II Balance 2016: Normalización de la economía capitalista

En esta entrevista con Cira Pascual Marquina, profesora de Estudios Políticos en la Universidad Bolivariana de Venezuela, vamos a seguir el Balance 2016 en nuestros #DebatesParaAvanzar


En la edición de diciembre de Hemisferio Izquierdo hacemos foco en Venezuela y conversamos con Cira Pascual Marquina, profesora de Estudios Políticos en la Universidad Bolivariana de Venezuela, integrante de Escuela de Cuadros (www.youtube.com/escuelacuadros) y miembro del equipo político-editorial del mensuario PolítiK.

Hemisferio Izquierdo (HI): ¿Qué balance se puede hacer del año que se cierra en Venezuela?

Cira Pascual Marquina (CPM): El año que se cierra ha sido, sin duda alguna, el más difícil para el pueblo llano en la última década. En este sentido me atrevería a decir que nos encontramos con una tormenta perfecta. 

Por un lado el impacto de la caída del precio del petróleo --y su correlato en cuanto a la reducción drástica de importaciones que se pagaban con petrodólares-- ya arrastraba al pueblo a una situación francamente compleja desde enero del 2015, cuando se desató el fenómeno desabastecimiento-contrabando de extracción-bachaqueo producto de la propia lógica del capital (con el contrabando las ganancias llegaron a ser del 3000% y el bachaqueo o reventa de productos subsidiados de difícil acceso se convirtió en un fenómeno cotidiano).

Por otro lado, la terquedad del gobierno por cumplir con los pagos de la deuda soberana --la más cara del mundo, por cierto-- adquirida en momentos de boom económico, implicó en este 2016 mayor reducción de las importaciones en un país donde, por diversas razones estructurales históricas, el aparato productivo es minúsculo e ineficiente.

Las implicaciones son bien conocidas: enormes colas de mujeres que se vieron obligadas a poner días e incluso noches a la tarea de alimentar su familia, pues el abastecimiento de productos de la cesta básica a precios regulados --productos que históricamente se han importado con subsidios estatales-- se redujo alrededor de un 60%, mientras que los productos no regulados sufrían un vertiginoso proceso de inflación. Así la crisis, con su tiente claramente machista, se montó sobre los hombros de millones de mujeres humildes que, con mucha paciencia y disciplina, y por supuesto a costa de enormes sacrificios, se convirtieron en el sostén del barrio.

A todo esto el gobierno respondió primero subiéndole dos al discurso de la guerra económica: este discurso se centra en los elementos de conspiración (que son reales pero secundarios) en lugar de examinar las razones estructurales que conducen al comportamiento particular del sistema capitalista en Venezuela (lucha de clases en una economía rentista con bajo desarrollo de las fuerzas productivas, dependencia, corrupción y fuga de capitales, etc.) en un contexto de crisis mundial. Además, y aún más grave, el aparato ideológico de la guerra económica ignora el sufrimiento y los sacrificios de los humildes (ya que el objetivo de dicha guerra es el gobierno) y desconoce que la burguesía es nuestro enemigo de clase (el problema son algunos empresarios malvados y los lumpen-bachaqueros). La conclusión lógica de este relato poco preciso es que la caotización económica se resuelve con la normalización de la propia economía capitalista. En efecto, esto es lo que viene ocurriendo en los últimos meses a través de diálogos con la burguesía y la derecha, y liberalizaciones.

En el primer trimestre del año, en respuesta a la situación económica, el ejecutivo lanzó un plan para captar divisas a través de la explotación minera y el impulso de la producción industrial capitalista (relegando a tercer plano las nuevas formas no-capitalistas, comunales, que Chávez nos legó). Sobre este plan --y sus límites-- Chris Gilbert y yo escribimos largo y tendido.[1] Poniendo bajo la lupa sus objetivos (que implican el abandono del Plan de la Patria en el que se define al socialismo como eje organizador), propusimos como tarea inmediata un reordenamiento y racionalización de la economía que asegurase a corto plazo la satisfacción de las necesidades básicas del pueblo. Dar este paso (eliminar la fuga en el tanque dañado, dijimos entonces) implica (1) planificar las importaciones, priorizando rubros que aseguren la supervivencia del pueblo, (2) eliminar formas de parasitismo de la clase burguesa (y de la burguesía emergente) y (3) sobre todo, asumir la necesidad de impago de la deuda. A estos tres puntos añadiría un cuarto: eliminación de todos los privilegios burocráticos, gastos suntuarios y despilfarros institucionales (gastos que son obscenos en la situación actual y que son también mecanismos de corrupción).

