Joselyn Ariza
Para nadie es un secreto que los gobiernos de izquierda históricamente han estado bajo la mirada de la derecha en sus diversas expresiones, y es que tan solo revisar algunos antecedentes donde se puede encontrar regímenes de carácter fascista que han llegado a irrumpir contra ideales zurdos, como los de Adolf Hitler (Alemania), Benito Mussolini (Italia), Francisco Franco (España), Haji Mohammad Suharto (Indonesia), Augusto Pinochet (Chile), Rafael Leónidas Trujillo Molina (República Dominicana) y Anastasio Somoza García (Nicaragua).
En la actualidad no se escapa de esto, países como Venezuela (Hugo Chávez, seguido por Nicolás Maduro, Bolivia (Evo Morales), Ecuador (Rafael Correa), Brasil (Luiz Inácio Lula da Silva, seguido por Dilma Rousseff), Uruguay (José Mujica) y Argentina (con la filiación Kichner); han alzado las banderas del Socialismo, razón por la que sus gestiones han sido blanco de incesantes críticas y ataques nacionales e internacionales por parte de una oposición claramente neoliberal que aspira llegar al poder, ejemplo de esto, el reciente triunfo del conservador Mauricio Macri (Argentina). Donde se avecina una nueva oleada de totalitarismo como acaeció en el siglo pasado, quien busca seguir y mantener su hegemónico orden mundial; acechando a todo lo que huela a Revolución.
Sirviendo todo esto para reconfigurar la geopolítica de América, en la cual se deberá reforzar los nuevos proyectos alzados en los últimos años, como lo son la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y Petrocaribe. Mencionados estos como alcances y avances de la izquierda con perspectiva de soberanía productiva, económica y comercial para la región. Entendiendo que en estas confluyen y confluirán países con visiones neoliberales e incluso aliadas al tan mencionado “imperio”; los cuales no dudarán en acorralar a todo lo relacionado con el chavismo. Es por esto, que se debe dejar aún lado esas dosis de populismo en los discursos (que se han convertido en cliché y no convencen, no liberan) y generar acciones más concretas, que de esos discursos bonitos y retóricos, ya se ha escuchado mucho y actuado poco. Abandonar el papel de la víctima, el que siempre está a la defensiva y pasar a ser el victimario, el que ataca de una vez por todas a su enemigo de clase, el que domina; ya lo de decía Marx “las ideas dominantes, son de la clase dominante”. Los atavismos del pasado (nos sirven para conocer la historia e ir hacia un “futuro mejor”), pero ¿Cuándo hablaremos del presente? ¿Cuándo dejaremos de ser manipuladores coloniales? ¿Hasta cuándo seremos esclavos(as) modernos(as)?, los pueblos como motor de la historia, tendrán nuevamente la tarea de ser vanguardia y defender sus ideales o esperar a que pase el carro fúnebre y se lleve los restos del fallecido y fracasado “modelo socialista”.
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