiciendo sin mucha filosofía con sus aprehensiones. Pero ya estamos aquí. La ignorancia nos ha barrido náufragos a esta playa, aún no sabemos cuánto de bendita.

Surge, en efecto, un producto de lo más inocente, no de hace poco, pero sí de hace poco para acá su proverbial capacidad para sanar a la ingrata estirpe humana, con todos los pro y un solo contra, que bien vale concienzudos análisis sea en ferias o en tomos especializados, no pocos la verán como la enemiga más acérrima de esta humanidad –su exterminador la catalogarían los más enviciados-, pero que los más, como la verdadera tierra fértil donde brote la nueva humanidad, lúcida y preclara que aúne su poder en las luchas diarias en esta noche que pretende robar sus más nítidos principios.
La stevia (Rebaudiana Bertoni) es una planta de la familia de las asteráceas, nativa de las regiones húmedas de Bolivia y Paraguay. No existe en el planeta mejor edulcorante, la miel incluida, pese a que el azúcar emperador no le ha permitido levantar cabeza y menos, un hálito de su voz trepidante. Tiene la peculiaridad de no poseer calorías, en contra del azúcar, casi ocho por cucharada. Si apenas damos un somero paseo por sus bondades, nos avergonzaría que a estas alturas no hayamos descubierto tal calibre de poder alimenticio. Nos ridiculizaría el estadio subdesarrollado en que aún permanecemos, con todas las ínfulas satelitales y cibernéticas que nos identifican como puntos de referencia con otras edades. Es que la humanidad entera está para regreso al preescolar.

Ahora, la pregunta cabal, ¿qué impide tanta bondad? Como dijimos, tiene todos los pros y un solo ¿contra?: la stevia priva la ingesta de más dulce, conduce a la inhabilitación del apetito compulsivo; la “picadera” de chucherías dejan de tener razón de ser y extirpa cuanto antojo banal habla por la sensatez. El azúcar tiene su mejor aliado en la harina de trigo, el producto alimenticio de mayor venta en el mundo. Ese otro imperio de antojos, también contiene en su almidón su propia glucosa. Demos otro paso: la leche con su lactosa –otro azúcar- y completamos la trilogía trágica. Miremos el panorama: como me confesara sin rubor un experto panadero, son reales imperios con sus colonias que reciben más ganancias que el narcotráfico. El mejor aliado de la muerte humana y del entorno ambiental no es el petróleo, sino el azúcar, al contrario, la terquedad por el petróleo es efecto caprichoso del azúcar. Es musa inspiradora que “deshumaniza” el talento, prepondera el capricho antes que el sentido común, discrimina y separa al amor generoso por el individualismo, quizás el mejor de los espías que atenta contra el amor y la observación de estar presente, esto lo ignora la grey humana; su discriminación es tal que extermina los sabores; la humanidad no conoce sino de dos sabores, el “dulce”, y “los otros”, pesando aquel el doble de este plural. Ni imaginemos la cantidad de negocios, bolsas, empleos, que tiene el capital y su opositor, el mismo socialismo, si bajaran drásticamente la ingesta de azúcar, y qué revolución de revoluciones estaríamos gestando, cuánto de muerte venceríamos y de alargamiento vital conquistando, cuántas enfermedades desaparecerían, cuánta comprensión florecería y especialidades médicas innecesarias.
La stevia al no poseer calorías, su sabor puede ser multiplicado, como en efecto ya algunas empresas bolivianas sobretodo lo desarrollan en forma limitada (E.N.D. http://www.end-stevia.com/), concentrando el mencionado sabor en un porcentaje de 300 veces al del azúcar. Presentada en pequeños tarros de 80gr, puede edulcorar lo que 22kg de azúcar, y permanecer 2, 3, 4 meses en la alacena, según la frecuencia de uso. Cada tarrito posee una minúscula cucharilla para su uso exacto. Ahora bien, lo más importante de la stevia es que al eliminar la compulsión de comer dulces, y por efecto, sentir sus bondades de salud en los aspectos físico y psíquico, mejora al 100% la resistencia a cualquier tipo de malestar, multiplicando el optimismo sin necesidad de más opiniones mercachifles consumistas.
aporrea.org / Escuela Bolivariana del Poder Popular
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