Más allá del plan grueso del ejecutivo para captar divisas, y ante el creciente desabastecimiento y la espiral inflacionaria del mercado negro, el gabinete económico optó por aflojar los mecanismos de control y seguimiento en el marcaje de la mayoría de los productos de la cesta básica. En pocas palabras, el ejecutivo cedió a la presión capitalista y abrió la cancha de la liberalización de la economía, asumiendo en gran medida el programa económico de la derecha. Poco a poco se fueron llenando los anaqueles de productos que habían desaparecido meses o incluso años antes… y millones de venezolanos, las trabajadoras, los precarizados, las madres de familia, los desempleados, pasaron de las largas colas a los paseos por tiendas y abastos donde la mayoría de los productos son simplemente inalcanzables.

Evidentemente esta situación va acompañada de un rápido proceso de pauperización. Hace dos años podíamos encontrar, esporádicamente, personas con dependencia hurgando en las basuras. Hoy, en los lugares donde se concentran los desechos, podemos ver grupos de personas (sobre todo hombres, pero también mujeres, niños, ancianas) rebuscando algo de comida. Lógicamente también han crecido vertiginosamente la mendicidad, la prostitución, la drogodependencia, las situaciones de calle y la desescolarización.

Ahora, el plan de liberalización vino acompañado por una iniciativa gubernamental que tiene como objetivo reducir el impacto de la liberalización sobre los sectores populares: los Comités Locales de Abastecimiento y Producción, mejor conocidos por sus siglas CLAP. Salvando las distancias (hay un elemento claramente clientelar en la iniciativa venezolana), podríamos comparar los CLAP a las Juntas de Abastecimiento y Control de Precios (JAP), las combativas plataformas del Chile de la Unidad Popular que asumieron el control de la distribución y tenían legitimidad y autonomía para confiscar los cargamentos de los comerciantes. En nuestro caso, los CLAP no han madurado como lo hiciesen los JAP, no se han asumido como expropiadores de los expropiadores, pero sin duda alguna son espacios que generan autoorganización en la distribución de bolsas de comida (vendidas a precios regulados), y representan un paliativo para los sectores populares que son beneficiados.

En el transcurrir del año también hemos sido testigos de un salto cualitativo en algunas organizaciones chavistas revolucionarias. Me refiero a experiencias comunales como las de La Comuna El Panal en Caracas y Valencia (dirigida por el colectivo Alexis Vive), La Comuna el Maizal en Lara o La Comuna Agroecológica El Tambor en Mérida, por mencionar solo algunas, y a experiencias obreras como Proletarios Unios en Barquesimento o la Fábrica Chema Saher en la Sierra de Falcón. Las primeras, las experiencias comunales, se van consolidando como autogobiernos populares que, en la crisis, se han autonomizado del Estado y han impulsado producción bajo nuevas formas de propiedad social. Estas comunas son, sin duda alguna, gérmenes de la nueva sociedad como lo fueran los soviets a inicios del siglo XX. Por otro lado, las experiencias obreras de tomas de fábricas se van convirtiendo en ventanas a un porvenir más justo para los obreros en la zona centro del país. Para mi ambas representan el verdadero espíritu chavista y bolivariano, aquel que se rebela contra lo que hay y que se niega a ser sometido. Son experiencias que se deben convertir en un faro para los chavistas revolucionarios, para aquellos que creen en una nueva forma de organizar la economía y la política, para aquellos que reconocen las injusticias del presente capitalista y aspiran a construir una sociedad socialista.

HI: ¿Qué perspectivas se abren para 2017? ¿Qué tendencias en curso marcarán la agenda?

CPM: El próximo año se perfila difícil. El gobierno predice y celebra que veremos un repunte económico hacia mediados de año por el nuevo acuerdo de la OPEP. Pero, ¿puede el pueblo que sufre considerar esto buenas noticias? Seis meses más bajo la situación actual, seis meses más de sacrificios ignorados por la dirección chavista, seis meses más cediendo ante las presiones del capital... la situación no pinta bien. No es extremo hablar de un periodo especial, y es fundamental que al pueblo se le plantee un objetivo. Fidel, cuando cayó la Unión Soviética, reconoció la gravedad de la situación a su pueblo, sus enormes sacrificios, y planteó un camino digno, con un horizonte heroico, para los cubanos: “Cuba será un eterno Baraguá”. [2]

HI: ¿Cuáles son las principales tareas desde la perspectiva del bloque popular?

