8-D ¿Quién ganó y quién perdió?

Javier Biardeu


En momentos donde la alegría chavista es el sentimiento predominante, y con justicia podrá cerrar las navidades del año 2013 con sabor a legítima victoria, es preciso no perder de vista para el año 2014, la necesidad de un análisis en profundidad de las correlaciones de fuerzas y sus dinámicas de flujo o reflujo revolucionario de cara a los próximos desafíos electorales para la renovación del parlamento venezolano.

Recientes informaciones señalan que el número de alcaldías conquistadas por las fuerzas sociales y políticas que conforman el Gran Polo Patriótico, cuyo principal eje electoral es el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) asciende al menos a 210. De este número de Alcaldías, al menos 13 corresponden a capitales de los 24 estados a lo largo del país. Con 97,52% de la transmisión, el chavismo obtuvo 5.111.336 votos, lo que significa el 49,24%, mientras que las organizaciones de derecha sumaron 4.435.097 votos, lo que representa el 42,72%, con una brecha relativa a favor de la revolución de 6,52%, porcentaje suficiente para salir de una zona de riesgo político (i).

Otras organizaciones políticas obtuvieron 833.731 votos, lo que se traduce en 8,03% de la población electoral, hecho importante a tomar en consideración para comprender los límites de los agrupamientos que alientan la polarización política, pues estos votos podrían ser claves para inclinar las balanzas en una u otra dirección. LO cierto es que en las actuales circunstancias, la estrategia opositora de pescar en rio revuelto ha sido derrotada momentáneamente (ii).

Por ahora, conviene administrar la victoria con alegría, pero con criterios de mesura y escasez, pues apenas estamos en la senda de la recuperación de las ventajas del voto bolivariano obtenidas por Chávez el 7 de octubre de 2012 en la geografía electoral del país.

En ese momento, el Presidente Chávez coronó su última victoria personal, consagrándose definitivamente como un competidor electoral invicto en materia de elecciones presidenciales (iii). Sin embargo, persisten zonas geográficas de inestabilidad y desventaja que no pueden perderse de vista en el contexto de una legítima alegría por el triunfo obtenido.

El principal significado de la clara recuperación del voto bolivariano en las pasadas elecciones del 8-D, contra todas las voces agoreras de los “profetas del desastre”, fue la derrota contundente de la tesis opositora del plebiscito para “sacar a Maduro de Miraflores”. Así mismo, la orquestación política y mediática de la derecha continental y mundial se quedó con los crespos hechos imaginándose que el chavismo estaba a punto de sufrir su más estrepitosa derrota (iv).

El principal descalabro fue para quienes avalaron la tesis del plebiscito contra Maduro, y el saldo de este fracaso no dejara de sentir sus movimientos telúricos en el seno del campo opositor y para su dirigencia, que pierde prestigio y reconocimiento de su liderazgo, ante la imposibilidad de sincronizar y calibrar su avance en algunas de las principales capitales de los estados del país sin lograr superar en votos al campo bolivariano y chavista.

La unidad bolivariana logró recuperar así la dirección de la victoria, aunque falta mucho por hacer para consolidar una superación realmente fructífera de las debilidades, diferencias, tensiones y contradicciones no antagónicas que recorren internamente a las fuerzas sociales y políticas que conforman una gran alianza popular revolucionaria (v).

Ciertamente, la principal barrera de contención de los planes desestabilizadores de la derecha, fue la unidad de la multitud chavista, bolivariana, plebeya y revolucionaria alrededor de su liderazgo. El pueblo bolivariano organizado, le puso límites a quienes lo siguen minimizando y desvalorizando como sujeto del cambio en Venezuela.

Si la cadena de equivalencias entre el protagonismo popular, el prestigio del liderazgo político de la Revolución Bolivariana y el legado revolucionario de Chávez logra consolidarse, la correlación de fuerzas seguirá siendo favorable para la conducción del Presidente Maduro, que sigue siendo subestimado por una oposición y por algunos sectores bolivarianos vacilantes que no comprenden ni descifran sus cualidades de liderazgo.

La gran frustración del “Estado Mayor Político” de la oposición fue no poder lograr sacar más votos que el proceso bolivariano a nivel nacional, ni lograr conquistar la victoria en la Alcaldía Libertador, a pesar de haber conquistado la victoria en el resto de los municipios del área metropolitana de Caracas, hecho que no permitió la tan necesaria victoria del candidato bolivariano Ernesto Villegas para la Alcaldía Mayor, aunque su desventaja sea por estrecha diferencia de votos.

Una victoria de Ernesto Villegas podría haber significado un auténtico salto cualitativo para el avance de las fuerzas bolivarianas en la principal capital del país, y su figura sigue destacando para apalancar la unidad de las fuerzas bolivarianas en todo el complejo campo minado de la gobernabilidad de la gran capital.

De manera que los planes opositores de descalabro definitivo del Gobierno se vieron contenidos por la multitud chavista plebeya en toda la geografía electoral del país, aunque cabe destacar que en el día de la lealtad a Chávez no se logró conquistar la alcaldía de la ciudad capital del estado Barinas, su estado natal. Situaciones como esta, así como en las capitales de los estados Táchira, Mérida y Monagas deben ser leídas con cabeza fría y con humildad intelectual, para evitar que la recuperación obtenida por las fuerzas bolivarianas de lugar a actitudes arrogantes del triunfalismo.

El claro viraje de la política del Gobierno de Maduro hacia medidas de corte populares en el terreno económico y social a partir del mes de Octubre, cuando solicitó formalmente los poderes habilitantes, ha sido una clara demostración de re-sintonización del gobierno con el legado revolucionario de Chávez. De manera que cabe complementar este viraje hacia la izquierda, renovando y reactualizando a fondo las “líneas de acción política para la coyuntura política” elaboradas por el partido victorioso en la actual contienda: el PSUV; reforzándolas con los criterios político-ideológicos, la participación y compromiso de las fuerzas aliadas al PSUV, quienes también contribuyeron a consolidar una clara senda de recuperación para la victoria bolivariana.

Si el GPP como alianza popular revolucionaria (vi) logra sortear sus tensiones y diferencias internas, podría definitivamente demostrar que hay una estructura de oportunidad para la viabilidad del Plan de la Patria, así como su más alta fidelidad a la meridiana claridad expresada por Chávez cuando habló de unidad, batalla, lucha y victoria aquel 8 de diciembre de 2012.


No hay que minimizar que la oposición gana espacios de poder en varios estados del país. Ciudades importantes como Valencia (Carabobo) y Barquisimeto (Lara) pasan a manos opositoras. Dados los cómputos obtenidos hasta ahora, en lo que respecta a las capitales de las entidades federales, el oficialismo triunfó en por lo menos 13 y la oposición en por lo menos 8. De esa forma, la MUD recuperó Barquisimeto, Valencia, Maturín y Barinas y perdió Ciudad Bolívar y San Carlos. Los resultados de Puerto Ayacucho (Amazonas), San Juan de los Morros (Guárico) y Coro (Falcón) muestran una competencia cerrada. En Zulia, la MUD consiguió mantener Maracaibo, por estrecho margen, un municipio vital para el despliegue de las fuerzas bolivarianas. En Táchira, la oposición muestra signos importantes de recuperación, lo cual nos lleva de nuevo a comprender las regiones pivotes de potencial desestabilización o zanas geográficas de riesgo político (ver Mapa Anexo).

