Psicología: ¿CONOCEMOS EL COSTO DE SER VARÓN?


Virilidad ¿conocemos el costo de ser hombre?

Revista Cubana de Psicología

 Patricia Arés Muzio

Facultad de Psicología, Universidad de La Habana

"Evidentemente la identidad genérica se torna hoy día una problemática de primer orden; negarla es darle la espalda a la historia, asumirla es un reto."

RESUMEN

El presente trabajo constituye una sistematización de algunas reflexiones y experiencias profesionales en torno a la problemática del rol de género y el costo psicológico de la masculinidad, desde las asignaciones sociales. Se hace una valoración de cuáles presupuestos teórico-metodológicos deben tomarse en cuenta para la utilización de los grupos de reflexión de varones como instrumento de prevención.

ABSTRACT
A sistematization of some considerations and professional experiences, concerning the psychological cost of the mandhord, coming up from social asignation, is carried out in this paper. Also, as prevention tools, an appraise of which theoretical and methodological procedures is to be taken into account in order to be used in "male reflection groups", is introduced.






En la proximidad del siglo XXI mucho se ha hablado y se sigue hablando de la problemática de la mujer en tantogénero, y por supuesto que han existido razones históricas para ello.

La mujer desde una concepción genérica ha sufrido por milenios asignaciones culturales que a la luz de las transformaciones sociales se revelan hoy como verdaderamente opresivas.

Su rol histórico, asociado a la maternidad y al hogar en varias generaciones, limitaron su acceso a la vida pública, mutilaron su derecho a la autorrealización, al desarrollo de proyectos personales, a la inteligencia y al goce de su sexualidad al margen de la maternidad.

La estructura familiar patriarcal estableció una jerarquía rígida con primacía de autoridad y poder para el hombre en tanto sexo fuerte, y de subordinación a la mujer (sexo débil). Esa realidad histórica, sumado a los cambios que inevitablemente han ocurrido en el rol de la mujer, hizo que se produjeran estallidos sociales que denunciaran las evidentes desigualdades en cuanto a deberes y oportunidades en relación al hombre y la mujer. Estos, por supuesto, favorecidos por una legitimidad cultural del permiso femenino a la expresión abierta de la queja, del dolor, los sentimientos, del ser vulnerables y víctimas.

Así surgieron los movimientos feministas (que al margen de que, en lo personal discrepemos con muchos de sus planteamientos) tuvieron el gran mérito de sacar a la arena de la discusión pública y al debate político mucho de los problemas asignados al género mujer y sus contenidos opresivos.

Cuba es un exponente que marca un hito en la historia de la defensa de los derechos de la mujer.

La Federación de Mujeres Cubanas (FMC) como organización surgida con la Revolución ha tenido en todo estos años su razón de existir en la preservación de esos derechos y en promover y desarrollar políticas sociales, códigos, preceptos y leyes que beneficien la posición social de la mujer, lo cual no ha caído en el vacío, pues los indicadores sociales de desarrollo de la misma en cuanto a inserción en la vida pública, desarrollo profesional y técnico son verdaderamente impresionantes en comparación al panorama latinoamericano y caribeño.

Hoy el mundo contemporáneo promueve un rechazo a la cultura del MACHISMO, toda actitud de fuerza, de daño, violencia, opresión, hipercontrol, posesión del hombre hacia la mujer inmediatamente son fuertemente estigmatizados como machistas.

De ahí que el hombre ha producido un repliegue e inhibición de muchas conductas y actitudes asignadas a lavirilidad sin tener, por otra parte, referentes de cambio.

En la actualidad existe en el mundo una gran cantidad de organizaciones femeninas que se agrupan para discutir y debatir la problemática de GENERO y denunciar socialmente desigualdades aún no resueltas.

Son a su vez innumerables los eventos que han tenido como escenario la realidad de la mujer contemporánea.

Incluso, dentro de muchas de estas organizaciones y contextos; las mujeres analizan, debaten y tienen ya ciertas preocupaciones acerca de los problemas del hombre o del género varón a tenor de los cambios sociales, pero visto desde la perspectiva también de la mujer. Aún no se observan atisbos de que los hombres se preocupen por su rol de género.

Sólo recientemente hemos consultado alguna literatura científica que analice desde una perspectiva masculina qué ha sucedido con el problema de ser hombre en la actualidad. (1)(2)

Un cambio tangible de la mujer de estos tiempos que revolucionó la esfera social y privada fue la incorporación de la mujer al trabajo y el acceso a la vida pública y social. Este cambio marcó una diferencia sustancial entre generaciones de mujeres, y se plantea que es uno de los factores más trascendentales en los cambios de los referentes culturales en cuanto a cómo ser mujer, madre, pareja y familia, lo cual puso al hombre dentro de la vida familiar y social inevitablemente en una posición diferente.

La típica familia patriarcal se vio estremecida con la presencia de una mujer solvente económicamente, con una apertura social y cosmovisión diferente, gestando cambios, que por supuesto, han tenido costos individuales y sociales con expresiones concretas en los altos índices de divorcio, uniones consensuales, madres solteras, que expresan la conquista de un mayor derecho a la autodeterminación de la mujer; al mismo tiempo que, han gravitado sobre la durabilidad de la pareja y estabilidad de la familia.