CPM: Yo diría que la tarea principal de los revolucionarios es construir una unidad bolivariana de izquierda, un bloque chavista autónomo con capacidad de analizar la situación sin amarres institucionales, una plataforma desde la que se plantee sin miedo la situación que vivimos (sus raíces, las clases y tendencias en pugna, las consecuencias, la salida revolucionaria). Claramente, una importante parte del pueblo ha dejado de creer en el gobierno precisamente porque éste no le dice la verdad.

Finalmente, este bloque debe estar atado a las iniciativas populares más avanzadas y, sin convertirse ahora en una oposición de izquierda, debe ser audaz y jugarse el todo por el todo para salvar el proyecto chavista y, en consecuencia, salvar al pueblo de la catástrofe.

En septiembre de 1917 Lenin escribió un texto brillante, “La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla”.[3] En ese documento de gran vigencia, el bolchevique analizó la pasividad del gobierno de Kerensky ante la conspiración capitalista y planteó el programa para salir de la crisis. Propongo que leamos el texto, y entendiendo que no hay fórmulas para hacer la revolución, nos aboquemos a la tarea de construir un bloque de izquierda que, verdaderamente libre de lazos burocráticos y miedos mezquinos, se plantee nuestra salida a la catástrofe que nos amenaza.


NOTAS:

[1] Chris Gilbert y Cira Pascual Marquina, “El espejismo del “país productivo” y el futuro del pueblo venezolano” en Rebelión por Chris Gilbert y Cira Pascual Marquina léalo a continuación


De un tiempo a esta parte se ha puesto de moda la idea de salir del rentismo e ir hacia un país productivo: “Estamos en el momento de tomar un nuevo impulso hacia los objetivos fundamentales de un país productivo”, declaró recientemente el Presidente Maduro en una elocución que encuentra eco diario en las declaraciones del tren ejecutivo. Más allá de la incógnita a despejar sobre si el nuevo país productivo sería capitalista o socialista --y sólo la segunda opción cuadra con el Plan de la Patria--, esta consigna relega a segundo plano tareas que son más urgentes y que condicionan la construcción de un país productivo a mediano o largo plazo.

Empleemos una metáfora. Levantar la bandera de la productividad hoy, en frío, en abstracto, equivale a decir que “vamos a llenar el tanque” antes de sellar el agujero. En la actualidad, nuestra consigna debe ser “eliminar la fuga”. Hablar de llenar el tanque sin eliminar la fuga representa, intencional o involuntariamente, un engaño discursivo al pueblo.

Es cierto que la economía venezolana tiene un fuerte sesgo rentístico. Esto quiere decir que el país capta en el mercado internacional una gran cantidad de valor no producido en Venezuela a través de la explotación del petróleo y su comercialización en el exterior. Actualmente, con el crudo venezolano alrededor de 25 dólares/barril, el costo promedio de su producción en 20 dólares/barril, y la colocación en el mercado internacional de 1.5 millones de barriles/día, el ingreso petrolero neto ronda los 7.5 millones de dólares/día1.

Aun siendo menor que antes, este ingreso representa una suma considerable. Es lógico entonces que en tiempos de crisis el primer paso de un gobierno popular debe ser racionalizar el uso del ingreso para asegurar la subsistencia digna del pueblo trabajador y para garantizar que los más humildes no caigan en la pobreza extrema. Esto es imprescindible porque generar nuevas formas de ingreso a través del incremento y diversificación de la producción --construir un país productivo-- tardaría años en dar resultados.

Racionalizar el uso de la renta petrolera implica: (1) planificar las importaciones, priorizando rubros que aseguren la supervivencia del pueblo --alimentos y medicamentos que no se pueden producir en Venezuela en este momento, materias primas, etc,--, y poner fin a la importación de, por ejemplo, carros privados e institucionales, etc.; (2) eliminar formas de parasitismo de la clase burguesa y grupos privilegiados (burguesía emergente) que son una carga demasiado pesada en tiempos de crisis; y (3) asumir la necesidad de impago o postergación de pagos de la deuda externa2.

En referencia al primer punto, la única forma de racionalizar las importaciones es centralizar y estatizar el proceso y crear un órgano de supervisión popular directa. En cuanto a la segunda meta, eliminar el parasitismo, es imprescindible nacionalizar y centralizar la banca, que no cumple ningún rol productivo y ha tenido ganancias multimillonarias durante la crisis 3 . Así mismo es impostergable la nacionalización de sectores estratégicos de la producción como Alimentos Polar, cuyas enormes ganancias cabalgan sobre importaciones de materias primas fuertemente subsidiadas por el Estado venezolano.