Tampoco se ha llegado a valorar suficientemente el papel de la abstención en los recientes comicios. La participación en el proceso de elecciones municipales (58,9 %) superó la registrada en las regionales del 16 de diciembre de 2012 (53,8 %), pero dado los objetivos políticos y el contexto de lo que estaba en juego sigue siendo elevada.

Algunos analistas ya habían tenido la previsión de señalar que el PSUV ganaría en porcentaje de alcaldías, pero no se atrevían a despejar sus pronósticos en el total de votos nacionales, dados los parejos resultados del 14 de abril de 2013. Pero si se tratara de marcar tendencias, fue el Chavismo el que recuperó su ventaja frente a la oposición.

Ciertamente, en las próximas horas nos moveremos en el contexto de mensajes de maximización de triunfos y minimización de derrotas de lado y lado. Al pueblo bolivariano, que desea recuperar las brechas alcanzadas en vida por el Presidente Chávez, le tocará analizar en profundidad las correlaciones de fuerzas electorales en los últimos 6 años, analizar las situaciones y acontecimientos que permitirían sacar a la revolución de una zona de riesgo político.

El objetivo de superar una potencial crisis política que transcurría en el encadenamiento de la crisis electoral del 14 de abril de 2013 y la crisis económica que se mueve en el trasfondo de la “guerra económica”, ha sido alcanzado parcialmente de cara al año 2014.

El proceso bolivariano ha alcanzado dos objetivos estratégicos fundamentales en política: ha obtenido un tiempo político crucial sin perder grandes espacios de poder; y por otra parte, ha logrado contener la estrategia de derribo a corto plazo ejecutada por parte de la oposición, saliendo francamente de una zona de riesgo político. De manera, que la unidad de la alianza bolivariana revolucionaria, debe sentirse alegre, pero sobretodo debe profundizar en el análisis y mantener la cabeza fría para enfrentar las delicadas coyunturas económico-sociales del año 2014.

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(VIDEO) ¿Quién es el gran perdedor de las elecciones?

Te invitamos a ver el análisis que hace la especialista socióloga, Maryclen Stelling, sobre algunas realidades significantes de los resultados de las elecciones municipales de este 8 de diciembre; conozca quien salió con mayores triunfos y quien es el gran perdedor de estos comicios.



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¿Existen VAGINAS SANADORAS o VULVAS PROTECTORAS de DEMONIOS? ¿ALGUNAS TIENEN DIENTES?

¿Podría el lector o lectora coger un bolígrafo y garabatear un pene y unos testículos? ¡ES FÁCIL VERDAD! ¿Pero una vulva la podría dibujar? ...con la salvedad de las ilustraciones médicas, sólo vemos imágenes de la vulva como productos de las industrias del porno y de la higiene”.


¿Podría el lector o lectora coger un bolígrafo y garabatear un pene y unos testículos en algún post-it cercano? Y ahora, ¿podría dibujar una vulva, con sus labios mayores y menores y su capucha clitoral? La escritora Mithu M. Sanyal, autora de Vulva, la revelación del sexo invisible, llevó a cabo un experimento similar con un buen número de mujeres, hallando que muy pocas sabían dibujar una vulva reconocible y anatómicamente correcta. Su conclusión: “con la salvedad de las ilustraciones médicas, solo vemos imágenes de la vulva como productos de las industrias del porno y de la higiene”.

La vulva es representada en el imaginario colectivo occidental como una ausencia, un hueco, un agujero, un espacio en blanco: “para la simbolización del sexo de la mujer, el imaginario solo provee una ausencia allí donde en otros casos hay un símbolo muy destacado”, en palabras de Lacan. El clítoris y los labios se tornan invisibles, solo se tiene en cuenta la apertura vaginal considerada como una ausencia. Cuando sí se admite la existencia de la vulva, es tratada por los imbéciles con asco, prevención o rechazo; es ocultada y sumergida por mitos como su supuesta fealdad o mal olor… Grabad estas palabras en piedra: un coño limpio huele de maravilla. Cuando una compañía alemana sacó al mercado un perfume vaginal llamado Vulva, pudieron leerse en la red miles de comentarios infantiles y llenos de aspavientos ridículos… Y ya solo la sugerencia o metáfora de la vulva causa polémica al aparecer en el espacio público, como en este objetivamente nada obsceno cartel del 12º Festival de Cine Erótico de Barcelona.

El laberinto de referencias artísticas, mitológicas y religiosas al coño resulta apasionante y divertido de desentrañar, así que he convencido (no sé cómo) a los responsables de Jot Down para que acojan un artículo vulvar en su seno. Un viaje que empezará con una pregunta a la que durante siglos los filósofos han estado dando vueltas… ¿Qué es un coño?

1. Un coño no es un pene ausente

“Lo que yo tenía y era bueno al tacto no tenía nombre. Solo los niños tenían algo afuera, así que yo no podía tener mi clítoris y al mismo tiempo ser una niña”. Paciente de la psicoanalista Harriet Lerner.


En las sociedades occidentales el varón ha sido tradicionalmente la medida de todas las cosas, y por tanto los genitales femeninos han sido patéticamente descritos como variantes subdesarrolladas de los genitales “completos”, los masculinos. El mismísimo Galeno escribió: “Al estar mutilada, la mujer es menos perfecta y completa que el hombre en relación con las partes que asisten a la reproducción”. Alberto Magno asocia la femineidad a problemas durante el embarazo que impiden el desarrollo del pene, de lo que deduce que “la mujer no es en su naturaleza un ser humano, sino un nacimiento fallido”.

Aparentemente incapaz de imaginar una mujer sin algún tipo de falo, el anatomista del siglo XVIAndreas Vesalius representó en De humani corporis fabrica los genitales femeninos como un enorme pene invertido del que la vulva sería el glande. No tiene desperdicio la explicación de Prospero Bergarucci, discípulo de Vesalius, para esta extraña configuración anatómica: “A sabiendas de la inconstancia y soberbia de la mujer, y para contrarrestar así su permanente anhelo de dominio, la naturaleza le dejó las partes sexuales en su interior para que, cada vez que esta piense en su presunta carencia, deba volverse más pacífica, más obediente y finalmente más pudorosa que cualquier otra criatura en el mundo”. Si Dios hubiera querido enseñar humildad al varón le hubiera invertido el escroto, podría deducirse siguiendo ese tren de pensamiento.

Cuando se admite que las mujeres carecen de falo, surge la idea de que les gustaría tenerlo. Según Sigmund Freud, las niñas entre tres y cinco años descubren que no tienen pene y que han sufrido una castración (de nuevo la vulva permanece aparentemente invisible) y adquieren “envidia del pene”, especialmente el del padre; un ansia inconsciente que solo puede verse satisfecha dando a luz un niño como sustituto del falo.

Si los labios de la vulva han permanecido ausentes del imaginario colectivo occidental durante siglos, el pobre clítoris ha llegado a ser tratado directamente como una deformidad. Barbara Walker cuenta una anécdota tristemente significativa en The Woman’s Encyclopedia of Myths and Secrets: “Durante un proceso por brujería en 1593, el esbirro a cargo del examen (un hombre casado), descubrió por primera vez un clítoris y lo identificó como una marca del diablo. Era ‘un pequeño trozo de carne, sobresaliente como una tetilla, de media pulgada de largo, escondido en un lugar muy secreto que era indecoroso mirar’. (…) Mostró la cosa a varios espectadores, que no habían visto jamás algo así”.