Sin embargo, el cambio del hombre no ha sido tan tangible. Ha habido cambios, claro está, pero estos han estado más silenciados, han devenido en transformaciones calladas en las actitudes, en la esfera interno-personal.


Muchos hombres han expresado una velada queja que apenas se traduce en una voz débil que reclama: ¿qué va a ser del futuro de los hombres ahora que las mujeres han ganado terreno en la vida pública y a su vez siguen teniendo el control de la casa?

De forma muy oculta, algunos avizoran un cierto peligro y temor a un matriarcado o a la presencia de una mujer castrante que los expropia de sus milenarios derechos.

Esta queja no es a viva voz ...¿Por qué? ¿Por qué no se escucha a los hombres quejarse, reivindicar algún derecho? ¿Por qué no hay organizaciones masculinas para debatir los problemas y costos del ser hombre? ¿Por qué los hombres no acuden con tanta facilidad a solicitar una ayuda especializada?

¿Es que ser hombre no trae problemas? ¿Por qué los trabajos científicos de la problemática de la virilidad son básicamente escritos aún por las mujeres?

Estas no son preguntas sin respuestas. Los hombres tienen razones culturales históricas y sociales para manifestarse de esta manera.

Nos gusta pensar en la masculinidad como algo natural, inherente al hombre, al igual que se habla del instinto materno como si fuesen cuestiones determinadas por leyes biológicas. La virilidad o masculinidad, en tanto rol asignado, está determinada por un conjunto de cualidades, sentimientos, actitudes y pautas de comportamiento culturalmente aceptados y legitimados al proceso de ser hombres.

Precisamente, en este proceso, una de las asignaciones más importantes es que los hombres no se quejantambién, por decirlo así, desde lo asignado, tampoco tienen mucho de qué quejarse.

Si algún problema lo aqueja, la cultura del machismo les sella la boca por la censura del ser fuertes, estoicos, resistentes al dolor, del estar preparados para poder con todo.

El hombre debe callar sus problemas, además es privilegiado en relación a la mujer. Entonces, claro está, no hay por qué organizarse, para debatir qué, no hay que pedir ayuda, en fin no hay conciencia del peso cultural al que están sometidos.

Esta es una de las asignaciones que mantiene silenciados a los hombres, ausentes de las consultas de orientación psicológicas, y lo más terrible convencidos de que su padecer, sufrimiento y aislamiento existencial son cosas naturales, normales, que hay que vivirlas, pero nunca cuestionarlas, porque ello implicaría cuestionar también su propia identidad de hombre.

En mi trabajo profesional con familias durante años, he podido constatar este proceder masculino. La demanda del problema familiar casi siempre es explicitada a través de la mujer y si logramos atraer al hombre, en la mayoría de los casos, no logran hablar de sí mismos, ni expresar ningún sentimiento.

He tenido, desde que comencé a trabajar con familias, preocupación por este tema, acercándome al mismo a través de estudios realizados a familias cubanas y específicamente en los inicios con estudios sobre disfunción paterna. (3)

Luego, he desarrollado varios grupos de reflexión con padres (4) y de formación a profesionales en los que se ha tratado el tema del rol del hombre (utilizando una adecuación del modelo del Centro de Investigación y Formación Marie Langer).

A su vez tuve una experiencia grupal en el año 1993 en la Institución de las Fuerzas Armadas donde, durante 5 sesiones realizamos lo que se denomina grupo de reflexión de varones.

Esta experiencia me ha permitido un acercamiento a la problemática del hombre desde un punto de vista de rol de género y sus posibles implicaciones psicológicas.

Mi condición de mujer ha sido una verdadera limitante para trabajar el tema, ya que, por lo general y a la luz de los cambios de la mujer contemporánea y de los movimientos feministas, y de liberación el hombre, en tanto identidad de género, se supone agredido y atacado por la mujer.

En general operan con el estereotipo de que una mujer, aunque sea profesional, siempre va a tener una miradadesde una perspectiva femenina haciendo, por supuesto, una alianza de género del ser víctimas.

Sin embargo, esta resistencia inicial ha logrado ser vencida, a fuerza de intentar desde una mirada científica, aproximamos al problema del ser hombre desde el hombre mismo y no partiendo del reclamo de cambio de la mujer.

Para ello creo que es necesario tratar y explicitar algunos temas relacionados con el rol, que me han servido como elementos esenciales de mi trabajo y a partir de los cuales he sacado algunas conclusiones.

Estos son: 
  • El problema de lo ASIGNADO. 
  • ¿Qué costo ha implicado para los hombres el asumir lo asignado? 
  • ¿Cuáles están siendo los costos de negar lo asignado? 
  • La llamada crisis de identidad masculina. 
  • ¿Hacia dónde va el hombre de fin de siglo? 
  • ¿Qué pudiéramos hacer los psicólogos? 

-EL PROBLEMA DE LO ASIGNADO

El concepto de género sexual es nodular en esta perspectiva. Designa las características, códigos e ideales a ajustarse para reconocerse y ser reconocido como sujeto mujer o varón y modelar una tipificación más o menos rígida: el estereotipo.

Dicho modelamiento responde a necesidades de la sociedad en momentos históricos determinados y refleja relaciones de poder. Sin embargo, sus rasgos son presentados como axiomas incuestionables, que se transforman en valores promovidos a través de mitos (la mujer-madre, el varón-héroe). Se forjan así ideales que son subjetivizados y que conforman el modelo de lo deseado.

