«Las fuerzas revolucionarias y progresistas internacionales deben apoyar a los gobiernos y partidos antiimperialistas y antisionistas»

Mientras en círculos de la llamada “izquierda internacional” prosiguen las discusiones doctrinales y filosóficas sobre lo que se ha dado en llamar “las primaveras árabes” iniciadas hace ya más de un año, en La Habana el diputado sirio Ammar Bagdache, secretario general del Partido Comunista Sirio, expuso al periodista cubano Ernesto Gómez Abascal, su propio análisis sobre los acontecimientos y la situación en su país y su visión sobre la actitud a adoptar en ese contexto por las fuerzas revolucionarias y progresistas. Palabras que invitan a la reflexión.

RED VOLTAIRE | LA HABANA (CUBA)  http://www.voltairenet.org/article176108.html
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¿Cómo califica el Partido Comunista de Siria el gobierno de Bachar al-Assad?

Dr. Ammar Bagdache: Para el Partido Comunista de Siria, este es un gobierno patriótico, antiimperialista y antisionista, a pesar de que está claro que en el orden económico es capitalista. Aunque proclamaba el socialismo árabe, el Partido Baas (Partido del Renacimiento Árabe Socialista), que era y es la fuerza dirigente en el gobierno, no era socialista en el sentido marxista de la palabra. Sin embargo, el Partido Comunista de Siria (PCS) forma parte del Frente Progresista que ahora está integrado por 10 partidos.
Tenemos un ministro en el gobierno y consideramos que es la mejor opción en esta etapa. Estamos y siempre hemos estado, por mejorar el sistema. En el 2005 nos opusimos a una serie de transformaciones de corte neoliberal, que después se ha comprobado que facilitaron el caldo de cultivo para crear una capa marginal, de la cual se ha beneficiado la oposición armada. Se cometieron errores que ahora tratan de subsanarse.

¿Entre los que combaten por derrocar al gobierno de Bachar al-Assad hay fuerzas y partidos de izquierda? ¿Existe una opción de izquierda al gobierno actual?

Dr. Ammar Bagdache: Hay algunas personalidades, que desde hace tiempo están en el exterior, que fueron de izquierda, incluso marxistas, pero que después cambiaron. Algunos estuvieron presos en Siria, pero hoy han renunciado al marxismo, incluso se han aliado a la Hermandad Musulmana. Otros se han convertido en agentes de las monarquías del Golfo.
Hay personas que permanecen dentro de Siria, que se consideran de izquierda y que quieren que se lleven a cabo cambios y reformas. Pero no son partidos o fuerzas políticas organizadas, son individualidades y se oponen a la intervención extranjera. El gobierno que tenemos en Siria tiene una posición constructiva hacia la realización de cambios importantes, que ya se han comenzado a adoptar, pero la intervención armada extranjera impide por el momento instrumentarlos con normalidad.
La única opción, si cae el gobierno actual, es el poder de la Hermandad Musulmana, lo cual constituiría un gran paso atrás para un pueblo que durante muchos años ha disfrutado de un sistema secular moderno, que no conoce el sectarismo y que ha vivido sin tensiones de este tipo. Sin embargo somos optimistas y aunque la lucha todavía durará algún tiempo, estamos seguros de que no podrán derrotarnos.

¿Cómo evalúa la situación militar?

Dr. Ammar Bagdache: A medida que paso el tiempo se hace más claro que no podrán derrotarnos. No han podido, como era su plan, controlar ninguna ciudad importante, a pesar de que han llegado miles de mercenarios extremistas y salafistas, que cuentan con el asesoramiento de los servicios especiales de Estados Unidos y de sus aliados de la OTAN, quienes trabajan desde Turquía, país con el que compartimos una larga frontera. También cuentan con los recursos económicos y militares que aportan Qatar y Arabia Saudita. Es evidente que nuestro gobierno está respaldado por la mayoría de la población. Las fuerzas armadas sirias y las milicias populares se mantienen unidas y con disposición combativa. Pese a la complicada situación del país, las instituciones funcionan.

¿Considera que en Libia existía la posibilidad de apoyar a alguna fuerza revolucionaria o progresista como alternativa al gobierno de Kadhafi?

