El escritor, Claude Aubert [1] explica en su último libro: ‘Otra alimentación es posible’, que tenemos que cambiar nuestros hábitos alimenticios para preservar el medioambiente. Pionero en la práctica y divulgación de la agricultura ecológica en Europa, Claude Aubert, argumenta, con datos y experiencias, que cambiar nuestra alimentación debe ser asumido por todos los eslabones implicados en el sistema alimentario: desde los métodos de producción en el campo hasta nuestra manera de cocinar.
Pregunta: En este libro, usted asegura que comiendo correctamente se puede proteger nuestra salud y preservar el medio ambiente. ¿En que consiste “comer correctamente”?
Respuesta: La alimentación moderna está basada en mucha carne, azúcar, materias grasas, alimentos refinados y esto es un error, porque se dejan fuera las verduras, los cereales completos y las legumbres. Hace falta invertir la relación de proteínas animales frente a las proteínas vegetales. En tan solo un siglo las proteínas animales (carne, pescado, huevos, productos lácteos) suponen alrededor de un tercio en nuestra alimentación, mientras que las proteínas vegetales suponen dos tercios. Hay que volver a dar absoluto protagonismo a las proteínas vegetales. El exceso de proteínas animales es nocivo tanto para la salud como para el medio ambiente.
Hace falta redescubrir las legumbres (el garbanzo, la judía, el haba, la lenteja y la soja) que son ricas no solo en proteínas sino también en fibras, minerales y vitaminas. Hace falta también reducir al máximo los alimentos refinados, como el azúcar y las grasas, que son muy pobres en nutrientes y fibras.
P: Usted ha mencionado en varios foros que la agroecología podría servir para “enfriar” el planeta y potenciar una alimentación humana más sana y con menos impactos socioambientales. ¿Qué otras ventajas presenta frente a la agricultura industrial?
R: El modo de producción agrícola que se ha desarrollado en los países industrializados no es ni duradero, ni generalizable. Se basa en el petróleo (hace falta más de 1 kg para producir 1 kg de nitrógeno en forma de abono) y pronto ya no habrá más. Además, destruye progresivamente la fertilidad del suelo a causa de la utilización masiva de abonos. La agroecología tiene como objetivo aprovechar los recursos locales, en especial, los fertilizantes orgánicos, teniendo en cuenta la sabiduría popular y la diversidad de culturas, como se ha hecho siempre antes de la industrialización de la agricultura. La biodiversidad permite resolver prácticamente todos los problemas del campo que tienen que ver con las enfermedades y los parásitos. Estas técnicas tienen un rendimiento más elevado que los actuales sistemas intensivos.
Por otra parte, la agricultura ecológica contribuye menos al calentamiento del planeta que la convencional: la industrial es responsable del 24% de las emisiones de gas de efecto invernadero, mientras que la ecológica es mucho menos emisora por dos razones: no utiliza abonos químicos (cuya producción consume más combustibles fósiles) y absorbe una media de aproximadamente 400 kg de CO2 por hectárea al año.
Es decir, sólo una agricultura ecológica puede alimentar el planeta de manera duradera porque conserva y mejora la fertilidad del suelo, lo que es imprescindible para una agricultura para todos. Otra ventaja esencial es que no utiliza pesticidas de síntesis que, incluso en pequeñas cantidades, amenazan gravemente la salud: en primer lugar, la de los agricultores, pero también la de los consumidores. Son muchas las ventajas.
P: ¿Qué cambios ha sufrido la agricultura ecológica en los últimos 30 años?
R: En el plano de las técnicas, no hay grandes cambios, pero sí una mejora constante, lo cual permite un mejor control de enfermedades y de plagas, y también mejores rendimientos. El cambio más grande es la aparición de una agricultura ecológica mundializada y, en algunas regiones, más o menos industrializada. Por otro lado, la búsqueda de productos locales conduce al rápido desarrollo de la venta directa y la creación de grupos de consumo autogestionados (en Francia, AMAP, Asociaciones para mantener la agricultura campesina). Es decir, que se desarrollan en paralelo dos tipos de agricultura ecológica. Las dos respetan, más o menos, las mismas especificaciones técnicas de la agricultura ecológica, pero la mundializada no se preocupa de otros requisitos. Sin embargo, la otra, la que es local, tiene en cuenta todo el conjunto de los aspectos medioambientales y sociales.