Todo este proceso social está invisibilizado, ya que se naturalizan o se esencializan cualidades y actitudes como inherentes a la naturaleza y esencia del varón o la mujer.

La normativa genérica presenta a los varones como naturalmente machistas, narcisistas, omnipotentes, impenetrables, arriesgados, omitiendo que ellos al igual que las mujeres están sometidos al lugar asignado desde un discurso social de características patriarcales.

Dicha normativa promueve que ser hombre es saber, poder y tener, cuanto más, más hombre. Debe ser un héroe, es decir, realizar grandes hazañas, vencer a todos, expresarse con la acción y los genitales, sin emocionarse ni estar afectado por nada, con un cuerpo resistente a todo y con una mujer esperándole, y si no quiere o no puede ceñirse a estos rasgos será débil, fracasado o lo peor, homosexual.

Desde esta comprensión, la habitual reticencia de los hombres a solicitar ayuda terapéutica y a continuar tratamiento, surge como efecto de aquello que el ideal genérico propicia: ¡debes resolverlo solo! ¡el cuerpo aguanta! ¡hay que mantener el autocontrol!

Diversos autores han sistematizado el conjunto de asignaciones al rol de hombre o denominadas también normativas genéricas.

Así por ejemplo, Elisabetta Leslie Leonelli en su libro Las raíces de la virilidad (5) plantea que el hombre se ve sometido desde su infancia a intentar demostrarse ante sí mismo y los demás lo que NO ES más que lo que verdaderamente ES: "no dependo de nadie", no soy un fracasado", "no soy un perdedor", "no soy un impotente" y sobre todo "no soy un afeminado".

Ello implica una serie de prohibiciones, que desde lo cultural son impuestas a los hombres. Estas prohibiciones interfieren en la satisfacción de sus necesidades, ponen en peligro a veces su vida, y en ocasiones, la de los demás.
  1. No te doblegues al dolor: La ecuación "cuanto más dolor soporto, más hombre soy" es un mandato del tener que ser fuerte a cualquier precio. 
  2. No pidas nunca ayuda: Cuando un hombre llega a solicitar la ayuda de un especialista, es porque sus tensiones ya han llegado a ser insoportables. 
  3. No tocar: No mimarse y no permitir que te mimen, ni te toquen es una de las premisas e imposiciones masculinas que limitan la comunicación y la vida emocional. Tocarse o hacerse tocar se hace sólo aceptable cuando existe una finalidad precisa, sobre todo en el ámbito de una relación heterosexual que tenga como colofón el coito. Lo importante que las caricias sean un "medio no un fin"... Tocarse entre dos hombres es una modalidad muy poco conocida (por lo menos en la cultural occidental) como máximo se da un apretón de manos o unas palmadas en la espalda. 
  4. No te abstengas al alcohol: Beber y resistir el alcohol es masculino. La bebida forma parte del ritual en las relaciones entre hombres. La ecuación cuanto más bebo, más hombre parezco está dentro de las asignaciones culturales. 
  5. No tengas miedo: El miedo ha sido etiquetado como una emoción típicamente femenina. Esta es una de las emociones más inhibidas culturalmente al varón. La expresión abierta del miedo conduce inevitablemente a la etiqueta de flojo, cobarde o afeminado. 
  6. No debes llorar: Desde pequeño el llanto es inhibido por ser una expresión de debilidad y vulnerabilidad emocional. 
Levant (1992) sistematiza una serie de características y normas tradicionales masculinas que son: trabajador, buen proveedor, fuerte, callado, valiente, que no exprese ternura, ni vulnerabilidad en sus emociones, que evite cualquier cosa que parezca femenina, que llegue a ser un buen solucionador de problemas, que enfatice el valor del pensamiento lógico, que asuma riesgos, que mantenga la calma en momentos de peligro, que sea agresivo y acertivo, que no sea dependiente, que logre una sexualidad separada del afecto.


QUE COSTO HA IMPLICADO PARA LOS HOMBRES EL ASUMIR LO ASIGNADO?

Desde la perspectiva de la salud y el bienestar, la situación de los hombres de este fin de siglo presenta un panorama preocupante.

Por un lado, la mortalidad de los hombres menores de 65 años se ha incrementado, siendo muy alto el fallecimiento por accidentes y por causas relacionadas con el estilo de vida (infartos, violencias, cáncer -sobre todo de pulmón y cirrosis). La incapacidad por estas causas es muy alta. Gran cantidad de jóvenes varones mueren en accidentes y ellos representan el mayor porcentaje de personas drogo-dependientes. La mayoría de los abusadores sexuales y gran parte de los alcohólicos también son varones.

Los hombres a su vez mueren un promedio de siete años antes que las mujeres. En cuanto al suicidio los hombres logran suicidarse en una proporción tres veces superior a las de las mujeres que lo intentan.

Cuando llega a la idea del suicidio se disponen a morir como un hombre utilizando para la autodestrucción los métodos más letales.

Los niños varones por otra parte también sufren accidentes con mayor frecuencia que las niñas.