Dr. Ammar Bagdache: El caso de Libia era completamente distinto al de Siria. Aun cuando el pueblo libio gozaba del mejor nivel de vida de África y tenía el mayor PIB per cápita, la personalidad de Kadhafi era muy cuestionada, era muy incoherente en sus posiciones y mantuvo por etapas actitudes anticomunistas. Se había reconciliado con Occidente, pero no existía ningún partido o fuerza organizada conocida, con un programa revolucionario, progresista o antiimperialista, al cual se pudiera dar apoyo como alternativa al gobierno de Kadhafi.
La posición correcta de los revolucionarios era dejar que los libios resolvieran sus problemas y oponernos por todos los medios a la intervención de la alianza imperialista y de la reacción árabe. Nuestro partido no simpatizaba con Kadhafi, pero quien lo derrocó fue la OTAN, no el pueblo libio y el gobierno que ahora existe en Trípoli, está subordinado a los intereses imperialistas.

¿Cómo caracteriza el PCS al Hezbollah e Irán, que son un partido y un país de carácter islámico?

Dr. Ammar Bagdache: Consideramos que mantienen posiciones patrióticas, en contra del imperialismo y del sionismo y por tanto los vemos como nuestros aliados. En el movimiento que liderea el Hezbollah en Líbano también participan partidos y organizaciones cristianas, sunnitas y hasta marxistas. Existen musulmanes de distintas posiciones políticas y nuestro partido considera que en la situación actual en la región lo que define a una fuerza política, es estar al lado de los intereses del pueblo, ser antiimperialista y antisionista. En este sentido consideramos a Hassan Nasrallah, dirigente de Hezbollah, un verdadero revolucionario.

¿Existe la posibilidad de que un partido o fuerza de izquierda alcance el poder en algún país de la región?

Dr. Ammar Bagdache: No excluimos esa posibilidad. Todo depende de las masas, del pueblo. En 1958, creo que casi nadie en el mundo preveía que iba a triunfar una revolución en Cuba, revolución que dos años después proclamaría el socialismo. El papel de un liderazgo es también importante y eso no se puede excluir totalmente.

El presidente egipcio Mohamed Mursi, miembro de la Hermandad Musulmana, según los pasos que viene dando y sus palabras, por ejemplo en el discurso que pronunció ante la Asamblea General de la ONU en días recientes, parece que está dando un curso independiente a la política exterior de ese importante país. ¿Qué opinión le merece esto?

Dr. Ammar Bagdache: Creo que está actuando de acuerdo con el sentimiento de las masas, del pueblo egipcio, al cual no puede desconocer. A Estados Unidos, y menos a Israel, no le debe agradar lo que está diciendo. Posiblemente Mursi esté trabajando para recuperar el papel dirigente de Egipto en el mundo árabe. Además, es imposible ser más títere del imperialismo que Mubarak, eso sería muy difícil. Quizás declaró en la Asamblea General de la ONU que estaba en contra de una intervención exterior a mi país, porque ha observado la resistencia que está haciendo el pueblo sirio a la agresión a que es sometido desde Occidente y desde los países del Golfo. Eso puede influir en sus posiciones. Habrá que observar su actuación en lo adelante para ver si se mantiene en una línea discrepante de Estados Unidos e Israel.

¿Cuál considera que debe ser la posición de la izquierda internacional, de los revolucionarios, respecto a la clara intervención del imperialismo y de la reacción árabe para producir cambios de régimen?

Dr. Ammar Bagdache: Nuestro partido estima que las fuerzas revolucionarias y progresistas internacionales deben apoyar a los gobiernos y partidos antiimperialistas y antisionistas frente a la agresión de la reacción, frente al imperialismo y su política intervencionista e injerencista, violadora de la legalidad internacional. Eso es lo que define una posición de principios y revolucionaria en nuestros días. No es posible ser de izquierda o decir que se es progresista y revolucionario, y coincidir con lo que dicen y hacen Hillary Clinton, los corruptos monarcas del Golfo o los dirigentes de la OTAN.

¿Qué tiene Capriles contra las clases medias?