Por otra parte, quisiera recalcar el hecho de que la agricultura ecológica, al contrario de lo que dicen algunos, no es una mirada atrás. Es una agricultura moderna, y saca partido de todos los descubrimientos de la investigación científica que contribuye a producir, con buenos rendimientos, alimentos más sanos, recurriendo principalmente a los recursos locales.
P: Según su último libro, comer productos ecológicos sería una de las alternativas a la producción industrial. Usted añade a esto que además se puede comer mejor, y más barato.
R: Me refiero a que los productos ecológicos son más caros que los otros, y una de las críticas hechas a estos productos es que de esta manera no son accesibles a todos. Sin embargo los consumidores que se alimentan con productos ecológicos modifican también sus hábitos alimenticios, reduciendo especialmente la cantidad de carne, uno de los alimentos más caros. Un gramo de proteína cuesta de 10 a 15 veces menos en forma de garbanzo que en forma de carne de vaca o de cordero. Los consumidores ecológicos compran también menos congelados y platos listos para comer, los cuales son mucho más caros que los productos frescos. De hecho, algunas investigaciones que compararon el presupuesto dedicado a la alimentación de los consumidores ecológicos y de los convencionales (principalmente en Alemania y en Dinamarca) demostraron que hay poca diferencia.
P: Nuestro sistema de agricultura y producción de alimentos, se encuentra amparado bajo el paraguas de la Política Agraria Común. ¿Qué valoración hace de este tipo de políticas y en concreto de la PAC?
R: La PAC se va a reformar en 2013. Nuestro deseo es que defienda mucho más lo que no ha defendido hasta ahora: los modelos de producción agrícola que preservan el medio ambiente y protegen la salud del consumidor, pero los lobbies de la agricultura química e industrial están muy activos. El modelo hacia el que tenemos que dirigirnos es, evidentemente, aquel que apuesta por una agricultura ecológica que fomenta la producción local y un modelo de consumo alimenticio donde dominen los vegetales.
P: Cambiar el sistema alimentario es un proceso complejo y lento. ¿Qué consejos daría para alimentarnos mejor en la ciudad huyendo de las grasas hidrogenadas y demás elementos artificiales?
R: Todo pasa por una mejor información del consumidor y de los médicos, a los que hace falta convencer de la necesidad, por su salud y por el medio ambiente, de cambiar sus hábitos alimenticios en el sentido que he indicado anteriormente. Haría falta también prohibir la publicidad de alimentos con mucha grasa y azúcar y gravarles más impuestos.
P: El cómo cocinar los alimentos también influye en la preservación de los nutrientes. Por ejemplo, en su libro se pueden encontrar algunos consejos: a mayor tiempo de cocción de las verduras, más vitaminas se destruyen, por lo que es mejor hervirlas rápidamente o cocinarlas al vapor; o utilizar un recipiente de acero inoxidable ayuda a preservar más los componentes nutritivos en nuestras hortalizas que utilizar uno de aluminio. Además, también da alguna receta en las últimas páginas... ¿Cuál es su receta favorita?
R: Las recetas sanas son innumerables, y particularmente numerosas si acudimos a los modos de alimentación tradicionales. La paella o el cuscús, son platos muy completos que aportan aproximadamente todo lo que hace falta al organismo para mantenerse en buena salud. En especial, me gusta la comida del Sur de India: las dosas, una especie de crepes preparados con una mezcla de arroz y lentejas fermentadas. Para preparar este plato, tenemos que dejar a remojo el arroz y las lentejas, separadamente, en una proporción de alrededor de dos tercios de arroz, por un tercio de lentejas. Una vez remojadas, las pasamos a la batidora, las mezclamos y las dejamos fermentar durante una noche o un poco más, según la temperatura. La mezcla aumenta de volumen y desprende un agradable olor a levadura. Cocemos la pasta obtenida en la sartén, a modo de finos crepes, después de haber añadido un poco de agua. En la India, se acompañan las dosas con diversas verduras. Es un plato completo y muy digestivo gracias a la fermentación.
Fuente: https://ecologistesenaccio.org/article25342.html / Rebelión / Escuela Bolivariana del Poder Popular
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