Controlar la renta a través de estas medidas (“eliminar la fuga”) es la única forma de asegurar que el pueblo pueda vivir dignamente durante los próximos meses… y cuando esté asegurada la continuidad de la vida, entonces podremos pensar en desarrollar un nuevo modelo productivo usando como base el excedente recuperado. Coincidiendo con esta perspectiva, el economista uruguayo Rodrigo Alonso argumenta que, en el caso venezolano, “el control del grueso del excedente económico y la renta petrolera en su destino es clave para el impulso de las fuerzas productivas. Solo así será posible orientar el conjunto de los recursos nacionales al desarrollo, sin dilapidar riqueza en el consumo suntuario de la burguesía”.

Todo esto parece cuestión de sentido común y lo es. Sin embargo hay quienes proponen la construcción de un país productivo --con inversión extranjera y con la vieja burguesía estafadora-- sin poner orden en la casa. Este mito se derrumba recordando el Fondo Chino y el desfalco multimillonario que se “escapó por el hueco” en 2012, y la Mesa Económica de 2014, en la que se acordó el otorgamiento de subsidios extraordinarios en divisas y se aprobaron condiciones ventajosas para la producción nacional, con los resultados que todos conocemos.

En la historia de Venezuela encontramos múltiples intentos de estafar al pueblo en lo que atañe a la renta petrolera. Se ha dicho que el petróleo es “de la humanidad”, que es el “excremento del diablo”, que un país “normal” no se enfoca en eso, y, más recientemente, que “todo extractivismo es malo”... todo para restarle importancia, para distraer a los venezolanos, para enajenarles de la riqueza más importante que tienen en lo inmediato.

La consigna “construyamos un país productivo” sin plantear un uso de la renta más justo, más racional, más humano, sería un capítulo adicional en una larga historia que ha separado al pueblo de una riqueza extraordinaria que es suya. Asegurar el control popular real de la renta y del excedente es cuestión de vida o muerte en el futuro próximo del pueblo venezolano y, en consecuencia, es imprescindible para construir un futuro socialista.

1 Según cifras del BCV, en 2014 el 98% de las divisas que entraron a Venezuela fueron producto de la exportación petrolera.

2 La deuda a pagar en 2016 (intereses y capitales), es de aproximadamente 14000 millones de dólares, mientras que los vencimientos de la deuda de PDVSA (deuda que sí se debe pagar, ya que de no hacerse se corre el riesgo de incautación de los activos de la petrolera en el exterior) rondan los 4000 millones de dólares.

3 Por supuesto, cualquier medida contra la corrupción ayudaría, pero “luchar contra la corrupción” en abstracto, sin golpear la banca privada y sin poner fin al caos en el proceso de importaciones que hoy gestiona la burguesía, es también un espejismo.
Chris Gilbert y Cira Pascual Marquina son profesores de estudios políticos en la Universidad Bolivariana de Venezuela. 

[2] Ver proclama del periódico PolítiK, “A un año de la nueva etapa”: http://tatuytv.org/index.php/analisis-y-opinion/comunicados/3324-a-un-ano-de-la-nueva-etapa.

[3] V.I. Lenin, “La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla”: https://app.box.com/s/ee9jq1lk0qbz36lt3jkquc5kjxf96dl0.

Hemisferio Izquierdo-Rebelión / Escuela Bolivariana del Poder Popular
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1er Balance 2016: Ganadores y Perdedores en la Guerra Económica

En los #DebatesParaAvanzar traemos varios artículos con diversidad de opiniones, los cuales dan un balance de lo ocurrido este 2016. En este caso leamos al camarada Ronald Muñoz: 

2016: Ganadores y Perdedores en Venezuela



Ganadores:

El Gobierno: En el año de 2016 sin lugar a dudas el Gobierno se anotó una victoria político-institucional: seguir siendo gobierno y garantizar la gobernabilidad. Una victoria sobre todos aquellos sectores políticos que intentaron derrocar al Poder Ejecutivo o generar las condiciones para la explosión de un estado de conmoción social. No obstante, esta victoria ha sido pírrica porque su verdadero problema, el problema de fondo, cada día se profundiza más y ese no es otro que el malestar generalizado ante la extremadamente grave situación económica que vive el país.

