Agroecología sin patriarcado ni capitalismo

#DebatesParaAvanzar “La agroecología sólo es posible cambiando las relaciones de dominación y expropiación contra las mujeres”.

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Cuba | 19 de junio de 2018

En el marco del Encuentro Global de Escuelas y proceso de formación en Agroecología que realiza La Vía Campesina en Cuba ( del 27 al 30 de Mayo) se debatió sobre la importancia del rol de las mujeres en la Agroecología, en la mesa denominada “Feminismo Campesino y popular y Agroecología” mujeres de diversas organizaciones miembros de Asía, Europa, África y América, junto con una amplia delegación de mujeres cubanas, intercambiaron sus experiencias y resistencias desde sus territorios y contextos, buscando fortalecer la Agroecología Campesina para la Soberanía Alimentaria.

A lo largo de la historia las mujeres han sido creadoras de la agricultura, la base física del sostén de la humanidad. Por más de 10 000 años han creado saberes, desarrollados técnicas, fueron y son hoy las productoras de los alimentos que alimentan al mundo entero. “Somos y hemos sido quienes cuidamos y reproducimos las semillas. Somos y fuimos cuidadoras de la naturaleza. Somos mujeres en resistencia que luchamos por crear una nueva sociedad sin capitalismo y sin patriarcado en una sociedad con justicia, paz y libertad” resaltó en la apertura Noeli Welter Taborda del Movimiento de Mujeres Campesinas, MMC de Brasil.

Por su lado, Rita Trace de la organización Paragos (Unidad Campesina por la Reforma Agraria y Desarrollo Rural) de Filipinas empezó su ponencia comentando cómo la Revolución Verde trajo graves consecuencias para la agricultura; de manera puntal, para las mujeres campesinas, pues profundizó la desigualdad, y los hombres pasaron a recibir aún más privilegio, por ejemplo con las maquinarias. Al mismo tiempo, cómo la comercialización se puso por encima de la producción para el autoconsumo. De esta manera las mujeres perdieron el control sobre las semillas. “Cuando la revolución verde falló, llegó el hambre. Y eso puso a las mujeres en una situación de mayor explotación, de tener que trabajar aún más para enfrentar el hambre” indicó. Ella vive en un territorio amenazado por milicias contratadas por terratenientes, y hace agroecología entre balas y un eminente peligro.

Alimata Traxé una joven mujer en representación de la Convergencia de Mujeres Rurales por la Soberanía Alimentaria – COFERSA, de Mali en el continente Africano relató como las mujeres percibieron la urgencia de organizarse en su región, y enumeró una serie dificultades que tuvieron con los hombres que no comprendían la necesidad de que las mujeres campesinas tengan voz propia. La Convergencia a la que pertenece fue creada en el 2009 y cuenta con 45 cooperativas en distintas provincias de Mali. “Somos una organización autónoma de mujeres orientada a defender la Soberanía Alimentaria en África, porque creemos que es posible ejercerla. Trabajamos en campos de producción de semillas nativas con agroecología campesina. Luchamos por tener tierra para cultivar y para evitar el despojo de nuestras tierras colectivas a causa del brutal acaparamiento de tierras que afecta este continente” asentó.

Desde Oriente Medio, Safa Jelide de la Organización Un Millón de Mujeres Rurales de Túnez elogió la situación Cubana donde se evidencia que una Reforma Agraria es posible, lo cual le genera mucha esperanza. Asimismo, partió por recordar una reflexión de la mártir Chokri Blaeid, quien fue asesinada en el 2012 por fascistas islámicos, y destacó la importancia de la mujer en la revolución “prométeme mujer de mi país, jazmín de mi país, de luchar, de resistir, de no negociar, eres el futuro y el futuro le pertenece”. En ese sentido, Safa destacó la persistente lucha contra la sociedad patriarcal que enfrentan las mujeres en su región. Además, denunció la grave situación en que viven las mujeres del campo “En todos los países del medio oriente, la situación de las mujeres campesinas es mucho peor. Las mujeres campesinas no tienen ni documento nacional de identidad; hacen los trabajos más duros del campo, con doble jornadas y ganan apenas la mitad que los hombres, ni siquiera participan de las elecciones que les permitan tener políticas públicas que garanticen sus derechos. Creemos que aún hay mucho que hacer, y lo estamos haciendo, las mujeres tenemos mucha energía y esperanza” ratificó. 