Aunque casi sería mejor esta ignorancia que un reconocimiento que desemboque en prácticas como la ablación del clítoris y/o de parte de los labios de la vulva, animalada que persigue eliminar “las partes masculinas” de los genitales femeninos (es decir, dejar solo el agujero penetrable y eliminar lo que no se comprende) y limitar el acceso de la mujer al placer sexual para aumentar su docilidad. Y a quien le parezca algo exclusivo de culturas exóticas, que se fije en esta frase algo repulsiva de Freud: “cuando una mujer llega a la edad adulta y entra en la femineidad, el clítoris debería ceder su sensibilidad e importancia, parcial o completamente, a la vagina”. Lo que no sea un túnel, una vaina, un receptáculo para el pene del varón, sencillamente no debe existir o debe ser secundario. Muchos ven en este rechazo hacia la vulva el origen de bastantes labiaplastias, intervenciones de cirugía estética en que mujeres avergonzadas de sus labios vaginales los remodelan o mutilan para reducirlos.

Ya paro, que me indigno. En cualquier caso, lo primero que debe hacerse para revertir el proceso de invisibilización de algo es nombrarlo con precisión. Pero, ¿cómo podemos llamar a la rosa?

2. El nombre de la rosa

“Los maridos debieran seguir un curso
por correspondencia
si no se atreven a hacerlo personalmente
sobre los órganos genitales de la mujer
hay una gran ignorancia al respecto
quién podría decirme por ejemplo
qué diferencia hay entre vulva y vagina
sin embargo se consideran con derecho
a casarse
como si fueran expertos en la materia”

Nicanor Parra, Sermones y prédicas del Cristo de Elqui

En textos médicos antiguos se usa la palabra vulva para referirse indistintamente a los labios, la vagina, el útero o todo junto: lo triste es que duren imprecisiones similares siglos más tarde. Resulta sorprendente la extendida confusión entre vagina (el tubo interno de membrana mucosa) y vulva (los genitales externos). En la famosa obra teatralMonólogos de la vagina se usan indistintamente ambos términos, lo que llevó a la psicoanalistaHarriet Lerner a lamentarse: “¿Existe una repentina amnesia feminista en relación con la diferencia entre la vulva y la vagina? (…) Dudo que los hombres toleraran una supuesta celebración de su sexualidad en que se confundiesen los testículos con el pene”.

En 1980 Lerner fundó el Club Vulva con el objetivo de prevenir las consecuencias de este tipo de confusiones. Lerner pone el ejemplo de un texto de educación sexual de los setenta en que, si bien los genitales masculinos se describen detalladamente, se omite cualquier referencia a los labios o al clítoris, mencionándose solamente “apertura vaginal, vello púbico, ovarios y útero”. Los genitales quedan reducidos a las partes involucradas en la reproducción y el agujero en que el hombre envaina su espada.

La palabra vulva (“envoltura”), del latín volvere, no está teniendo demasiado éxito a pesar de ser mi favorita particular, junto a la más imprecisa “coño”. Muchos consideran “vulva” un término médico o técnico, cuando no lo es más que pene o testículo; otros se limitan a hacer chistes diciendo que vulva suena a marca de coches sueca. Sin embargo vulva es una palabra preciosa: su V repetida remite al triángulo genital, al vello púbico y a V de Vendetta. Bueno, esto último quizás no. Pero en cualquier caso es mejor que las alternativas…

Y es que muchos nombres para el genital femenino van asociados a la vergüenza o la ocultación, ya desde el sinus pudoris (cueva de la vergüenza) o el inhonesta usados por Isidoro de Sevilla. En alemán los labios mayores y menores son Schamlippen, literalmente “labios de la vergüenza”, y el triángulo público es el Schamdreieck, “triángulo de la vergüenza”. Eso cuando se utiliza un nombre cualquiera y no se ocultan los genitales femeninos como “las partes” o el “allí abajo” que recuerda Gloria Steinem: “‘Allí abajo’, esas eran las palabras —pronunciadas raras veces y en voz baja— con que las mujeres de mi familia llamaban a los órganos sexuales femeninos, tanto internos como externos”.

Ante estas alternativas, en este artículo reivindicaré tres palabras: “vulva”, “coño” y “yoni”, nombre sánscrito que, como veremos más adelante, tiene implicaciones tántricas y religiosas.

En la Yoniversity puede encontrarse un recopilatorio de nombres de la rosa en varios idiomas. Es un mito que los esquimales utilicen cien palabras para designar a la nieve (son más bien diez o doce), pero sí existen 27 nombres árabes llenos de matices para los genitales femeninos. En el manual erótico del siglo XVI The Perfumed Garden se recogen desde el genérico el feurdj (“abertura, valle”) hasta los muy específicos el deukakk(“aplastador”) para referirse al yoni capaz de apretar y comprimir el pene durante el coito, el harr (“cálido”) para el que emite un intenso calor propio, o el hacene (“hermosa”) para la vulva de una simetría y belleza tales que hace imposible dejar de mirarla fijamente.

Lo que nos lleva a una pregunta desasosegante: si mirar fijamente el Sol puede dejarte ciego… ¿puede resultar peligroso mirar directamente un coño?

3. En las fauces de la vagina dentata

“¿Tan misterioso es esto? ¡Es mi vagina, no la esfinge!” Miranda, en Sexo en Nueva York


Freud hablaba del miedo a la castración que experimentan los niños al darse cuenta por primera vez que las niñas no tienen pene: confieso que no he visto una mejor demostración de ese pánico primordial que en esta escena de Dragon Ball en que Son Goku descubre la vulva de Bulma. En cualquier caso, no hace falta mucho psicoanálisis para deducir que muchos hombres sienten miedo por lo intrínsecamente femenino. En lo simbólico los atributos masculinos se asocian traidicionalmente a obeliscos apolíneos y a la razón, mientras que los femeninos han sido vistos como propios de la oscuridad irracional, el miedo o el asco. En palabras de la investigadora feminista Toril Moi: “El falo es entendido a menudo como una forma completa, homogénea y sencilla, en contraste con el caos aterrador del genital femenino”.

La materialización más evidente del miedo a la castración es la imagen de la vagina como grieta peligrosa y sangrienta armada de dientes afilados: la vagina dentata. Este símbolo aparece en cuentos y leyendas de todo el mundo como una clara advertencia: el sexo de la mujer es peligroso y puede castrar al varón o inutilizarlo. Un mito antiquísimo vigente hoy en día en películas como la reciente Teeth, con un giro irónico-terrorífico que convierte la dentata en arma de autodefensa.

A veces no es necesario ni siquiera penetrar esa vagina letal, basta con mirarla. En una leyenda árabe recordada por Catherine Blackledge en Story of V, el sultán de Damasco pierde la vista al observar una vagina dentata que le arranca los ojos (!) de un mordisco. Al personaje popular de Peeping Tom se le caen literalmente los ojos al suelo tras espiar a la desnuda Lady Godiva. Todos los espectadores que vieron la desnudez de la santa Epistene durante su martirio perdieron la vista…

En varios cuentos africanos el final feliz llega cuando el héroe usa palos o lanzas (instrumentos fálicos, en definitiva) para arrancar los dientes de la vulva mordedora, en una metáfora evidente de la ruptura de la voluntad de la mujer y su transformación en criatura inofensiva y apta para el matrimonio. De forma menos literal pero con el mismo trasfondo, en La fierecilla domada de Shakespeare Petruchio le arranca a Catalina los dientes de su intelecto y su sarcasmo, domesticándola hasta convertirla en una cuasilobotomizada criatura que acaba recomendando a las mujeres que “pongan sus manos, como señal de obediencia, a los pies de sus maridos”.