Estos datos son la expresión de las llamadas patologías de la omnipotencia, las cuales están relacionadas con los modos en que los hombres intentan, desde lo asignado, resolver habitualmente el malestar al que se enfrentan en su vivir cotidiano: negación, evacuación en el afuera, o intentando resolverlo todo a través de la acción.

Paradójicamente y pese a la importancia de estas situaciones que les incumben, los varones de todas las edades hablan muy poco de ellas por razones que ya hemos comentado.

El tener que asumir lo asignado para los hombres ha significado un conjunto de expropiaciones que pasan inadvertidas de forma consciente, sin embargo, producen altos costos de salud.

Veamos algunas de ellas y sus implicaciones y riesgos emocionales.

- Expropiación de la capacidad de aprender a elaborar procesos esenciales de su vida emocional y su sexualidad.

En el proceso de aprender a ser hombre, al niño desde pequeño se le inhibe por las pautas de crianza, la posibilidad de aprender precisamente aquellas cuestiones que son asignadas a su rol.

Se supone que sea valiente, se supone que cuando llegue a la adolescencia tenga que saber de sexo, sesupone que aprenda a aguantarlo todo.

Sin embargo si todo se les da por supuesto no puede aprender a elaborar verdaderamente estos procesos.

Sin la libertad de equivocarse no hay aprendizaje.

El niño para poder asumir lo asignado tiene que producir un fuerte mecanismo de negación de la parte prohibida o temida sin poder realmente elaborar un aprendizaje.

Si el niño no puede integrar desde lo que le exigen los adultos los polos opuestos de las ambivalencias en las emociones: amor- odio; valor-temor; y tiene como mecanismo psicológico que disociar estos opuestos, la parte negada queda fuera de control y ante determinadas situaciones límites puede expresarse de forma desbordada o descontrolada.

Es por ello que los hombres tienen en el fondo verdadero miedo a expresar los sentimientos, el llanto, el temor, porque se sienten esencialmente vulnerables y sensibles.

La expropiación de la capacidad de aprender deja precisamente la emoción negada a flor de piel. Hace de los hombres una especie de superman con pies de barro y los condiciona a llevar estoicamente una coraza que disfraza tenuemente toda su inseguridad y su temor natural ante la vida.

Una mujer participante de un grupo, refería: si los hombres tuvieran que parir ya la humanidad se hubiera extinguido. Esta expresión evidencia precisamente el hecho de que no pasa inadvertida esta realidad ante un observador común.

En relación a la sexualidad igualmente el niño y el adolescente quedan expropiados de la posibilidad de expresar un miedo, un temor, una ansiedad o un desconocimiento.

Escuchó siempre decir desde apenas tener pocos años: Este ya tiene novia (y quizás aún está en el círculo infantil), o verá su padre exhibir los genitales de su hijo como tributo del machazo que será en el futuro.

El hombre tiene que poder con todas, tiene que saber qué hacer ante cualquier insinuación femenina, tiene incluso que poder con el placer y satisfacción de la mujer.

Escuché una frase de una persona que decía: no existen mujeres frígidas, sino hombres incapaces; lo que traduce la sobrexigencia al sexo masculino.

Si la sexualidad se le da por supuesto al hombre, ¿en qué contexto puede aprender? ¿con el padre que desde pequeño le hizo saber que él era el mejor para las mujeres? ¿con los amigos que sólo exhiben sus éxitos por tener también que asumir lo asignado?

La experiencia representa entonces la única fuente de aprendizaje y nosotros los especialistas sabemos cuánto dolor humano se esconde tras una impotencia o disfunción sexual masculina, lo cual, lamentablemente no es nada infrecuente.

También la sexualidad tiene que sufrir en el niño varón, puber y adolescente, desde lo asignado, fuertes mecanismos de disociación psicológica entre la genitalidad y la vida emocional amorosa.

El varón debe aprender a hacer sexo sin afecto, sin emoción y este aprendizaje tiene un costo emocional que caricaturiza el acto más íntimo y de entrega del ser humano, que es la relación coital.


  • Expropiación de los sentimientos

Hay sentimientos legitimados socialmente para los hombres, sobre todo, los relacionados con la agresividad. Sin embargo, sentimientos de ternura, temor, vulnerabilidad, contacto físico tierno y empático, la caricia, el llanto, la expresión abierta de temor e inseguridad desde las pautas de crianza quedan taponeados, omitidos, negados del comportamiento masculino.

El costo emocional de esta expropiación es muy alto. El hombre desarrolla canales alternativos de escape a su emotividad y lamentablemente, la somatización, la acción, la negación son mecanismos como ya hemos dicho, con altos costos de salud.

Una de las quejas femeninas más oídas en relación a los hombres es su falta de ternura, su incapacidad de comunicación emocional, de reconocer una equivocación, de aceptar una crítica.

Sin embargo, desde la niñez somos todos cómplices en la educación infantil de estos resultados.
  • Expropiación de la paternidad
Los niños en su desarrollo no pueden entrenar la paternidad.

Jugar con muñecas desde lo cultural es jugar a ser mamá, son juegos típicamente femeninos.

Si el mandato más importante para él como futuro hombre, es saber, poder y tener para ser proveedor, protector, sostenedor de la familia y hombre de éxito, queda por tanto excluida, una paternidad cercana.

