El caso Petraeus
Luis Martín-Cabrera
Los profesores universitarios tendemos a veces a complicar las cosas innecesariamente. Algunas cosas son brutalmente simples, violentamente simples. Es famosa la cita de Bertold Bretch en la que se pregunta ¿qué es robar un banco comparado con fundarlo? Creo que podemos apropiarnos de la cita y reformularla para definir lo que está pasando con el caso del recientemente dimitido director de la CIA, David Petraeus: ¿Qué es eyacular en la vagina equivocada comparado con bombardear un país? Eso es todo, seguro que hay otros trapos sucios alrededor, como las críticas del general al Estado de Israel, pero lo esencial es que eyacular en una vagina no santificada por alguna iglesia o sancionada por el Estado es una falta intolerable que expresa palmariamente la suciedad del alma del aludido y, por tanto, su incapacidad para ejercer un cargo público (por aquello, será, de que lo púbico y lo público son incompatibles). ¿Quién dijo que habíamos salido de la Edad Media?Hay algo profundamente perverso, transparentemente perverso, en este escándalo de chicas de “sorority” tirándose de los pelos por su machote preferido. Todo esto sería esperpéntico y risible, sino fuera por la podredumbre moral que expresa: que para la clase dirigente de este país es más reprobable una infidelidad que ordenar bombardeos con aviones no tripulados, levantar prisiones clandestinas, detener indefinidamente a prisioneros en Guantánamo, desestabilizar países y tantas otras formas de violencia sancionada y no sancionada. ¡Viva el heterosexismo fundamentalista! Es peor perseguir tu deseo, aunque sea ilegal, aunque sea pecado, aunque sea un adulterio, que dirigir la maquinaria de muerte más poderosa del mundo.
En conclusión: la única que tendría que decir algo de todo este asunto es la mujer de Petraeus si es que no sabía de las indiscreciones de su marido; para los demás todo esto es absolutamente irrelevante, ¿qué es eyacular fuera de lugar comparado con dirigir una guerra? Nada, menos que nada, un instante perdido en la eternidad del deseo. Perdonen que no tenga nada más complicado o interesante que decir, a veces la brutalidad requiere de respuestas brutalmente simples.
Rebelión / Escuela Bolivariana del Poder Popular
En conclusión: la única que tendría que decir algo de todo este asunto es la mujer de Petraeus si es que no sabía de las indiscreciones de su marido; para los demás todo esto es absolutamente irrelevante, ¿qué es eyacular fuera de lugar comparado con dirigir una guerra? Nada, menos que nada, un instante perdido en la eternidad del deseo. Perdonen que no tenga nada más complicado o interesante que decir, a veces la brutalidad requiere de respuestas brutalmente simples.
Rebelión / Escuela Bolivariana del Poder Popular
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