Otras visiones de la dentata sitúan su origen en el hecho de que tras eyacular el hombre queda exhausto, exprimido, “devorado” por la mujer vista como una vampira de energía vital. Dice Camille Paglia en Sexual Personae (polémico libro que merecería un artículo para él solo): “la vagina dentada no es una alucinación sexista: cada pene es disminuido por cada vagina, del mismo modo en que la humanidad, varón y hembra, es devorada por la Madre Naturaleza”. Paglia ejemplifica esta identificación natural con un fragmento de A contrapelo, de Huysmans, en que “un hombre es atraído magnéticamente hacia los muslos abiertos de la madre naturaleza, hacia las ensangrentadas profundidades de una flor carnívora de hojas afiladas como sables”.

Es curioso este pánico primordial masculino hacia los dientes simbólicos de la vagina… y que sin embargo esté tan extendido (afortunadamente) el gusto por la felación realizada por una boca repleta de dientes auténticos. Pero la simbología de la fellatio (que la hay, y mucha) queda para otro artículo futuro, si no me devora antes alguna dentata o me echan de Jot Down por pervertido.

4. La adoración del yoni

“Su parte inferior es el altar sacrificial,
su vello la hierba sagrada,
su piel el origen del soma.
Los labios de su yoni son el fuego central.
Muchos mortales atraviesan el mundo sin virtudes,
especialmente los que practican la unión sexual sin saber esto.“
Brihad Aranyika Upanishad, VI

En contraste con el pánico de la dentata, los genitales femeninos han sido vistos también como lugares sagrados y curativos. Existen mitos y leyendas en varias tradiciones en los que la exhibición de la vulva en un momento crítico ha ahuyentado a los demonios, resucitado a los muertos o incluso salvado al mundo. En el artículo Strip/Tease del especial aniversario de Jot Down hablé del mito de Baubo, la diosa que salvó a Deméter de la desesperación contándole chistes obscenos, riendo y mostrándole su vulva sanadora. Inanna, la diosa sumeria del amor y la guerra, estaba muy orgullosa de sus genitales. En los Himnos a Inanna podemos leer: “la diosa lanzó gritos de júbilo por su vulva, tan hermosa de contemplar, y se felicitó a sí misma por su belleza”. Inanna también aportó su granito de arena al debate sobre el nombre de la rosa al declamar: “Mi vulva, el cuerno, la Barca Celestial llena de deseo como la joven luna”.

El poder apotropaico (es decir, protector) del coño se manifiesta en las Sheela-na-gigs, esculturas de mujeres con una sonrisa maníaca en la cara y las manos abriendo de par en par los labios de la vulva. Se encuentran en iglesias románicas y castillos, especialmente en Irlanda, y su situación estratégica frente a puertas y ventanas sugiere que protegen contra el mal y la muerte.

El culto religioso a la vulva (o, hablando con propiedad, al yoni) se encuentra extendido en muchas sectas hindús, en general en relación con el masculino lingam. El yoni de la Gran Diosa Kali manifiesta el poder generador de la naturaleza. En palabras de Ajit Mookerjee, director del Museo de Arte de Nueva Delhi, en Kali, the feminine force: “El yoni es alabado como un lugar sagrado, un punto de transferencia de fuerzas sutiles, la puerta de entrada a los misterios cósmicos. En las esculturas, la diosa es representada yaciendo sobre su espalda, las piernas abiertas para el culto, o con los pies muy separados mientras su adorador bebe bajo el arco de sus piernas el yoni-tattva, la esencia sagrada. (…) En el yoni-puja o ritual de la vulva, la vulva de una mujer viviente o su representación en piedra, madera, pintura o metal son adorados como símbolo de la diosa”.

Merece la pena detenerse en este ritual del yoni-puja y comprender que es un rito religioso, desprovisto de contenido directamente sexual, a pesar de que una de las formas de celebrarlo es bebiendo cinco líquidos derramados en la vulva de una sacerdotisa. Sobre el yoni de la mujer se vierten consecutivamente agua, yogur, miel, leche y aceite, que son recogidos con un cuenco situado entre sus muslos. El contacto íntimo con la vulva purifica estas sustancias, que representan los cinco elementos de la cosmología hindú, antes de ser consumidas por los asistentes al ritual.

El Ambubachi Mela es un festival realizado en Assam en honor de la menstruación anual de la diosa tántrica Kamakhya, un aspecto de Kali. Durante las celebraciones se depositan ofrendas a la diosa frente a una abertura vulvar abierta en la roca de la que mana un riachuelo subterráneo. Los peregrinos tocan esta agua sagrada de yoni y beben de ella… En esta misma familia de rituales se engloba el segundo nacimiento, un ritual similar al bautismo en que los creyentes pasan a través de un gigantesco yoni de madera o piedra, tras lo que se consideran renacidos a un nuevo mundo espiritual.

Parece que al fin estamos en el buen camino: la vulva como señal sagrada, pliegue cálido y acogedor del cosmos, puerta entre estados de conciencia… Ya podemos declamar que la vulva es bella.

5. La vulva es bella

Eduquemos a una generación sin chistes de babosas y pescados, con respeto por los ciclos mensuales femeninos en lugar de asco, vergüenza y dogmas religiosos. Regalémonos más imaginería genital femenina en mitos, arte, joyería, libros…Kirsten Aderberg


Todo el arte de la humanidad empezó con el dibujo de un coño. Durante unas excavaciones recientes en la cueva francesa de Abri Castanet se encontraron diseños vulvares grabados en la pared de roca hace 37.000 años: elarte rupestre más antiguo del mundo. Estos grabados, junto a otros similares hallados en las cuevas de Fontainebleau o la aparición de estatuillas de Venus como la de Willendorf o la de Hohle Fels, con la vulva muy acentuada, han sido interpretados como elementos de rituales de fertilidad y adoración de Diosas Madre primitivas.

Para encontrar hoy en día vulvas grabadas en las paredes no tenemos que irnos muy lejos: el escultor británicoJamie McCartney ha sacado recientemente 400 moldes de yeso de otras tantas vulvas, pertenecientes a mujeres de entre 18 a 76 años, y las ha expuesto en diez enormes paneles que forman un muro de nueve metros de largo, bautizado con cierta rechifla como Great Wall of Vagina (en realidad son vulvas y no vaginas, pero la precisión le fastidiaba el chiste). Esta exposición itinerante se presenta como un muestrario de vulvas, una celebración de su enorme variedad y de su belleza intrínseca. Un proyecto a priori cautivador pero no carente de críticas: la frialdad blanca del yeso no parece combinar con la carnosa suavidad rosada de las vulvas originales.


Entre los grabados paleolíticos y las esculturas de McCartney tenemos unos cuantos siglos de expresiones artísticas de los genitales femeninos que me gustaría al menos mencionar. Rastrear falos resulta sencillo en el arte occidental, pero no ocurre lo mismo con las representaciones explícitas de vulvas más allá de algún fresco pompeyano o algún estudio anatómico-forense de Leonardo Da Vinci. Un motivo recurrente a partir de la época clásica es la venere pudica (de pudere, “avergonzarse”): la diosa tapándose pechos y vulva con las manos, avergonzada de su desnudez, como en la Afrodita de Praxíteles o El nacimiento de Venusde Botticelli.