Las cargas culturales promueven para el hombre una paternidad representativa (en tanto autoridad, Sostenedor del hogar) y periférica. (A distancia)

La responsabilidad con asuntos de la crianza cómo alimentar, cuidar, enseñar a valerse por sí mismos y mimar afectivamente, queda en manos de la madre. Jugar, entrenar algunas habilidades típicamente masculinas y ponerla mano dura son las asignaciones básicas al rol de papá.

Es por ello, que cuando un padre rompe con el estereotipo, asumiendo otras actividades, la gente suele decir: Es una madre para sus hijos, o por ejemplo una madre que cría sola a su hijo, se autodesigna como madre y padrea la vez, un poco al parecer por el hecho de tener que asumir una maternidad adicionándole como ingrediente la fuerza y el control asignados al rol de padre.

La expropiación de la paternidad cercana priva a los hombres del disfrute de los hijos desde una intimidad tierna y cariñosa; muchas mujeres perciben esto como una ventaja, porque también desde las asignaciones culturales ser madre significa un peso y una carga difícil de llevar.

Los hombres que han aprendido a vivir una paternidad diferente testimonian de que la paternidad distante y periférica los priva de grandes cuotas de goce, disfrute y pertenencia para con los hijos.

  • Expropiación de su validísimo personal
Desde las más tempranas edades al niño varón se le va expropiando su capacidad para valerse por sí mismo en cuanto a procesos básicos, por ejemplo como vestirse, asearse, alimentarse.

El varón como arquetipo sexual aparece como inútil, desvalido, dependiente de la mujer en sus cosas personales.

Los niños varones comienzan a despreocuparse desde temprana edad de su responsabilidad en cuanto a procesos vitales, asumiendo la madre u otra adulta, una protección desmedida que fractura su validismo personal.

Asuntos domésticos como lavar, planchar, cocinar, arreglo estético de la casa, hacer maletas, comprar ropa, quedan totalmente expropiados del ámbito masculino.

Finalmente esto produce dependencias y desvalidez en muchos asuntos de la esfera privada.

Los hombres la viven como comodidad, las mujeres la asumen como inevitable y parte de su inherente carga.

Sin embargo, esta dependencia implica altos costos.

Se paga con cuotas de libertad para decidir qué come, dónde se sienta, qué ropa se pone, dónde están sus objetos personales, además de que inevitablemente tiene que carenar en otra persona de la cual dependa, y por lo cual se queja y pelea aunque en ello también vayan ganancias.

Esta desvalidez pone al hombre muy inseguro para enfrentar una vida doméstica y privada en soledad.

No queda otro remedio que desde que nace, pasar de brazo en brazo al cuidado de la madre, de la novia, de la esposa, de la hija y a veces de vuelta a la madre en caso de viudez o divorcio.


¿CUALES ESTAN SIENDO LOS COSTOS DE NEGAR LO ASIGNADO?

Hoy día, necesariamente el hombre se ve más expuesto psicológicamente de sufrir un mayor costo emocional al asumir lo asignado como un comportamiento estereotipado.

La sociedad actual hace difícil el éxito y la hazaña; considera el machismo como un valor en baja e inhibe el desarrollo de las llamadas características naturales de la masculinidad (independencia, competencia, poderío, heroicidad). Esto, junto a las luchas de las mujeres por la igualdad, en terrenos antes considerados masculinos, promueve en los varones confusión y malestar.

Recién, hace pocos años, algunas personas comienzan a estudiar e intentar comprender algunas problemáticas masculinas y la llamada crisis de la identidad masculina, influidos por el feminismo e incorporando las conceptualizaciones sobre los géneros sexuales y la construcción social de la subjetividad.

Desde estos estudios, llamados en los países anglosajones men's studies (7), se han comenzado a abordar con un criterio no sexista problemas tales como paternidad, adicción al trabajo, sexualidad, violencia, accidentalidad, enriqueciendo las estrategias preventivas y asistenciales.

LA LLAMADA CRISIS DE IDENTIDAD

Tiene que ver con el desconcierto masculino ante los cambios de la mujer y su reclamo de cambio para el hombre sin tener referentes alternativos que permitan seguir una pauta más funcional a las demandas de la realidad actual.

Los hombres de las generaciones de hoy, en una gran mayoría (y en Cuba este proceso se da con mucha fuerza por lo acelerado de las transformaciones sociales y posición de la mujer) están padeciendo una crisis vital. Hay un rompimiento con la adhesión y defensa incondicional de los estereotipos sexistas, y manifiestan un malestar específico o cuestionamiento propio en relación a la tarea de ser varón.

El hombre que se declara no machista sabe lo que no quiere hacer en relación a la mujer y a sí mismo, pero aún no tiene claro lo que puede hacer para ser diferente.

Veamos algunos intentos de cambios y sus costos psicológicos:

* Cambiar a partir del reclamo de la mujer, es decir, a imagen y semejanza de la misma y a solicitud del cambio que ellas quieren que se dé en los hombres.

Este cambio, que es el más frecuente (incluso dentro de las generaciones jóvenes de hombres cubanos), ubica al hombre en una cierta disponibilidad emocional y funcional de la mujer, lo cual también produce desazón por la parte del sometimiento al otro y pérdida de fuerza y control que ello implica para el hombre.

En el intento de producir una ruptura con el estereotipo, el hombre trata de insertarse al ámbito doméstico (específicamente en tareas asumidas históricamente por la mujer) pero en una relación de subordinación y despertenencia.