La intervención de María Soc Carrillo de Coordinadora Nacional de Viudas, CONAVIGUA de Guatemala por América Latina se centró en la óptica indígena, mencionó que si bien las comunidades indígenas saben que el feminismo no nace desde las organizaciones indígenas, lo han tomado como parte de sus reivindicaciones porque son parte de las relaciones de respeto que debe existir entre los seres humanos y con la madre tierra. “Como pueblos tenemos claro que la discriminación hacia las mujeres no se daba antes de la colonización. Hoy las mujeres indígenas somos triplemente explotadas: por ser indígenas, por ser pobres y por ser mujeres. Sin embargo, somos quienes estamos defendiendo y resistiendo por nuestros territorios contra las corporaciones transnacionales, contra políticas públicas que retiran derechos, produciendo alimentos sanos y accesibles, rescatando nuestros saberes ancestrales en armonía con la madre tierra, pues la agroecología no es algo nuevo, siempre la han practicado nuestros ancestros de generación en generación” enfatizó.

Desde EEUU Onika Abraham de Coalición Nacional de Agricultores Familiares congratuló este espacio de discusión, “Soy una mujer afroamericana, con raíz campesina y eso me ha traído muchos problemas”. Si bien el movimiento feminista tuvo una primera ola por derechos por los que todavía hoy se luchan. Según Onika, el enfoque fue muy estrecho y dejó de lado la lucha por otros derechos particulares, por ejemplo de las mujeres negras. Hoy en los EEUU las mujeres ganan un 80 % de lo que gana un hombre por el mismo trabajo. Además, destacó el trabajo del movimiento “Las vidas negras importan” como un buen ejemplo que ha permitido expresarse a sectores históricamente excluidos como las mujeres, negrxs, pobres y migrantes frente a la una alarmante agudización del racismo policial “Así se fueron incluyendo además, las luchas por los derechos de los grupos de diversidad sexual y se fueron transversalizando otras problemáticas” señaló. 


En las reflexiones finales, Nivia da Silva del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra, MST de Brasil indicó que para las mujeres del campo el capitalismo representa hoy una expropiación de los bienes naturales pero también una expropiación brutal del cuerpo de las mujeres y eso significa su violación. En su intervención afirmó, “La agroecología solo es posible cambiando las relaciones de dominación y expropiación contra las mujeres. Construir la agroecología es construir la presencia de las mujeres en todas las instancias. Todas nosotras debemos volver a nuestras regiones y llevar estas experiencias, debemos continuar formándonos y buscando construir nuevas relaciones de género para cambiar estas relaciones de violencia que hoy vivimos, por eso decimos que sin feminismo no hay agroecología”.

A modo de conclusión, Francisca Rodríguez de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales de Indígenas, ANAMURI de Chile, añadió “No es posible pensar la agroecología sin recuperar el lugar, el saber, los conocimientos y las prácticas de las mujeres en el campo. Tenemos que juntar nuestras energías para sumar y lograr erradicar el machismo dentro de nuestras organizaciones, y en la sociedad. Sin esto, no es posible vencer al capitalismo ni hacer agroecología, pues el patriarcado es uno de los pilares que sostienen este sistema de muerte y exclusión”.
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¿Qué significa para América Latina y el Caribe la (s)elección de Iván Duque en Colombia?