Dado que el genital femenino se oculta y escamotea, se redescubren constantemente otros símbolos: copas, triángulos, rosas u otras plantas como las flores genitales de Araki o Georgia O’Keefe, espirales, entradas de cuevas, laberintos (imagino a Borges sobresaltándose), valles… y corazones. Dice Gloria Steinem: “La forma que llamamos ‘corazón’ —que en su simetría se parece mucho más a la vulva que al órgano asimétrico cuyo nombre lleva— es probablemente un símbolo remanente del genital femenino. Siglos de dominación masculina lo han despojado de su poder y reducido al romanticismo”. La Goulue, bailarina de cancan que aparece en varios cuadros de Toulouse-Lautrec, llevaba un corazón rojo bordado en su ropa interior, y lo descubría obscena y juguetonamente al levantar las piernas durante el baile. Esta identificación entre corazón y vulva está presente en todo tipo de iconografía moderna.

Para pasar de los símbolos a la representación explícita del coño en la pintura occidental tenemos que desplazarnos a 1866, año en que Gustave Courbet pintó por encargo El Origen del Mundo. Esta vulva en primer plano y encuadre forzado a la que no se puede asociar un rostro (lo que crea a la vez intriga y sensación de universalidad) lleva más de un siglo dejando un rastro de censuras, escándalos y polémicas, la última tan reciente como octubre de 2011, en Facebook.

Tanto pudor europeo contrasta con el despreocupado arte tradicional japonés, en particular con los shunga o “dibujos de primavera”, grabados abiertamente pornográficos producidos en su mayoría entre los siglos XVII y XIX. Muchos artistas dibujaron shunga sin que fuera visto como una deshonra o una vergüenza, entre ellos el mismísimo Hokusai con imágenes tan potentes como esta. Tanto el pene como la vulva eran representados de forma explícita, exagerada y anatómicamente clara.


En occidente hubo que esperar a los siglos XIX y XX y a Klimt, Picasso o Schiele (o a fotógrafos comoHelmut Newton o Robert Mapplethorpe) para encontrar representaciones más o menos explícitas de genitales femeninos. Por supuesto, podemos encontrar ejemplos de representaciones vulvares en el arte moderno: del amor lésbico de Suzanne Bellivet a la claridad de Álvaro Pemper o el hiperrealismo de John Currin. Taschen editó el libro de fotografía definitivo para fanáticos del coño como yo: The big book of pussy, con más de 400 imágenes de vulvas de todas las formas, colores y tamaños. Una de las fotógrafas incluidas en el recopilatorio, Frannie Adams, es autora de obras tan vulvófilas como Pussy Portraits, una serie de fotos de coños retratados junto a las caras de sus dueñas.

En el terreno de la performance y las artes plásticas alternativas una generación de artistas rompió el tabú de la vulva sobre el escenario. Una de estas pioneras fue Shigeo Kubota, que pintó cuadros en 1965 usando sangre menstrual y su vagina como soporte para el pincel. Diez años más tarde, Carolee Schneemann en Interior Scroll se desnudó sobre el escenario y extrajo de su vagina un larguísimo rollo de papel del que leería uno de sus incendiarios poemas… Una estrategia de poesía genital que seguirían años más tarde, fisting mediante, artistas como Diana Torres, pornoterrorista. Por su parte, Judy Chicago revolucionaría en los setenta el arte abstracto con sus formas vulvares y su instalación The Dinner Party, homenaje a 39 mujeres importantes de la historia.

Llega un punto en que arte plástico, feminismo, performance y divulgación vulvar se unen de la mano: Annie Sprinkle y su ginecología casera de espéculo y autodescubrimiento, Marina Abramovic y su descacharrante repaso a la sexualidad balcánica, el documental Viva la vulva en que Betty Dodson discute con un grupo de mujeres la apariencia de sus vulvas y cómo estimularlas… Y estaría tentado de añadir a Maude Lebowski y su pintura vaginal aérea si no fuera un personaje de ficción.

Termino el recorrido con un par de recomendaciones para quien quiera leer más: el imprescindible ensayo Vulva, la revelación del sexo invisible de Mithu. M. Sanyal, y el libro Vulva Empowerment: vulvas in History, Art, Mithology and Society, de Kirsten Anderberg. También es interesante y poético este artículo de Rodrigo Martínez Andrade La vulva como metáfora, afortunado título que me sugiere la palabra vulváfora. Y, en otro estilo, tengo que recomendar Coños, de Juan Manuel de Prada, como mirada masculina y coñona (nunca mejor dicho) al mundo de la vulva. Un libro salvaje y divertidísimo que nunca entenderé cómo ha podido surgir de la misma persona que ahora sostiene que la pornografía va matando el alma.

Y ya que sale el tema de la mirada masculina: soy un hombre que acaba de escribir sobre coños, pero no pretendo ser uno de esos irritantes perdonavidas que, en palabras de Gloria Steinem, “pretenden saber más del cuerpo de las mujeres que las mujeres mismas”. Lanzo pues al aire dos peticiones a las mujeres lectoras de este artículo: complementad la información parcial que aquí aparece y, sobre todo, animaos a escribir, en justa reciprocidad, un artículo sobre penes, varitas mágicas, bastos, pollas, obeliscos, herramientas, falos…


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¿ES EL PIE OTRO ÓRGANO SEXUAL o es "PURO FETICHE"?

Pies, ¿para qué os quiero?Josep Lapidario

"En otro caso, un paciente al que se le tuvo que amputar el pene refiere cómo al cabo de un tiempo empezó a experimentar fuertes orgasmos cuando su esposa le masajeaba y lamía los dedos de los pies."

"En Lucas 7, 37-38 se cuenta cómo una prostituta se arroja a los pies de Jesucristo para limpiarlos con sus lágrimas y secarlos con su propio cabello. La mujer “besaba sus pies y los ungía con ungüento”, en una escena algo turbadora que oscila entre la humilde adoración y la podofilia sagrada"

"Analizando el mapa se observa algo significativo: las áreas cerebrales dedicadas a los pies y a los genitales están una al lado de la otra."


“Pies, para qué os quiero si tengo alas para volar”. Frida Kahlo

Paseando en verano es habitual ver un buen montón de pies… Delicados piececillos subrayados por elegantes sandalias de Gaultier, o infames peanas sudorosas cuyos pulgares asoman aprisionados por la tira de unas chanclas de playa. Incluso se puede uno topar con una de esas desconcertantes tiendas de ictioterapia donde una fila de pies en remojo es asaltada por peces devoradores de pieles muertas.

El verano es el momento ideal para ir descalzo. Me encantan los placeres sensoriales como pasear mis peludos pies de hobbit por las playas pedregosas de la Costa Brava, o remojarlos en la orilla del mar. Casi todo el mundo disfruta de la sensación placentera de un suave masaje en la planta de los pies… Y a veces la cosa va un poco más lejos: un fetichista de los pies sentirá excitación sexual al acariciar, lamer, chupar, cosquillear o besar los pies ajenos. No cualquier pie, por supuesto: no faltan los fans de los pies sucios, pero los más apreciados suelen tener curvatura elegante y buena pedicura. El pie no es una extremidad maloliente: ese es un prejuicio igual de estúpido que el que considera la vulva como órgano inmundo per sé. Un pie limpio no huele mal, unos genitales limpios tampoco.

El fetichismo por los pies (odio el cacofónico término podofilia) es particularmente frecuente en varones: circulan por Internet listas más o menos fiables de famosos con afición por los pies, desde Elvis Presley aEnrique Iglesias, Dostoyevsky o Andy Warhol, que conservaba un pie humano momificado entre sus trastos. Por supuesto, también hay mujeres que encuentran sexualmente estimulantes los pies y los zapatos, aunque el fetichismo podal femenino es un fenómeno aún poco estudiado, quién sabe si por influencia freudiana.