La mujer, al mismo tiempo que reclama ayuda del hombre, constituye un fuerte elemento expropiador de los hijos y del control y decisión del ámbito doméstico.

El hombre se siente atrapado en una situación que le descoloca su identidad.

Aparecen los denominados hombres recaderos de la mujer o en México los llamados mandilones. (Que se asocia al término delantal en Cuba)

Es el hombre, cuya mujer no tiene de qué quejarse porque hace todo lo que ella le pide: ¡báñame al niño¡(hazlo, pero el niño sigue siendo mío); Friégame los platos¡ (házlo, pero los platos son míos) ¡hazme los mandados¡ (hazlo, pero yo controlo el consumo).

Esta alternativa de cambio produjo grandes insatisfacciones en los hombres. (Algunos no quieren ser vistos por amigos y vecinos haciendo algo que, desde su visión y reclamo de la mujer, los deja sometidos y disminuidos)

* Muchos hombres luego de este intento de cambio vuelven y retornan a sus antiguos referentes con los que se sienten más seguros, a pesar de no estar tan satisfechos.

Esta crisis de identidad masculina ha estado fuertemente vinculada a la crisis de identidad femenina que produjo los cambios sociales en la mujer.

La mujer también intentó cambiar a imagen y semejanza del hombre.

Pensó que su cambio iba por vivir los llamados supuestos privilegios masculinos. (Beber, ser infiel, dirigir en el ámbito público).

Esta crisis de identidad femenina gestó también mujeres virilizadas, castrantes, rivindicalistas, que expresan un resentimiento abierto y profundo al hombre, lo cual tiene su máxima expresión en el lesbianismo feminista, cuyo mecanismo psicológico de base es el odio a lo que es envidiado.

Los hombres y las mujeres por supuesto tienen algo que aprender unos de los otros, pero la historia tendrá, crativamente, que ir pautando referentes nuevas de cambio, a partir de redimensionar el rol desde el hombre o la mujer misma y no desde el otro.

El estereotipo sexual cultural constituye un violador por excelencia del desarrollo de la personalidad.

Los psicólogos pueden hacer mucho desde la prevención en promover nuevas reconceptualizaciones del rol hombre (o mujer), partiendo del presupuesto de que, si el rol es un constructo social puede ser reconstruido desde asignaciones menos opresivas y más funcionales a las demandas sociales y al desarrollo pleno del bienestar humano.

¿HACIA DONDE VA EL HOMBRE DE FIN DE SIGLO?

En este final de siglo el progreso considerable de la biología y de la genética cuestionan radicalmente ciertos elementos hace veinte años indiscutibles: los papeles, las funciones y la especificidad de cada sexo.

La definición de los sexos y sus funciones respectivas no cambió prácticamente en Occidente entre principios del siglo XIX y la década de los 60.

El ETNOCENTRISMO (8)(9) imperó a través de fuertes procesos transmisores de la cultura como son la naturaleza o leyes biológicas, la religión y unas costumbres consideradas milenarias. La mujer procreaba y se ocupaba de su hogar. El hombre emprendía la conquista del mundo y velaba por la subsistencia de los suyos: satisfaciendo sus necesidades en tiempos de paz y haciendo la guerra cuando ello se imponía.

Todo el orden del mundo reposaba así y toda interferencia o confusión de los respectivos papeles aparecía como una amenaza a ese orden milenario y como una desviación respecto a la naturaleza.

Los roles sexuales estaban hasta entonces definidos por el lugar que correspondía a cada cual.

El mundo exterior, es decir el taller, la fábrica, la empresa, era un ámbito masculino por excelencia.

Esta división sexual del mundo (el mundo público y privado) engendraba una dicotomía estricta en las actitudes que definía la identidad de uno y otra.

La mujer encerrada en su casa mantenía, cuidaba y conservaba sin necesidad de audacia, ambición, dureza o deseo de competencia.

En cambio el hombre en permanente competencia con sus iguales debía luchar diariamente por su subsistencia y de ese modo desarrollaba las características consideradas naturales de su sexo.

Hoy muchas mujeres trabajan fuera del hogar y sus motivaciones han evolucionado enormemente. Junto a las razones económicas tradicionales figuran otras como la ambición, la realización personal y el deseo de hacer una vida social que supere la soledad hogareña.

El cambio de actitud de la mujer en relación con la maternidad, la pareja y la familia, ha modificado los estereotipos tradicionales relativos a la identidad femenina y masculina.

Los hombres dan muestras a su vez de virtudes antes exclusivamente femeninas: ternura, abnegación y amor por los niños. Se observan muchos padres jóvenes que se ocupan de su bebé reflejado en la adopción de gestos, preocupaciones, sentimientos que antes se consideraban naturalmente femeninos.

Así, en muy poco tiempo, las características de la paternidad y de la maternidad han comenzado a confundirse.

Si la madre ya no es la única en dispensar amor, tampoco el padre es ya la encarnación exclusiva de la autoridad, la ley y el mundo exterior.

Todas estas funciones las comparten ahora ambos sexos y las actitudes varían más en razón del temperamento y personalidad de cada cual que de las diferencias sexuales.

Hoy existen más condiciones sociales para que hombres y mujeres exterioricen la cara oculta de sí mismos que la educación de antaño reprimía.