 "El triunfo de Iván Duque representa un refuerzo de la actual política colombiana subordinada a EEUU, la elevación del riesgo de reavivar el conflicto social interno y de comprometer a Colombia en acciones bélicas contra Venezuela y en otras regiones del planeta."

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Por Javier Tolcachier / Pressenza

La perspectiva histórica
Hace exactamente cien años asumió la presidencia de Colombia Marco Fidel Suarez, quien acuño el lineamiento de política exterior llamado Respice Polum (“miremos al polo” o “hacia el Norte”) o Doctrina Suárez. Desde entonces, y con pocas interrupciones como la del general nacionalista Gustavo Rojas Pinilla (1953-57) y de manera menos estridente, en el período de Ernesto Samper (94-98), Colombia ha actuado subordinada a los intereses expansionistas de los EEUU limitando la soberanía de sus relaciones internacionales. Poco antes, Colombia perdía su provincia centroamericana, que se independizó como Panamá en 1903 por el interés de EEUU de construir el canal interoceánico. Suárez fue actor principalísimo en la ratificación del Tratado Urrutia-Thompson, firmado en 1914, por el cual se otorgaban algunas compensaciones a Colombia por su pérdida territorial e intentaba “normalizar” la relación quebrada con EEUU por la secesión panameña.

El Acta de Chapultepec de 1945, la firma del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca en 1947 y la creación de la OEA en 1948 - justamente en Bogotá - constituyeron la implementación luego de la segunda guerra mundial de la Doctrina Monroe, dando juridicidad a la hegemonía y la posibilidad intervencionista de los EEUU en la región.

A la muerte del tribuno liberal Jorge Eliécer Gaitán siguió la guerra interna.

El Frente Nacional (1958-1974) y la misma guerra interior, fueron escudo y excusa de la plutocracia aliada con los EEUU contra todo intento progresista o de izquierda para cambiar las cosas. El mismo objetivo de control militar y civil, bajo la apariencia de la lucha contra el narco, tuvieron la Iniciativa Mérida y el Plan Colombia.

¿Novedades en el frente? El actual enemigo principal de EEUU
En Enero de este año la administración Trump hizo pública la renovación de su estrategia de seguridad nacional – hasta ahora enfocada en la “lucha contra el terrorismo global” - poniendo como principales vectores de amenaza la competencia de Rusia y China en el tablero mundial. Lo que se quiere evitar es la pérdida de hegemonía estadounidense y el ascenso de Oriente como principal polo planetario.

EEUU ha logrado mejorar su posición geopolítica relativa en América Latina, luego de los golpes parlamentarios en Honduras, Paraguay y Brasil, la victoria de Macri y el partido colorado en Paraguay, la reelección de Piñera en Chile, el giro a la derecha de Moreno en Ecuador y el debilitamiento del gobierno del FMLN en El Salvador. El país del Norte ataca a Venezuela, a Nicaragua y a Bolivia para eliminar todos los focos de resistencia de izquierda a su hegemonía.

Sin embargo, la situación es precaria e inestable. En Perú ya echaron a PPK y el nuevo presidente Vizcarra está en posición endeble. En Brasil, el golpista Temer no cuenta con aprobación popular, lo mismo sucede con Juan Orlando Hernández en Honduras, reelecto en circunstancias fraudulentas. En Guatemala, se pide la renuncia de Jimmy Morales. En México, a todas luces va a ganar las elecciones el reformismo progresista de López Obrador. En Argentina, EEUU ha establecido un protectorado económico a través de fondos buitres y el FMI, lo que augura una enorme conflictividad social ante el ya evidente fracaso económico y social de Macri.

Colombia hoy
En Colombia, luego de los Acuerdos de Paz las acciones bélicas han disminuido, aunque continúan los asesinatos selectivos a líderes campesinos y sociales que protagonizan la oposición local al feudalismo terrateniente, a los megaproyectos extractivistas y de infraestructura.