Para Sigmund Freud el pie es un símbolo del pene. Quién lo hubiera imaginado, ¿eh? En una nota escrita en 1910 Freud explica la podofilia sosteniendo que el pie representa “el pene de la mujer, cuya ausencia impresiona fuertemente”. En Fetichismo pone el ejemplo de un niño que ve por primera vez los genitales de su madre e interpreta la desconcertante ausencia de pene como una amenaza de castración. Para contrarrestar ese peligro, el crío se negará inconscientemente a aceptar ese vacío, adoptando como sustituto del pene materno lo último que hubiera visto antes de posar su mirada en ese traumático coño. Zapatos, pies, lencería: “la elección tan frecuente de piezas de lencería como fetiche se debe a lo que se retiene en ese último momento del desvestirse en el que todavía se ha podido pensar que la mujer es fálica”.

Lo lamento por los psicoanalistas clásicos que me estén leyendo, pero como explicación siempre me ha parecido poco convincente. Nunca he comulgado con la descripción freudiana de los genitales femeninos como un vacío, una ausencia, un tubo, un pene castrado; una visión que desprecia e ignora la vulva o el clítoris… Pero ese es tema para otro artículo.

Probemos con otro acercamiento: si el pie no simboliza un pene… ¿Qué simboliza?

El pie es el reflejo del alma

“Soy ciertamente tu Señor, así que quítate los zapatos”. Corán, Ta Ha 20:12

Muchas confesiones religiosas han exigido tradicionalmente descalzarse y realizar los ritos sagrados con los pies en contacto con el suelo. Pitágoras aconsejaba a sus discípulos que se quitaran las sandalias para ofrecer sacrificios a los dioses, y Moisés se acercó descalzo a la zarza ardiendo. El razonamiento parece ser no ensuciar con el polvo del camino los lugares sagrados, aunque me queda la duda razonable de si no será peor el remedio que la enfermedad en caso de llevar los pies muy sucios (y aquí me vienen a la memoria los tomates calcetineros de Paul Wolfowitz en una mezquita turca).

Para los pies sucios hay un rápido remedio… lavarlos. En Oriente Medio el pediluvio se consideraba un deber de cortesía: tradicionalmente, el anfitrión recibía a sus huéspedes ofreciéndoles agua para que se lavaran los pies. En Lucas 7, 37-38 se cuenta cómo una pecadora (léase “prostituta”) se arroja a los pies de Jesucristo para limpiarlos con sus lágrimas y secarlos con su propio cabello. La mujer “besaba sus pies y los ungía con ungüento”, en una escena algo turbadora que oscila entre la humilde adoración y la podofilia sagrada. Como nota lateral: a raíz de una confusión del papa Gregorioen el siglo VI, se identificó a esta “pecadora” con María Magdalena, que de prostituta no tenía nada. Hay quien ve en esta maniobra un intento de desacreditar a Magdalena como predicadora para limitar el papel de la mujer en la Iglesia primigenia…

El propio Jesucristo dio muestras de humildad lavando los pies a sus discípulos tras la Última Cena. De esa escena siempre me ha hecho gracia la reacción de Simón Pedro, que aprovechó para pedir sin éxito que de paso le lavaran manos y cabeza. Tras los doce pediluvios, Jesús sentenció: “si yo, el Señor y Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros“; una hermosa comunión de pies limpios conocida como mandatum.Otras tradiciones como la hindú no llegan a tanto: para mostrar respeto les basta con inclinarse y tocar el pie en un gesto llamado pranāma.

Sucios o limpios, para muchas religiones los pies son un símbolo del alma, la base que mantiene erguido el cuerpo físico del mismo modo que el alma soporta el cuerpo astral. Esta asociación explica que existan tantos seres demoníacos representados en el folklore con pies deformes (¡las tradicionales pezuñas diabólicas!) o incluso invertidos: tanto el dios azteca del inframundo Xolotl como el vampiro femenino indio Pichal Peri o el duendecillo brasileño Curupira son representados habitualmente con los pies apuntando hacia atrás, lo que ponía comprensiblemente de los nervios a cazadores y rastreadores. Las huellas tienen su propio poder: la madre del fundador de la dinastía Chou se quedó embarazada al pisar una huella dejada en la roca por un dios.

Resumiendo: descalzarse es señal de respeto, lavar o tocar los pies es muestra de humilde adoración y el pie en sí mismo simboliza la base del alma. Necesitaremos más datos para entender la sexualización de los pies: tras la religión, acudamos a la ciencia.


El pie como insospechada fuente de placer

“El pie humano es una obra maestra de ingeniería y una obra de arte”. Leonardo Da Vinci

En 1950 un neurocirujano llamado Wilder Penfield empezó a practicar cirugías cerebrales a pacientes epilépticos. En este tipo de operaciones indoloras el paciente permanece consciente: debe ser una sensación extraña tener levantada la tapa de los sesos mientras un cirujano trastea con tus pensamientos. Penfield tomó nota de qué reacciones producía la estimulación eléctrica de diversas áreas del cerebro, y con esa información trazó un mapa del córtex somatosensorial, una franja de la corteza cerebral que procesa los estímulos procedentes de cada parte del cuerpo. La representación gráfica de este mapa es el homúnculo de Penfield: un gracioso monigote gracias al que se puede comprobar que las manos y la boca acaparan la mayor parte del córtex. Hablar y tocar parecen ser las especialidades humanas.

Todos los pacientes analizados por Penfield fueron hombres, una lamentable omisión corregida por Barry Komisaruk en un memorable experimento reciente: analizando las respuestas cerebrales de once mujeres mientras se masturbaban, pudo mapear en el córtex las zonas correspondientes al clítoris, la vagina y el cuello uterino.
 
Analizando el mapa se observa algo significativo: las áreas cerebrales dedicadas a los pies y a los genitales están una al lado de la otra. Y aquí entra en escena el neurólogo Vilayanur Ramachandran, que con su estudio sobre el dolor de los miembros fantasma llegaría a conclusiones sorprendentes. Tras la amputación de una parte del cuerpo, la zona correspondiente del córtex cerebral deja de recibir información de esa extremidad, pero muchas veces sigue activa, haciendo creer al cerebro que el miembro amputado (“fantasma”) sigue ahí. Además, esa área del córtex suele acabar siendo reutilizada por las zonas adyacentes. Por ejemplo, al amputar una mano, la zona del córtex correspondiente se ve invadida por la más cercana, la de la cara. Así, estimular la cara del paciente hace que se alivie el dolor de la mano fantasma.

¿Qué consecuencias tiene que la zona adyacente a los pies en el córtex sea la de los genitales? Para empezar, que las reconexiones cerebrales tras una amputación son desconcertantes. Ramachandran narra cómo varios pacientes con un pie amputado refieren no solo haber aumentado la intensidad de sus orgasmos, sino también sentir placer sexual procedente del pie fantasma. En otro caso, un paciente al que se le tuvo que amputar el pene refiere cómo al cabo de un tiempo empezó a experimentar fuertes orgasmos cuando su esposa le masajeaba y lamía los dedos de los pies.

Para Ramachandran, esta plasticidad cerebral ayuda a explicar el fetichismo por los pies también en casos sin amputación alguna. Con un entusiasmo contagioso, sostiene que “tal vez todos tengamos un cierto cortocircuito entre estas zonas cerebrales, lo que explicaría por qué nos gusta tanto que nos chupen los dedos de los pies”. A un amigo mío fetichista de los pies le fastidia una interpretación tan poco mística, pero a mí me hace gracia tanto que cada cual tenga su propio cableado cerebral de zonas erógenas como que los pies sean tan propensos a dejarse estimular.