Otro nuevo elemento viene a modificar un estereotipo milenario: el del macho guerrero, imagen que ha perdurado a lo largo de la historia. La amenaza de un conflicto nuclear y planetario anula en nuestra imaginación la especificidad guerrera del sexo masculino. Frente a tal conflicto hombres y mujeres son igualmente vulnerables.

La imagen de la bomba atómica acentúa aún más la idea de fatalidad y de pasividad.

Además de esta imagen apocalíptica, otras formas de la guerra moderna nos ha mostrado a mujeres e incluso niños empuñando armas, visión que no sorprende ya a nadie y que demuestra que la guerra no es cosa de hombres.

Aunque la identidad masculina no ha suscitado tantos debates ni controversias como la de la mujer algunos científicos avizoran que en el próximo medio siglo van a ser los hombres el centro de la atención.

La crisis de identidad se hace más severa en el hombre, pues su dificultad para asumir actitudes consideradas antes como femeninas y para exteriorizarlas sin complejos, proviene del sentimiento de que su virilidad está amenazada, dilema que no se le plantea igualmente al sexo femenino.

La problemática del rol de género para este próximo siglo y específicamente con el rol del hombre que es hoy el mayormente conflictuado a mi entender tiene que enfrentar los siguientes retos: 
  • Superar la crisis de identidad masculina promoviendo alternativas de cambio, no a partir de estereotipos sexuales, sino de las propias potencialidades individuales y personológicas de cada cual. 
  • Que el hombre recupere creativamente acorde con sus características personológicas lo que la cultura le expropió, no asumiendo un estereotipo o tipificación nueva, sino sobre la base de una libertad individual y no a base de normativas opresivas que permitan desplegar su sí mismo, incorporando un espectro de actitudes y comportamientos funcionales a las situaciones que viven independientemente que sean culturalmente femeninas o masculinas. 
  • Está demostrado que el atenerse demasiado rígidamente a estereotipos culturales, restringe nuestra capacidad de hacer frente a ciertos aspectos importantes de la vida, lo que nos hace más vulnerables a crisis de diversas índole. 
  • Se impone por tanto seguir de cerca la alternativa de cambio andrógina sin distorsionar su verdadera esencia y sin promover mimetismos confusionales de la identidad femenina y masculina. 
Se ha dicho, a partir del resultado de investigaciones (10), que las personas andróginas son menos propensas a las enfermedades mentales y más capaces de hacer frente a los problemas matrimoniales que las que se ajustan rígidamente a los estereotipos.

Se plantea también que los hombres sexualmente muy tipicados también tienden a ser menos inteligentes y creativos.

Sin embargo, habrá que superar fuertes resistencias de los hombres a una alternativa andrógina, pues pone en juego no su hombría biológica, su "sexo, sino su noción de masculinidad histórica y socialmente construida e incorporada individualmente.


¿QUE PODEMOS HACER LOS PSICOLOGOS?

En mi experiencia profesional con parejas y familias, he podido detectar muchos hombres sensibilizados o afectados por la inevitable crisis de identidad masculina de estos tiempos, ya que padecen una crisis entre el modelo genérico y sus propias posibilidades.

Algunos varones toleran la ayuda, conmovidos por circunstancias externas (crisis familiares, laborales o de salud) y más o menos forzados por personas de su ambiente. (Esposa, médico, jefe)

Hay otros, que sin solicitar asistencia entran en crisis, o están sensibles en relación a su masculinidad, en general, luego de un fracaso, una ruptura amorosa o una amistad intima con otro hombre. En ellos el sometimiento rígido y acrítico al ideal genérico está en la base de mucho de sus malestares.

El no cumplimiento de las exigencias de dicho ideal los lleva habitualmente a intentar más de lo mismo, procurar cumplir mejor el modo, en lugar de poder cuestionarlo.

Uno de los instrumentos de prevención que en mi experiencia puede contribuir a procesar enriquecedoramente y evitar el congelamiento o patologización de dicha crisis de identidad, en el llamado grupo de reflexión (11) de varones, que utiliza la misma metodología de otros grupos de reflexión aunque con sus temas y especificidades diferentes, provenientes de la diferencia genérica.

También los grupos mixtos son muy provechosos para la reflexión del rol de hombre.

Su aplicación en varones es bastante reciente y presenta algunas dificultades dado que, según la normativa de género, cualquier técnica de ayuda que implique la reflexión, la emocionalidad y no maneje la acción, es vista como "antimasculina y por tanto femenina.

Pese a dichas dificultades, en mis grupos de trabajo (con padres principalmente) fuego de una resistencia inicial, los hombres se muestran cooperativos y dispuestos a reflexionar.

Los grupos de reflexión de varones comenzaron a realizarse en la década pasada en los Estados Unidos con una modalidad operativa alimentada por las concepciones de los grupos de autogestión y de los grupos operativos. Los primeros brindan un espacio de pares preocupados por temas concretos, para concientizarlos y desarrollarse en su potencialidad.

Los segundos (grupos operativos) tienen la finalidad de movilizar estructuras estereotipadas a través de una temática determinada, en este caso sería la problemática masculina. (12)

Estos grupos intentan abrir un espacio para que los hombres puedan dedicar un tiempo para pensar sobre su condición masculina y compartir sus dificultades y vivencias con otros hombres.