Por otra parte, Colombia continúa siendo el principal proveedor de droga del mercado estadounidense, aumentando la superficie de cultivos de coca en los últimos años, a pesar de fumigación indiscriminada, guerra institucional y foránea. Lo cual muestra – como mínimo – la ineficacia de tales planificaciones. O acaso, que las intenciones no declaradas de dichos planes nunca contemplaron una reducción efectiva del narcodelito.

Más allá de la veracidad estadística o no de esta cifra, esto constituye una argumentación propicia para continuar la acción militar y de seguridad de EEUU en territorio colombiano. En la última visita a Colombia del ahora ex secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, el Gobierno de Colombia aseguró su voluntad de conformar una fuerza de tarea conjunta para combatir el narcotráfico. EEUU, por su parte, anunció la renovación de la cooperación – una continuidad del Plan Colombia concebido durante la presidencia del conservador Pastrana – por cinco años más. O sea, más de lo mismo.

Por si fuera poco belicismo, “el premio Nobel de la Paz” Santos sumó recientemente a Colombia como socio global de la OTAN, ofreciendo al país como cabeza de playa en Sudamérica.

En términos regionales, Colombia ha suspendido sus actividades en UNASUR y conspira abiertamente contra el legítimo gobierno bolivariano de Venezuela en conjunto con la docena de países nucleados en el grupo de Lima.

Entonces, ¿qué significa para la región el resultado de la segunda vuelta?

Si se mira el mapa de los actuales gobiernos, América Latina y Sudamérica están partidas, divididas por la influencia estadounidense, la propaganda de medios concentrados y una mezcla de acomodados y arribistas en cada país que se niega a solidarizarse con los sectores desposeídos y discriminados, la mayoría mestiza, negra y originaria de la región.

En este contexto y desde el punto de vista de la política exterior, el triunfo de Iván Duque representa un refuerzo de la actual política colombiana subordinada a EEUU, la elevación del riesgo de reavivar el conflicto social interno y de comprometer a Colombia en acciones bélicas contra Venezuela y en otras regiones del planeta.

La (s)elección de Duque por quienes lo respaldan, augura la permanencia de efectivos militares estadounidenses y el uso de bases colombianas por parte de EEUU, el retroceso de los procesos de integración soberanos y pone en riesgo la Declaración de América Latina como Zona de Paz lograda en la reunión CELAC de 2014.

Duque será un presidente débil en manos de la oligarquía y las fuerzas partidocráticas a su servicio, lo que producirá una acentuación del neoliberalismo y la propiedad concentrada de la tierra, las finanzas y los medios, alejando toda posibilidad de acotar o disminuir las enormes brechas de desigualdad.

En definitiva, en términos geopolíticos, todo indica que el nuevo presidente seguirá con la política del “partido único de dos cabezas” de ser apenas un satélite de los intereses estadounidenses en América Latina.

Petro, apoyado por gran parte del arco progresista colombiano - y sobre todo por mujeres y jóvenes, columna vertebral del activismo por la paz - hubiera constituido un fuerte impulso a conservar lo ganado en los Acuerdos de Paz y la posibilidad de una progresiva reconciliación. Hubiera sido el gobierno progresista que le faltó a Colombia, mientras otros países de América Latina avanzaban en la integración y las mejoras sociales con Lula, Cristina y Nestor Kirchner, Correa y aún más marcadamente con Chávez y Evo.

No hay dudas que en esta segunda vuelta triunfó la continuidad de la partidocracia, en cerrada coalición con la opinión de los medios de difusión hegemónicos, las iglesias retrógradas y la estrategia de la administración estadounidense. Ganó el candidato del bipartido único, de la oligarquía y la conservación.

Pero los guarismos muestran también que hay un importante sector de la ciudadanía que quiere una Colombia distinta. En este sentido, los ocho millones de votos conseguidos son una voz fuerte que sitúan a Gustavo Petro como líder de la oposición, quien junto a la resistencia ciudadana y rural dificultarán al nuevo gobierno ejecutar sin más su programa. Esto probablemente se hará manifiesto en la construcción territorial y en futuras elecciones municipales y nacionales. El poder no tiene asegurado el futuro.