Pero es inevitable preguntarse: ¿no será todo más sencillo? ¿No será que visualmente los pies pueden ser muy bonitos a pesar de su injusta mala fama? Tras el psicoanálisis, la religión y la ciencia, le toca el turno al arte.

El pie considerado como una de las bellas artes

“Imagino que la diosa del Amor ha descendido del Olimpo para visitar a un mortal. Para no morir de frío en nuestro mundo moderno, envuelve en pieles su cuerpo sublime y se calienta los pies en el cuerpo prosternado de su amante”. Leopold Von Sacher-Masoch

En mis primeros años universitarios, un amigo me pidió que escribiera un guión para su primer cortometraje. Como siempre me ha fascinado el bondage, escribí una historia que empezaba con la protagonista medio desnuda y atada a la cama… Y como nadie del equipo de rodaje sabía manejar cuerdas, me ofrecí voluntario para atarla y desatarla en cada escena. El corto fue un fracaso, pero yo me lo pasé muy bien.

 
La moraleja es que para un cineasta es fácil disfrutar de sus fantasmas eróticos a la que sea un poco espabilado… Y Quentin Tarantino, entre otras muchas cosas, es un tipo listo. Reconocido fetichista de pies, el director se las ha arreglado para incluir planos de delicados piececitos femeninos en todas sus películas. Los momentos más recordados son el diálogo sobre masajes en los pies dePulp Fiction, los obsesivos primeros planos del pulgar deUma Thurman en Kill Bill y, sobre todo, la hipersexual escena de Abierto hasta el amanecer que Tarantino escribió para darse un homenaje: una bellísima Salma Hayek bailando con una pitón albina (¡mujeres y serpientes!) y embutiéndole el pie en la boca al propio Quentin en una peculiar forma de servir alcohol. No es la única vez que el director ha sido visto bebiendo de pies o zapatos ajenos: aquí podéis verle tomando champán a sorbitos de unos Louboutin.

Aunque ya décadas antes de Tarantino los amantes de los pies bonitos habían podido disfrutar de escenas tan inolvidables como el arranque de Lolita de Stanley Kubrick, con esa delicadísima y amorosa pedicura… En la versión de los noventa también vemos en varias ocasiones a la Lolita interpretada por Dominique Swain vacilarle a Jeremy Irons utilizando como arma sus sensuales piececillos. Otras veces, el fetichismo se ha usado como alivio cómico: me vienen a la memoria estahilarante escena con las botas de Jamie Lee Curtis enUn pez llamado Wanda, el baboso papel de Chris Elliotten Algo pasa con Mary o toda la subtrama del “pisoteador de Baltimore” en Polyester, de John Waters.

En España tenemos a Luis Buñuel salpicando sus películas con referencias podófilas y fetichistas: los botines de piel que despiertan la pasión de un anciano en Diario de una camarera, la pierna amputada de Catherine Deneuve en Tristana (una presencia espectral que obsesionó a Hitchcock), y por supuesto las escenas de dominación y sumisión de la hermosísima Belle de jour. Aunque el cineasta español fetichista por excelencia fue sin duda Luis García Berlanga, cercano al mundillo del sadomasoquismo y reconocido fetichista del zapato de tacón: los botines, en particular, le sugerían agradables fantasías de dominación femenina. En sus películas los fetichismos aparecen como guiños más o menos explícitos (la Bárbara Rey masoquista de La escopeta nacional, la colección de zapatos de Gurruchaga en París-Tombuctú), o como parte central del guión en Tamaño natural, un estudio de los mecanismos del fetichismo y sus peligros en caso de obsesión.

En 1999, Berlanga instituyó el Premio a la Mujer Mejor Calzada de España, entregado desde entonces en el Museo del Calzado de Elda. El trofeo es un zapato de tacón de aguja con alas (lo que vestiría el dios Mercurio si quisiera travestirse), y ha caído en manos, o más bien en pies, de mujeres tan dispares como Ana Rosa Quintana,Anne Igartiburu, Paz Vega, Marta Sánchez, Terelu Campos o Esperanza Aguirre (!).

En fotografía el primer nombre que viene a la cabeza es el de Elmer Batters, un genio especialmente activo durante los cincuenta y sesenta con muchísimo ojo para retratar piernas, pies y zapatos. Desgraciadamente en esa época pacata su fetichismo no fue comprendido, y como muchos otros fotógrafos de la época, sufrió el acoso de la justicia bajo acusaciones de perversión y obscenidad. Batters nunca entendió el porqué de tanta persecución: para él su atracción por los pies era limpia, lírica y sencilla. En sus propias palabras: “las piernas están para andar, bailar y amar. Pero también se dirigen a quienes se sienten fascinados por ellas, en un lenguaje tan elocuente como la poesía”. La mayor parte de su vida Batters pasó relativamente desapercibido en círculos artísticos, poco dados aún a bucear en la iconografía fetichista, hasta que en los noventa el avispado Benedikt Taschen publicó los recopilatorios From the Tip of the Toes to the Top of the Hose y Legs That Dance to Elmer’s Tune, que descubrieron al público la enorme calidad de sus fotografías. Más vale tarde que nunca: desde entonces su trabajo se ha expuesto en galerías respetables de Nueva York, Rotterdam, París o en el IVAM valenciano.

Otros fotógrafos han retratado pies, piernas y zapatos con maestría, aunque no de forma tan dedicada y meticulosa como Batters. A mí me gusta especialmente Nina Leen, una de las primeras fotógrafas de Life, que en sus retratos de mujeres americanas siempre prestó especial atención al calzado… O la fotografía erótico-podofílica de Lucien Clergue, o el talento avasallador de Helmut Newton y sus supermujeres vestidas solo con tacones. En España tenemos a Alberto García-Alix, un grandísimo retratista que siempre se ha sentido cómodo con las sexualidades alternativas. O, en estilos más abiertamente fetichistas, fotógrafos como Antonio Graell ypopes del porno sadomasoquista muy aficionados a los pies, como el mítico José María Ponce.
 
El sadomasoquismo erótico y el fetichismo por los pies se han entendido siempre muy bien. Y es que ante unos pies bonitos el fetichista no tiene por qué sentir solo el impulso de acariciarlos y lamerlos, sino también atarlos (como muestra Ipe Ray), azotarlos con una técnica llamada bastinado, hacerles cosquillas… Los fans del cosquilleo se hacen preguntas intrigantes cómo qué pasaría si se le hacen cosquillas a una bibliotecaria descalza, un escenario tierno y cruel (¡debería reírse pero no puede!) emparentado con el #readingissexy.

Casi todos los dibujantes de cómic erótico han representado pies apetecibles, especialmente los habituales de la temática sadomasoquista. Así a vuelapluma me vienen a la cabeza los taconazos deGuido Crepax en Histoire d’O o las preciosas botas altas habituales en Gwendoline de John Willie. Sin embargo, si hay que destacar un dibujante podófilo en particular, la elección está clara: Franco Saudelli. Este ilustrador italiano, habitual en magazines eróticos de los noventa, se especializó en dibujar damas en apuros bien atadas, casi siempre con sus delicados piececillos flexionadosy a la vista.