Los militares corruptos: Aclaremos de antemano que de ninguna manera estamos generalizando al estamento militar, no todos los militares son corruptos, y obviamente no todos los corruptos son militares. Pero el papel exageradamente protagónico que los militares han adquirido durante el Gobierno del Presidente Nicolás Maduro los convierte en el elemento central de la administración pública. Controlan todo: desde la distribución de alimentos, pasando por la industria petrolera, la industria minera, producción y distribución de cemento, Venezuela Productiva Automotriz, adjudicaciones de viviendas, y el resultado de esto es el peor posible: todo lo que controlan termina en mafias de contrabando, vendido con altísimos sobreprecios o en otro país, y casi nada le llega de manera regular al pueblo. Esto es muy grave porque se trata de las políticas de Estado dirigidas a revertir los estragos de la situación económica y a impulsar el despegue económico de la nación, de manera tal que si los recursos para el desarrollo de estas políticas se extravían su impacto en la vida del pueblo es altísimo, como en efecto está ocurriendo. Es comprensible que en algún momento el Presidente Maduro experimentara entregando grandes responsabilidades a militares para tratar de solventar alguna falla detectada en alguna institución, pero si ya se ha visto que el resultado de esto es tan negativo no se comprende que se siga colocando oficiales militares al mando de toda clase de organismos y empresas del Estado, más aun cuando el propio Presidente Nicolás Maduro en diciembre del año 2015 había anunciado su decisión de que los militares regresaban a los cuarteles.

Los bachaqueros: Tanto los informales como los corporativo-institucionales. Ambos han seguido obteniendo ganancias por su negocio, los primeros en la calle con la complicidad de comerciantes especuladores y funcionarios corruptos, que entre ambos les mantienen surtida la mercancía. La segunda clase de bachaquero, la corporativo-institucional expresada en el PAC o grandes tiendas como Traki, de hecho facilitó a los primeros el aumento de sus precios, dado que los precios de los bachaqueros institucionales superaron los de los bachaqueros informales quienes a su vez (al igual que sus proveedores) tuvieron con esto la justificación para aumentar también sus precios. Al sol de hoy entre todos siguen viviendo de lo lindo gracias a su negocio, el cual se sostiene sobre la criminal especulación de los precios de productos como alimentos y medicinas. Mención a parte merece el extraño caso de cadenas de tiendas de ropa que ahora se dedican a la venta de alimentos importados a precios exorbitantes sin que ninguna institución se aparezca a preguntarles si quiera con que tipo de dólares trajeron esa mercancía y de donde obtienen la autorización para vender a semejantes precios.


Los empresarios y comerciantes especuladores: Han hecho una verdadera fiesta con el país los empresarios especuladores, quienes ante cualquier excusa (como los aumentos de sueldo promulgados por el Gobierno) subieron los precios, aunque no pocos de estos empresarios recibieron divisas para importar o producir sus productos. En la misma tónica se encuentran los comerciantes que remarcan y remarcan precios semanalmente incluso cuando se trata de mercancía que tiene años ahí. Muchos de estos personajes se justifican en el incremento de la cotización del dólar, sin embargo, apenas sube el dólar inmediatamente remarcan los precios, pero cuando el dólar baja los precios los dejan como están.

La Narco-Oligarquía colombiana: Mientras el Presidente de la Republica nos brinda a diario extensos discursos en los que recurrentemente se menciona a la ultraderecha neogranadina, la realidad contrasta de manera avasallante con esto, toda vez que a cada anuncio de cierre de frontera con Colombia o cualquier otra política soberana de nuestro Gobierno que afecte los intereses de las mafias fronterizas inmediatamente le sigue el malestar de la narco-oligarquía colombiana y el envío de su representante Juan Manuel Santos, quien no sabemos bajo que tipo de argumentos siempre logra su objetivo dejando en puras palabras los enunciados de nuestro actual Gobierno que (ante las peticiones de Santos) siempre termina echando para atrás sus decisiones.

Estados Unidos: Al igual que en el caso anterior, en contraste a los extensos discursos ofrecidos por el Presidente Nicolás Maduro, la realidad es que los intereses de las empresas estadounidenses en Venezuela siguen intactos, muchas de ellas incluso reciben divisas para sus negocios sin que eso las detenga para no aumentar los precios. La satisfacción del gobierno estadounidense se refleja en las reuniones con altos funcionarios de la Casa Blanca como Thomas Shannon, quien hasta fue recibido en Miraflores y es señalado por algunos medios estadounidenses como "impulsor" del proceso de Dialogo en Venezuela. Hasta tal punto llega la influencia estadounidense en nuestro país que durante el mes de diciembre el Presidente denunció un "sabotaje internacional" para impedir que llegaran a Venezuela los billetes del nuevo cono monetario anunciados por el Ejecutivo, no obstante la empresa contratada para la fabricación de los billetes es nada más y nada menos que la "Crane Currency", la cual es una empresa estadounidense al servicio del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos. Al igual que muchas de las cosas que han sucedido últimamente en el país, nadie ofreció ninguna explicación sobre quien o quienes tomaron la decisión de contratar a una empresa con semejantes credenciales para un trabajo tan importante como la impresión del cono monetario de nuestro país: como se viene haciendo costumbre nadie es el responsable.

