Oscar J. Camero
Pasada la marea genético-golpista inicial de nuestra oposición venezolana, que no reconoció los resultados electorales (nunca lo ha hecho) y pretendió incendiar el país el día después de las elecciones (aunque no se descartan “histerismos” hasta el día viernes cuando se juramente Nicolás Maduro)..., incursiono en el trabajo de fondo de ir en contra de estas mis propias, iniciales y “tranquilizantes” palabras, expresadas casi frescamente y en pretérito, casi deseadamente, como si el futuro de la patria no estuviese preñado de peligros y los problemas se resolviesen con palabras conjugadas y percepciones puramente optimistas. Es decir, en breves líneas y con humildad, me dispongo a desdibujar algunas apariencias, básicamente a desentrañar un mórbida verdad escondida detrás del prurito acomodaticio y defensivo humano de no ver más allá de lo deseado. Ese temerario “pasar la página” y hablar en pasado que nos desperfecciona.
Empecemos diciendo que la oposición y Capriles andan así como andan, desesperados, porque nunca en catorce años estuvieron tan cerca de una victoria como el domingo pasado, a apenas unos doscientos mil y pico de votos. Y así como ellos, sus parientes externos, que sempiternamente han buscando la caída de la revolución Bolivariana (léase EEUU, España, etc.).
La lógica de su razonamiento delincuencial, que los induce a desbocarse, a hacer prevalecer el impulso sobre la razón, como lo insinuara el mismo Henrique Capriles Radonski en su última rueda de prensa (16-04-2013), es que, si antes protestaban y hasta casi “ganaban” perdiendo con mayores márgenes de derrota, ahora que la diferencia fue de un 2% o de 250 mil votos, lo mínimo que creen les calza es que la vaina fue una gran victoria. Si antes perdiendo con un millón de votos de diferencia decían que había sido por fraude, ahora que es mucho menor, imaginen ustedes, ¿qué no dirán?
Esto conduce a que no se minimicen los cuidos respecto de sus acciones futuras, como pareciera que lo acabo de hacer yo mismo, ligeramente, al principio del escrito cuando dije “histerismos”. Ven hoy la ocasión de oro para ensamblar un ataque lo más demoledor posible, como se lo brinda la oportunidad de haber casi ganado la contienda electoral del domingo (¡sincerémosno!), y no la desaprovecharán. Cuando digo histerismo me refiero a esas especies de mordidas de pirañas que impulsivamente parecieran dar (y que darán hasta la juramentación de Maduro el viernes), en realidad pequeños ataques con el propósito de mantener el clima desestabilizador caliente hasta el emersión del iceberg golpista completo: una acción coordinada de deslegitimación ensamblada entre la ultraderecha y el gobierno interventor de los EEUU que, sobre las pautas del manual de la CIA, se debe de estar trabajando a toda máquina.
Durante el día de ayer (martes 16), Capriles desconvocó la marcha pautada para el día de hoy. Pensó y repensó su oportunidad de oro, que consiste en mantener a sus huestes “cargadas” y activas, incendiar el país, decretar un estado de caos en nombre de su otra mitad nacional “democrática” y proclamar un vacío de poder sobre la base de su ya tan mentada “ilegitimidad” presidencial (la de Maduro, obviamente). Esquemas de intervención imperialistas aplicados en otros países (Irak, Libia, Siria, etc.) que aterrizan sobre sus planes con pilotaje estadounidense.
Pero la desconvocó por táctica y no por cambio de estrategia. Apresurar a un montón de gente hacia el centro de Caracas y tentar a un mortal enfrentamiento entre las partes ha debido parecerle un acto repetido, ya histórico (golpe de Estado de 2002), de prevenidas consecuencias entre el factor chavista y el colectivo nacional. La oportunidad de oro no se podía lanzar a la calle de manera tan impulsiva, pensando con el hígado, como parecía empujarle la química de sus emociones, tal cual como el mismo lo expresara disfrazadamente en su rueda de prensa.
Además, pensando en muertos, los que se podrían generar en la suspendida marcha de marras hacia el CNE, centro de Caracas, podrían estársele apilando muy rápidamente bajo su responsabilidad considerando los recientemente acaecidos durante el día lunes cuando desconoció los resultados electorales y azuzó a sus jaurías desestabilizadoras. Es decir, para no tener un plan ahora mismo contundente que no sea el repetido esquema del 2002, los contra (como los muertos y la formación de una letal matriz de opinión pública adversa) empezaron a florear más rápidamente que los pro.
De modo que el hombre prefirió, tácticamente, darle largas al asunto, es decir, distanciarse un poco del funesto lunes en su contra (asesinatos, persecuciones, allanamientos, incendios, destrozos), mantener así sin “descarga” el ánimo de sus anarquizantes seguidores y concentrarse con todas sus fuerzas sobre la figura del Consejo Nacional Electoral (CNE) a efectos de desprestigiarlo paulatinamente. Porque un renqueante CNE ─y tal es el plan con apoyo desde los EEUU y sus manuales de guerra de IV generación─ carecería de institucionalidad para sostener la proclamación de Nicolás Maduro como presidente electo de la República Bolivariana de Venezuela.
Su propósito final es restearse en una aventura de país dividido (¡ahora sí, al estilo de Libia o Siria!), según resultados electorales, comandando una de sus partes en contra de la figura del Nicolás Maduro, a quien espera redefinir como ilegítimo, como ya abiertamente lo llama cuando le toca aludirlo. Una aventura golpista larga y pausada, dando tiempo al ensamblaje mediático e institucional a su favor (del exterior, principalmente) y al apoyo logístico e ideológico extranjero. Una aventura erosionante en contra del CNE y de la imagen presidencial, con extremistas sueltos en las calles haciendo el trabajo sucio de delinear el chantaje de la renuncia o conteo de votos a cambio de la paz y civilización nacional. ¡Ahora o nunca! ─es su percepción.
Juzgue usted: se dice que ya mandó a su familia al extranjero, así como otro desestabilizador que lo acompaña en la aventura, Leopoldo López. Es decir, toma previsiones de combate para minimizar en lo posible daños en su contra, familiares en este caso (sus seguidores han perseguido a familias chavistas). Por supuesto, cuenta para su guerra con la carne de cañón de quienes no pueden hacer lo mismo, o sea, poner a resguardo a sus familias y enseres en el extranjero: los pendejos y engañados opositores de a pie, los de siempre, los que patean sin saber hacia dónde marchan, esto ideológicamente hablando y sobre la consideración de que el neoliberalismo se derrumba a patadas en el mundo y no parece una opción de futuro.
Es, pues, Capriles y el inicio de su guerra extranjera en Venezuela lo que se esconde detrás de la trampa de las palabras deseadas, con carne de cañón nuestra y recursos económicos y logísticos que finalmente empeñan la integridad de la patria.
Más del autor en https://twitter.com/AnimalPolis
camero500@hotmail.com
aporrea.org / Escuela Bolivariana del Poder Popular
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