Traigamos referencias literarias: evidentemente, uno de los principales fetichistas del pie es Leopold von Sacher-Masoch, que elevó a categoría de arte el acto de postrarse rendido y humillado a los pies de una mujer triunfante. También hay que mencionar al novelista francés Nicolas Edme-Retif, cuya pasión pionera por el calzado femenino hizo bautizar como retifismo a la adoración por los zapatos. Pero de quien querría hablar aquí con más detalle es del escritor, pintor y grabador polaco Bruno Schulz, cuyos textos delicados y pesimistas he admirado siempre muchísimo. Su recopilatorio de grabados El libro idólatra, publicado aquí por Maldoror Ediciones, es una intrigante maravilla. Sus imágenes expresionistas convierten el fetichismo en un ritual religioso en que la mujer-diosa es adorada por una multitud de hombres deformados y goyescos, alguno con los rasgos del propio Schulz. Estas femme fatales inalcanzables dejan sin embargo accesible una parte de su cuerpo: los pies que atraen al idólatra con un magnetismo erótico irresistible. Una estúpida disputa entre dos oficiales nazis le costó la vida a Schulz en 1942: espero que la diosa le haya acogido en su seno. O a sus pies.


El pie es un caramelo cuyo envoltorio es el zapato

“Envíame tus zapatos, ya desgastados de tanto bailar, para que tenga algo tuyo que estrechar contra mi corazón”. Johann Wolfgang von Goethe

Que el Príncipe no fuera capaz de reconocer a Cenicienta por la cara sino por la forma en que encajaba su pie en un zapatito de cristal siempre me ha resultado sospechoso de podofilia… Y tampoco acabo de entender por qué esos zapatitos no volvían a ser costrosas sandalias campesinas al llegar la medianoche. Sea como sea, hay muchas más versiones del cuento de Cenicienta que la insulsa de Perrault adaptada por Walt Disney: la historia es un antiquísimo arquetipo materializado en narraciones chinas, hindúes o egipcias con pocas cosas en común más allá de la intervención salvadora de un simbólico zapato como forma de identificar a la protagonista. En la versión de los hermanos Grimm las hermanastras de Cenicienta llegan a mutilarse un par de dedos y cortarse el tendón de Aquiles para encajar el pie en el zapato de marras, adelantándose un par de siglos a las operaciones de cirugía estética e inyecciones de bótox en los talones que se hacen hoy en día las fans de los Jimmy Choo con pies poco aptos para los tacones kilométricos.

Y es que los zapatos de tacón tienen una innegable belleza que los convierte en fetiches eróticos por derecho propio, pero también resultan peligrosos para la salud si se llevan en exceso. Llevar taconazos constantemente puede provocar deformidades (juanetes, dedos en martillo), dolores crónicos o problemas en los tendones. De todas formas, basta con alternar los tacones con calzado plano durante al menos un tercio del tiempo que se permanece de pie para que el riesgo disminuya enormemente. Muchas mujeres que conozco hacen algo parecido: empiezan la noche llevando zapatos de tacón de aguja, pero traen bailarinas en el bolso para cambiarse a partir del momento en que los taconazos duelen demasiado o se vuelven incómodos.

La dificultad para caminar y el hecho de que los tacones resulten dolorosos los convirtió en enemigos naturales de la segunda ola del feminismo, allá por los setenta. Su tesis era que más que objetos embellecedores eran instrumentos de tortura creados para subordinar a las mujeres y objetificarlas ahogándolas en un canon de belleza opresor. Abundaron las comparaciones con la costumbre tradicional china de vendar y deformar los pies femeninos, un procedimiento horrendo y literalmente nauseabundo sobre el que prefiero no hablar. La feminista Germaine Greer llamaba a este tipo de zapatos “fuck-me shoes” o zapatos-fóllame, un semichiste que hizo bastante fortuna (una canción de Amy Winehouse se llama Fuck-me pumps, donde pumps es otra forma de llamar a los zapatos de tacón).

Más recientemente surgió con fuerza un feminismo sex-positive menos tremendista, en que los taconazos se usan en su justa medida como herramienta femenina de autoafirmación… Y la justa medida aplica aquí no solo a la necesidad de alternar tacones con zapatos planos, sino a casos como el de Carrie Bradshaw en Sexo en Nueva York, que sin ser millonaria acumula centenares de Manolo Blahniks y Jimmy Choos a unos 400-500 dólares de media por par. Esta tendencia a coleccionar zapatos como quien acumula conservas antes del apocalipsis no es exclusiva de personajes de ficción: es conocido el caso de la ex Primera Dama filipina Imelda Marcos, alias “Mariposa de Acero”, que al huir del país rumbo a Hawai en 1986 dejó tras de sí 1060 pares de zapatos de lujo. O, en una nota menos criminal, es bonito comprobar el orgullo con que la bailarina de neo-burlesque Dita von Teese muestra su colección de zapatos, muchos regalo de Christian Louboutin en persona.

El fetichismo del pie puede resultar difícil de comprender al primer vistazo, pero el gusto por los zapatos de tacón es bastante autoexplicativo sin que Freud identifique el tacón con un sustituto del pene. Una mujer con tacones parece más alta y de piernas más largas, y adopta una postura erguida que subraya las curvas del cuerpo y hace destacar pantorrillas, nalgas y pechos. La forma de caminar se vuelve más sinuosa y, según los cánones occidentales, elegante y seductora. El tamaño del tacón influye en el resultado: los taconcitos de 4 cm apenas alteran el paso, mientras que caminar con tacones de aguja de 13 cm sin plataforma es un reto complicado.

Los tacones de más altura son ya puramente decorativos o se emplean en el mundillo BDSM. Por ejemplo, lasballet boots están diseñadas específicamente para fantasías fetichistas: taconazos de 18 cm o más, junto a un empeine curvado que fuerza la postura en punta de las bailarinas. Se usan por placer estético o como restrictores de movimiento (una forma de bondage,atentos al candado), no tanto para caminar… Aunque hay modelos fetichistas, como Maisumi Max, capaces hasta de bailar con estas botas puestas. En uno de esos curiosos cortocircuitos entre el mundo del sadomasoquismo y el de la música pop, varias cantantes han llevado estas botas de ballet en sus vídeoclips:Beyoncé en Green Light, Pink en U and Ur Hand oChristina Aguilera en Hurt.

Y es que los zapatos de tacón son un icono sadomasoquista natural. Una de las imágenes tradicionales de la dominación femenina muestra a la Dómina pisando el cuerpo rendido del sumiso con sus afilados tacones, sea amorosamente o con mala idea en un enérgico trampling. El equivalente más cercano intercambiando los géneros sería el del fetichismo por las botas militares o de montar, también extendido aunque no tan frecuente. Y la fantasía desbordante propia del BDSM permite diseñar zapatos surrealistas, como esta maravilla que convierte a quien lo lleve en un dócil pequeño pony.

Sea como herramienta del agradablemente perverso mundo del sadomasoquismo, sea como accesorio de moda transformador del cuerpo y los andares, el zapato de tacón es un punto focal de atracción del deseo y una encarnación del eterno femenino. Y despediré este podófilo artículo con una muestra reciente de su poder icónico: para promocionar el blu-ray de Cenicienta, en Disney le encargaron a Christian Louboutin que creara un par de zapatitos de cristal. Aquí podéis ver el resultado: una curiosa mezcla de las características suelas rojas de los Louboutin con la etérea y vagamente cursi imaginería disneyana. Unos zapatos pensados para que cualquiera que se los ponga se convierta automáticamente en princesa…

Y si luego esa princesa clava el tacón de cristal de Swarovski en la espalda de su príncipe azul ya no lo sabremos, aunque podemos imaginarlo.


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