JUAN CARLOS MONEDERO

Como hemos podido ver en otras elecciones, la cercanía del desenlace acentúa las contradicciones de los que se saben perdedores. Aquellos aspectos que quedaban silenciados por la posibilidad de un escenario de victoria –en el caso de la MUD, su excesiva heterogeneidad, retoño de demasiados padres– explotan, y los que veían en las elecciones una oportunidad de negocio o un interés geoestratégico aceleran su inquietud sabiendo que ni van a recuperar su dinero ni van a poder usar las influencias que imaginaban desde los despachos ministeriales y el Palacio de Miraflores.
En ese momento, las formas se pierden y el proyecto nacional, si es que alguna vez existió, pasa a tercer plano. Regresa entonces la lógica empresarial, las presiones de los países extranjeros que diseñaron el modelo, el “todo vale”, aunque el país se resienta con ese desprecio y esas maneras de empresario insensible. La bandera de Venezuela es arriada y en su lugar, los piadosos miembros de la oposición repiten el católico y antiguo dicho: “para lo que me queda en el convento, me cago dentro”. Si Venezuela no es para ellos, que no sea para nadie. ¿Qué fue de ese alegado compromiso con las clases medias? Son precisamente las clases medias las que más derecho tienen a inquietarse ante esa actitud. Siempre son el objetivo principal del engaño de quienes quieren desplazar a un gobierno con tintes sociales. ¿Hace falta recordar qué está pasando en España?
Los que nos habíamos alegrado de que la oposición venezolana por fin hubiera abrazado la vía electoral, dejando atrás golpes, sabotajes, paros patronales y guarimbas que tanto perjudicaron al país, volvemos a tener razones para la inquietud viendo cómo los adversarios del presidente Chávez están procesando la estadísticamente segura derrota de la MUD. Aquella actitud inicialmente respetuosa con la democracia que llevó a la elección de un candidato único –aunque, cierto es, con enorme enfado de Acción Democrática–, convenció a sectores de las clases medias de que en Venezuela era posible una alternancia pacífica que sirviera como estímulo para un mejor gobierno. Pero al final ha emergido la farsa. Recuerda la historia de aquel tipo que muere y cuando llega a la entrada que conduce al cielo y al infierno, le ofrecen escoger cuál quiere que sea su morada definitiva. “Pase y compare”. Entra en el infierno y ve mesas llenas de sabrosa comida, mujeres hermosas, bacanales constantes, salas de cine y de lectura, risas acá y allá, total libertad para hacer lo que se quiera… Toca el momento de visitar el cielo y el escenario es el de ángeles impertérritos tocando el arpa sobre ordenadas nubes de algodón, con miradas absortas perdidas en el infinito, en un silencio impecable y una organización perfecta. El difunto, tras pensar sus opciones, decide apuntarse al infierno, un plan –está convencido– mucho más divertido e interesante. Nada más firmar, un afilado tridente se le clava donde termina la espalda y con violencia le meten por la puerta del infierno. Allí le encadenan a una horrible columna y lenguas de fuego le arrancan la piel, las llamaradas cubren todo el horizonte, caen rayos, chispas y espadas afiladas desgarran la carne, todo son gritos, angustia, desesperación. El tipo, perplejo, pregunta: “pero…¿y los campos de golf? ¿Y las fiestas? ¿Y las mujeres hermosas que vi ayer?” A lo que el diablo le contesta: “Mire, es que ayer estábamos aún en campaña”.
Es indudable que una oposición honesta, unos medios de comunicación veraces y una universidad objetiva son factores que ayudan a que cualquier gobierno esmere su quehacer, cuide su dedicación, con el consiguiente beneficio para todo el país. Pero tristemente ese no ha sido el caso en Venezuela. Ni los medios de comunicación –convertidos en beligerantes actores que, de nuevo, vuelven a pedir la muerte del presidente Chávez o su salida a través de un golpe–, ni la universidad –más atenta a recuperar su posición de privilegio antes que a recuperar un espacio de excelencia ligado al conocimiento y al compromiso social–, ni la oposición –dispuesta a aceptar las reglas del juego sólo si tiene en la manga cartas de ganador– parecen colaborar en esa dirección. Es bastante probable que las clases medias, confundidas por esta actitud, formen parte de ese sector de votantes que aún no han decidido su voto como indican las encuestas. Está quedando muy claro en esta recta final de la campaña que tienen más que perder de lo que imaginaron con un cambio de gobierno. Lo nuevo suele tener el beneficio de la duda. Pero basta una mirada desapasionada para entender que con Capriles empezarán realmente sus problemas.