La elección en Colombia puso de manifiesto, en coincidencia con procesos más generales, que el camino hacia una América Latina más humana es la articulación en la diversidad de las fuerzas humanistas de la izquierda y el progresismo social en el marco de una renovación de los proyectos transformadores y con el eminente protagonismo de las mujeres y los jóvenes.
Colombia | 18 de junio de 2018
 
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Del Estado de Bienestar a la Sociedad de Malestar

Es mentira. El Estado del bienestar adscrito a la socialdemocracia -fiel amante del capital- es un espejismo, tiende tarde o temprano a la sociedad del malestar. Europa lo dice hoy, no se puede estar bien con dios y con el diablo. Para que exista la sociedad de bienestar debe estar controlada por un Estado comunal que distribuya la riqueza bajo la mirada de todo el pueblo. En ese sentido presentamos para el Debate un artículo de Juan Jiménez Herrera ¿Del Estado de bienestar a la Sociedad del Bienestar?



Sin que podamos, como es natural, trazar rígidas fronteras, nos es dado afirmar que hasta el inicio de la “revolución conservadora” encabezada por la “Dama de hierro” y el actor secundario de Hollywood, allá por finales de los 70 y principios del 80 del siglo pasado, el capitalismo occidental se ha reinventado a sí mismo a través del Estado Intervencionista, benefactor o del bienestar.

El instrumento de la deuda pública, los déficit, la redistribución de la riqueza a través de un significativo sistema impositivo y las consiguientes prestaciones públicas de bienes y servicios sustentan lo que ha venido en denominarse Estado social o del bienestar. Quiebra, no obstante, este modelo tras la toma de conciencia por parte de los sectores más duros del capital del hecho de que, por ese camino, el propio sistema capitalista corría el riesgo de desnaturalizarse. En efecto, la cada vez más alta participación del Estado en el PIB y la existencia de importantes sectores estratégicos en manos públicas amenazaba con superar el umbral que diferencie al capitalismo de una economía fuertemente socializada o, cuando menos, estatalizada.

Imagen relacionadaAsí, lo que hasta entonces era deuda pública se troca en deuda privada. En el discurso neoliberal ya no será el Estado quien se endeude para prestar servicios o bienes a la población o, a mejor decir, ya no se incorporarán otros nuevos servicios o bienes en el elenco de la actividad prestacional del Estado, al contrario, será la misma sociedad la que asuma el coste de estas nuevas prestaciones o servicios, incluso de las tradicionalmente realizadas por el Estado. La enorme masa de capitales acumulados en los tres decenios posteriores a la Segunda Guerra Mundial, provenientes de la plusvalía extraída a los trabajadores de Occidente, como a los de los países colonizados, semiconlonizados, etc, y la plena recuperación del potencial económico de Europa, como ya sucediera, asimismo, después de la Primera Guerra Mundial, conducirán, nuevamente, al mundo capitalista, a una seria crisis de sobreproducción.

El capitalismo se encaminará, desde entonces, en el marco de la citada crisis de sobreproducción, a dar curso al mayor de los volúmenes de crédito privado de la historia económica, en auxilio de una menguada solvencia de la demanda, fenómeno concomitante a la propia crisis. Se sustituirá al Estado endeudado por una población endeuda, la deuda pública por la deuda privada. Y en efecto esto surtirá sus efectos: con la ayuda del crédito hiperdesarrollado, la solvencia de la demanda aumenta, la máquina de producción recupera su frenética actividad, se sucede la revolución cibernética, el ciudadano, más que nunca, se convierte en un febril consumidor de todo tipo de artículos: ordenadores, electrodomésticos de nueva generación, paquetes de ocio, servicios médicos, educativos y asistenciales, ajenos a los sistemas públicos de previsión social, etc.

