Ratzinger ordenó silenciar los abusos a menores bajo amenaza de excomunión
La hipocresía de Benedicto XVI y el silencio cómplice de los medios
C. Venaya

No resulta difícil imaginar la rabia que deben haber sentido las víctimas de los abusos sexuales cometidos por curas católicos, tras escuchar las declaraciones efectuadas por Benedicto XVI con motivo de su viaje a los EE.UU. Según recogió con grandes titulares la prensa internacional, Joseph Ratzinger llegó a Washington - donde le esperaba George W. Bush - con un "mensaje de disculpas por los abusos sexuales contra menores perpetrados por algunos sacerdotes en este país". Con este impreciso adjetivo, oportunamente seleccionado, Ratzinger se estaba refiriendo a los más de 4.300 curas que - según un informe publicado recientemente - estuvieron implicados en Estados Unidos en este tipo de delitos, desde la década de los 50.
En los EE.UU., como en Irlanda o Canadá, un enorme número de casos de pederastia comenzó a salir a la luz en el 2002, dando lugar a una serie de escándalos mediáticos y sentencias por las que la Iglesia se ha visto obligada a pagar millonarias indemnizaciones a las víctimas. Éstas son mayoritariamente varones, y en muchos casos niños impúberes en la época en la que sufrieron vejaciones sexuales de todo tipo. Por supuesto estos países no son los únicos en los que se han producido tales abusos en escuelas dirigidas por órdenes eclesiales católicas. En España, sin ir más lejos, donde el control de la escuela por parte de la Iglesia fue absoluto durante más de cuatro décadas, no es difícil escuchar a antiguos alumnos de estos centros relatar cómo sufrieron tocamientos u otras agresiones sexuales. Pero aquí, como en Italia, el poder que todavía ejerce la Iglesia Católica sobre las instituciones ha hecho que un férreo silencio amordace una historia que algún día, sin duda, tendrá que ser contada.
Mientras volaba hacia los Estados Unidos, Benedicto XVI declaró, con la naturalidad de quien pretende fingir inocencia, que los escándalos de pederastia fueron "una vergüenza que no se debe repetir". Según manifestó el cabeza de la Iglesia romana, los casos referidos habían supuesto "un gran sufrimiento para EE.UU., para la Iglesia y para mí, personalmente". "No comprendo cómo esto pudo suceder", agregó con aparente pesar Ratzinger a los periodistas que le acompañaron en el avión.

La "ley del silencio" en casos de este tipo ha sido siempre una norma en la Iglesia Católica. Pero en las incidencias concretas que se produjeron en los Estados Unidos los encubridores no actuaron por cuenta propia. Fue el mismísimo Benedicto XVI - entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe - quien ordenó silenciar los abusos a menores. En una carta recuperada por el semanario The Observer y fechada en mayo de 2001, Joseph Ratzinger ordenaba a todos los obispos que dispusieran las medidas necesarias para mantener en total secreto las investigaciones que involucraban a sacerdotes en este tipo de prácticas deleznables.
Quien hoy está al frente de la Iglesia Católica e imparte doctrina moral urbi et orbi - condenando o salvando con el respaldo del Espíritu Santo - exigía a su subordinados que ocultaran los casos de pederastia a la justicia ordinaria. En la aludida misiva, Ratzinger reclamaba para la Iglesia la jurisdicción de este tipo de delitos "perpetrados por un clérigo contra un menor". "Casos de estas características son materia de secreto pontificio" - escribía Joseph Ratzinger de su puño y letra - advirtiendo que quien rompiera ese secreto durante el plazo de 10 años sería castigado y"posiblemente sufriría la excomunión". La orden del cardenal fue acatada con la obediencia que corresponde a la religiosidad de su grey. Pero esta complicidad con los delincuentes no pudo impedir que los abusos sexuales rompieran la penumbra con la que Ratzinger intentó envolverlos y la verdad terminó abriéndose camino.

Canarias-semanal.com / Escuela Bolivariana del Poder Popular
No hay comentarios:
Publicar un comentario