Perdedores:


La MUD: Si este año tuvo un gran perdedor en lo político esa sin lugar a dudas fue la denominada Mesa de la Unidad Democrática: no fue capaz de cumplir con absolutamente ninguna de las promesas que durante la campaña electoral le hizo a sus votantes. Para rematar, sus posiciones contradictorias con respecto a puntos clave como el Dialogo se tradujo en una enorme pérdida de credibilidad por parte de la gente que les apoya.



El Gobierno: Si bien el Poder Ejecutivo es ganador desde el punto de vista político-institucional, el malestar que existe en todos los estratos de la sociedad venezolana se convierte en una peligrosa derrota para el Gobierno. La jefatura de Gobierno perdió por paliza la guerra económica durante el 2016, año en el que dólar llegó a cotizarse por encima de los 4000 bolívares, cotización que ya viene alcanzando de cerca nuevamente ante la espeluznante pasividad del Gobierno. Con una exorbitante escalada de precios que suben y suben cada semana, la calidad de vida del pueblo venezolano está hecha trizas por completo. Falta de planificación, improvisaciones, falta de transparencia, burocratismo a todos los niveles, clientelismo político, incongruencia, inseguridad e indecisión en la aplicación de planes y políticas fueron las características expuestas en lo económico por el Gobierno durante el año 2016, lo grave es que no estamos hablando de un juego de video: estamos hablando de la vida de más de 30 millones de personas. A más de 3 años transcurridos desde el inicio del mandato del Presidente Nicolás Maduro el país sigue a la espera de un Plan Económico dirigido a resolver los problemas estructurales del país, y medidas de fondo para contener la inflación como la implementación de un sistema público y transparente de asignación de divisas y la derogación del acuerdo cambiario binacional con Colombia, medidas que de ser tomadas detendrían de inmediato la escalada inflacionaria provocada por el dólar paralelo, medidas que de manera sorprendente ni siquiera son contempladas por el Poder Ejecutivo, un Poder Ejecutivo que hasta el momento ha fracasado de manera estrepitosa en su rol de defensor y garante de los derechos y la calidad de vida del pueblo, todo esto con una cotización del barril de petróleo superior a la que tuvo Chávez durante la mayor parte de su mandato. Celebrar la no realización del referéndum revocatorio (o aprobatorio) como si eso fuese una victoria es inapropiado por cuanto Victoria hubiese sido que el referéndum se hubiese realizado y el Gobierno lo hubiese ganado.

El Pueblo: Si algo tienen en común las dirigencias políticas tanto gubernamental como opositora, así como los grandes sectores empresariales y comerciantes, conjuntamente con un sector del estamento militar, es que a ellos no les ha afectado la devastadora crisis económica que enfrenta nuestra nación. Por ende, sin lugar a dudas el gran perdedor durante todo el año 2016 ha sido el pueblo, que es el que ha tenido que soportar el resultado de las embestidas corporativas internacionales contra nuestro país, las políticas de desestabilización de la ultraderecha y sus aliados empresariales, la usura y especulación de comerciantes y bachaqueros, y por si todo lo anterior fuera poco, el pueblo también ha tenido que soportar la absoluta incapacidad demostrada por el Gobierno hasta ahora para hacer frente a la grave situación económica que enfrenta el país. Ya para los últimos días del 2016 todos los precios de todo se duplicaron y hasta triplicaron, convirtiendo en una verdadera odisea de supervivencia la vida del venezolano común, cuyo sueldo no alcanza ni para vivir una semana, situación que se agrava mucho mas cuando se trata de núcleos familiares promedio con mas de dos miembros. No menos dura ha sido la situación de una gran cantidad de compatriotas que agobiados por el impagable costo de la vida en Venezuela han tenido que irse del país dando inicio a situaciones complicadas de ruptura familiar.

Aporrea / Escuela Bolivariana del Poder Popular
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