"Nunca me callé. Nunca oculté mi posición de comunista. Es necesario protestar contra la miseria, las injusticias, las desigualdades. La arquitectura no cambia la vida de los pobres, para cambiarla hay que salir a la calle y protestar"
Caracas, 05 Dic.- "Parece mentira, pero ya no quedan en el mundo más que dos comunistas: Oscar Niemeyer y yo", dijo Fidel Castro, hace algunos años, sobre el reconocido arquitecto brasileño, quien este miércoles falleció en Río de Janeiro, pero su legado revolucionario permanecerá en las grandes obras que llevan su nombre.
El arquitecto cumpliría 105 años de edad el próximo 15 de diciembre, pero luego de haber ingresado durante varias semanas al hospital por insuficiencia renal, murió hoy en su ciudad natal.
Niemeyer nació con el nombre de Oscar de Almeida Soares, en una familia de Laranjeiras, Río de Janeiro, Brasil. Su ingreso a la escuela de Arquitectura ocurrió cuando tenía 21 años de edad y estaba casado.
Entre 1940 y 1956, el arquitecto participó en el proyecto para la sede de la ONU en Nueva York y levantó la Torre Copan de São Paulo. Además, se inscribió en el Partido Comunista de Brasil y lo presidió en la década de 1990. "Cuando la vida se degrada y la esperanza huye del corazón de los hombres, la revolución es el camino a seguir", expresó en una ocasión Niemeyer sobre su convicción de militante.
En 1956, con motivo de un programa de reformas radicales en la nación suramericana, se ordena la creación de una nueva capital en el centro del país. Juscelino Kubitschek de Oliveira, presidente de Brasil en ese momento, tenía en sus manos un proyecto del arquitecto y urbanista Lúcio Costa, en el que participó Niemeyer. Ese propuesta se materializó en lo que hoy se conoce como Brasilia.
En 1964, luego de un golpe de Estado militar, Niemeyer tuvo que ir al exilio en París y desde allí siguió trabajando. Dos de sus obras más importante en Europa fueron la sede del Partido Comunista de Francia en París (1987) y la sede de la editorial Mondadori en Milán (1968-1975).
Entre los premios más importantes que recibió están el Pritzker de arquitectura por su trayectoria, en 1988, y el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, de España, 1989.
Siempre comunista
"Nunca me callé. Nunca oculté mi posición de comunista. Es necesario protestar contra la miseria, las injusticias, las desigualdades. La arquitectura no cambia la vida de los pobres, para cambiarla hay que salir a la calle y protestar", dijo Niemeyer poco después de cumplir los 99 años de edad, según reseñó Eric Nepomuceno, escritor y periodista brasileño en 2007.
Precisamente ese año y concordancia con su militancia política, el arquitecto reconoció en Chávez al “guerrero corajudo y radical que le faltaba a la lucha por la defensa de América Latina”, luego de haber recibido al mandatario venezolano en su casa, cuando éste estaba en Brasil en la XXXII Cumbre de Jefes de Estado del Mercosur.
En su necesidad por expresar su posición política y social, cuenta Nepomuceno que Niemeyer, en los años de la dictadura militar, siempre respondió con firmeza ante los interrogatorios de sus inquisidores. "No quiero cambiar la arquitectura, lo que quiero es cambiar esa sociedad de mierda", comentó en una oportunidad.
Esa sociedad que tanto le desagradaba, lo llevó a decir también que no son los desaciertos de la vida lo que le molestaba, "sino el dolor inmenso de los más pobres ante la sonrisa indiferente de los acaudalados."
En respuesta a un largo camino transitado, Niemeyer indicó en una ocasión que "la vida es un soplo. Todo acaba". Y como parte de esta reflexión filosófica agregó: "Me dicen que después que yo muera, otras personas verán mi obra. Pero esas personas también morirán. Y vendrán otras, que también se irán. La inmortalidad es una fantasía, una manera de olvidar la realidad. Lo que importa, mientras estamos aquí, es la vida, la gente. Abrazar a los amigos, vivir feliz. Cambiar el mundo. Y nada más".
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