En occidente la reducción, o cuando menos el estancamiento del Estado de Bienestar Social, se compensa con el alumbramiento de una nueva realidad: la sociedad del bienestar. Pero ello sucede a condición de que el ciudadano, el asalariado, se endeude. No ya para sobrevivir, sino para vivir en el confort. Las tarjetas de crédito, los préstamos de consumo, las hipotecas, etc. provocan que el asalariado cuente con una solvencia más allá de su salario, esto es, sobrepasando la capacidad monetaria estricta para reproducir sus fuerzas físicas y psíquicas a corto plazo (algo, sin duda, inédito). Al contrario, las necesidades de realización de la plusvalía del capital, en una economía de la abundancia y en el marco de unos salarios que crecen a un ritmo bastante menor que la acumulación del capital, obligan a éste a prestar al asalariado para que consuma más allá del nivel que le permitiría el poder de compra de su salario. Es decir, el capital, para poder seguir reproduciéndose, precisa “desprenderse” de parte de sí mismo, bien “entregándolo” al Estado o bien al propio al asalariado. De otra manera, ya habría sucumbido hace decenios en una profunda depresión. Pero lo hace reservándose la titularidad del mismo, a través de la figura del préstamo o, a regañadientes, perdiéndola si es a través de impuestos.

Con todo, el crédito no hace sino preparar una nueva crisis de sobreproducción en un nivel de mayores proporciones, una vez que la proyección del salario sea incapaz de soportar más endeudamiento. Llega un momento en el que la cuantía del salario es insuficiente para soportar más endeudamiento porque no es posible sumar más cuotas, más amortizaciones. En consecuencia, el sistema crediticio “corta el grifo”, entra en una grave crisis de solvencia él mismo, como consecuencia de sus excesos, y conduce a la sociedad del bienestar a una crisis profunda.

El capitalismo financiero espera ahora, en un marco de estancamiento, recuperar su inversión o recapitalizarse para poder iniciar un nuevo ciclo (en esto consiste la falta de liquidez del sistema financiero). El obligado ahorro de las familias tiene un camino seguro: el pago de las deudas en detrimento del consumo. El consumidor frenético ha sido reemplazado por un deprimido ciudadano deudor. Y entre tanto la máquina de la producción se ha parado en seco, el Estado del Bienestar ha visto cómo se han secado sus fuentes de ingresos, la sociedad del bienestar se trocado en sociedad del “malestar”. Es nuevamente la crisis del capitalismo en una fase superior, más exacerbada y violenta. O se condonan las deudas y el capitalismo financiero practica su propia eutanasia o el sistema entero se verá abocado a una crisis profundísima y duradera, muy duradera. En principio, tan prolongada como el tiempo que precisen, en general, las masas endeudas para “sanearse” financieramente. ¿Diez, quince años de austeridad, desempleo masivo y subconsumo? Parece un tiempo excesivamente largo, como para que, en el ínterin, todo el mecanismo no amenace ruina inminente.

Esto fue lo que reflexioné hace, justamente hoy, siete años.

Y, a medio camino de ese plazo decenal o quincenal, el capitalismo, lejos aún de refinanciarse con el austericidio a que ha sometido a la ciudadanía asalariada, para evitar el colapso del sistema financiero privado y el equilibrio financiero del propio Estado, ha hiperendeudado a los estados nacionales a un nivel exorbitante: 176 billones de dólares, el doble del PIB mundial. Y con ello ha cercenado la posibilidad de que, nuevamente, el presupuesto estatal salve al capital, que, en este nuevo estadio de la crisis, habría puesto en juego tan desmesurada e irreal cantidad de sí mismo, que se convertirá en incapaz de satisfacer, sin caer antes en el desgobierno total, a todos cuantos, en la ruina financiera, pretendan hacer valer su riqueza blandiendo el frío e inerte asiento contable de un banco (y Estado) en quiebra.

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