La falta de sinceridad de la oferta opositora se ve en el Plan B que está desplegando el entorno de Capriles –apareciendo ya con claridad que su principal enemigo no es el presidente Chávez sino los demás partidos y grupos de la MUD–. Lo que está ocurriendo en estos últimos días muestra el abandono del interés por Venezuela y su sustitución por el interés de los grupos que han financiado su campaña y quieren algún resultado que ven peligrar. El interés de Capriles choca con el interés de los que le han apoyado. Su bien propio y el de Venezuela le obligarían a aceptar su derrota en las elecciones, ya que se convertiría en el candidato que habría contendido contra Chávez y quedaría marcado como el mejor preparado para continuar la tarea de oposición. Pero es difícil que los demás partidos que han apoyado su candidatura estén contentos con ese escenario. Y aun menos los que han financiado la campaña o los que contaban con poder cobrar de la renta petrolera o de la situación geoestratégica privilegiada de Venezuela. Capriles se convierte así en el peor enemigo de Capriles. Nunca como en esta última semana debe cuidarse el candidato de la oposición. No por ningún peligro que provenga del chavismo, sino por el peligro cierto que proviene de los suyos.
El despliegue mediático que el candidato Capriles está teniendo en España recuerda en exceso –y es señal de preocupación– al escenario de preparación del golpe de Estado de Carmona en 2002 (del cual no fue ajeno un joven Capriles Radonski). Cuando una opción electoral no se guía por un proyecto de país sino por la voluntad de sacar del gobierno a quien lo detente, el riesgo de caer como rehén de esa suma de voluntades no fácilmente conciliables es muy alto. Planteábamos hace unas semanas que hay cinco tesoros que Capriles arruinaría: el empleo público y la función del sector público como motor de la economía, que sumirían al país en una recesión; la reducción de los salarios (exigida por los grupos empresariales que apoyan a Capriles), la precarización laboral y el deterioro consiguiente de las misiones al reducirse el gasto social vinculado con su sostenimiento; la pérdida de soberanía, que se traduciría en el regreso de las grandes petroleras al país y la privatización de los hidrocarburos, así como el debilitamiento de la integración latinoamericana, que es lo que está permitiendo que el agua, el petróleo y el gas, los alimentos y la diversidad del continente sean de los latinoamericanos y no de las empresas transnacionales; el acceso a la sanidad a través de las misiones, que se quebraría por la ruptura de las relaciones con los países con los que se mantiene el modelo sanitario (sin olvidar el descrédito internacional al frenarse éxitos diplomáticos tan espectaculares como la Misión Milagro) y que sentarían las bases de un modelo como el español (privatización de la sanidad, repago en cada visita al médico, pago incrementado de medicinas, listas de espera interminables, reducción de servicios de urgencia, colapso hospitalario, etc.); la integración nacional, debilitada por la apuesta por medios privados de transporte y el freno al desarrollo del metro, el tren y el avión de manera integrada; la paz social, amenazada –como se vio durante el golpe de Carmona– por la voluntad desmanteladora de la derecha, el odio y el afán revanchista que demuestran, la virulencia contra la unión cívico-militar y la falta de compromiso con los avances sociales logrados desde 1999. La pérdida de estos tesoros en el caso –cierto que improbable– de una victoria del candidato Capriles, se incrementa ahora por la falta de serenidad que está demostrando la candidatura de la MUD. Nunca como en estas dos últimas semanas se ha podido ver que lejos de un proyecto de Venezuela, lo que hay detrás de la MUD es un proyecto de negocio de las familias poderosas tradicionales y un proyecto político extranjero –estadounidense, para más señas– que está dispuesto a sacrificar la estabilidad del país por sus intereses particulares.
De ahí la pregunta: ¿qué tiene Capriles contra las clases medias? Tiene que no es uno de ellos, que las clases medias siempre son un objetivo de voto de la derecha que inmediatamente se traiciona, tiene que las clases medias, como hemos podido ver en España con el voto a Rajoy, terminan siendo los grandes olvidados de los que no tienen proyecto de país sino solamente proyecto electoral. La pregunta esencial es, en definitiva: ¿a quién dentro de Venezuela le interesa la desestabilización de Venezuela? Sin duda que no a las clases medias. Entonces ¿no es sensato obrar en consecuencia?