Entre los objetivos del análisis y reflexión del rol del hombre hemos tenido en cuenta para trabajar en grupo las siguientes: 
La reflexión sobre creencias, pautas y actitudes relativas a la masculinidad, la construcción social del ser varón y la relación entre los malestares y las normas genéricas. 
La movilización de estereotipos, desclandestinizando vivencias, reconociendo el lugar de la salud versus el prestigio, e incluyendo lo omitido por la naturalización de lo genérico. 

Estos objetivos permiten aumentar la sensibilidad y el potencial emotivo de los hombres y disminuir las conductas de riesgo y tipificadas de manera sexista.

En estos grupos puede intervenir cualquier varón cuyas características sean compatibles con un funcionamiento grupal.

Se convierten en obstáculos aquellos hombres con una adhesión y defensa incondicional de los estereotipos sexistas, ya que inhiben la participación de los demás.

De hecho los varones que están padeciendo de una crisis vital son los que más aprovechan este recurso. Ellos son los que, por otra parte, se acercan a estas experiencias.

Aún en Cuba este no es un recurso muy utilizado por los psicólogos.

Sin embargo, mi limitada experiencia con grupos de reflexión de varones, me permite rescatar la importancia y emergencia de trabajar estos temas aunque sea con grupos de duración limitada, en instituciones sociales como talleres de una sola jornada u otras técnicas de abordaje.

Mi experiencia me ha mostrado que los mejores resultados se obtienen cuando el abordaje se hace desde los modos masculinos de conducirse y desde allí ir incluyendo lo negado y omitido.

Para ello es necesario reducir el número de sesiones, hacer caldeamientos desde la acción corporal y una reflexión desde hechos muy concretos.

El coordinador debe crear un clima de seguridad psicológica donde los hombres puedan reducir su temor a la confidencia, el descontrol y a los otros hombres.

Los temas más frecuentemente trabajados han sido sexualidad, paternidad, Stress y trabajo, violencia, homofobia o temor a la homosexualidad, miedo a la dependencia, el descontrol, la vulnerabilidad, el fracaso, el abandono y la soledad, resentimiento por la nueva mujer, la pareja, la salud y el poder.

Algunos han sido llevados por el coordinador, otros han surgido producto de la reflexión grupal.

La experiencia más importante que he tenido de estas reflexiones como profesional ha sido constatar la existencia de hombres acorazados, sobreexigidos, sin recursos creativos frente a los cambios impotentizados por los avances de la mujer, que no saben expresar emociones como el miedo y el dolor, ausentes del ámbito doméstico e hiperpresentes en el ámbito público, que han logrado encontrar un espacio de contención y comprensión social, en los que se han gestado alternativas de crecimiento que sienten las bases para un hombre más liberado, dueño de sí mismo y con más recursos ante la vida.

Para trabajar con la problemática del hombre contemporáneo, el profesional debe conocer y tener presente la determinación del factor género, estando alerta siempre a sus múltiples naturalizaciones. Además debe haber clarificado y revisado desde la perspectiva genérica sus propios valores sobre masculinidad y feminidad.

Evidentemente la identidad genérica se torna hoy día una problemática de primer orden; negarla es darle la espalda a la historia, asumirla es un reto.

REFERENCIAS
(1) PITTMAN, F. (May-Jun, 1990): "The masculine mystique". Networker.
(2) KAUFMAN, M. (1990): Hombres, placer, poder y cambio: Ediciones Populares Femenistas. Colección Teoría.
(3) ARES, P. (1990): Mi familia es así. Editorial Ciencias Sociales.
(4) __________. "Propuesta de un diseño teórico-metodológico para la intervención familiar en salud comunitaria". Artículo incluido en el libro Hogar, dulce hogar... ¿mito o realidad?. (Pendiente de publicación.
(5) LISLIE, LEONELLI, E. (1987): Las raíces de la virilidad. Editorial Noguer, pág. 84.
(6) LEVANT, J. (1992): Men without models. Networker.
(7) BONINO, L. (1990): Grupos de reflexión de varones, Modelos grupales en Psicoterapia: Aspectos técnicos y teóricos. Edita Sociedad Española para el desarrollo del Grupo, el Psicoanálisis y la Psicoterapia, pág. 184.
(8) FERRO, N. (1991): El instinto maternal o la necesidad de un mito. Editorial Siglo Veinte, Español, Editores S.A., pág. 14.
(9) ARES, P.: "Género, pareja y familia. ¿Conservación de una identidad cultural o creación de nuevos valores?". Artículo incluido en el libro Hogar, dulce hogar... ¿mito y realidad. (Pendiente de publicación).
(10) NICHOLSON, J. (1987): Hombres y mujeres. ¿Hasta qué punto son diferentes. Editorial Ariel, Psicología, pág. 100.
(11) BONINO, L. (1990): Grupos de reflexión de varones, Modelos grupales en Psicoterapia: Aspectos técnicos y teóricos. Edita Sociedad Española para el desarrollo del Grupo, el Psicoanálisis y la Psicoterapia, pág. 184.
(12) RIVIERE, P. (1977): El proceso grupal. Editorial Paidós.

Revista Cubana de Psicología / Escuela Bolivariana del Poder Popular
@prensa_ebpp

1 comentario: