EL NOMBRAMIENTO Y LA REMOCIÓN DE MINISTROS: LUIS SALAS, PÉREZ ABAD Y PADRINO LÓPEZ

Clodovaldo Hernández

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Mi segunda politóloga favorita, Eva Ritz Marcano, se ha especializado en hacer interpretaciones de dos gestos clave del accionar del actual gobierno: el nombramiento y la remoción de ministros.

Cuando el presidente Nicolás Maduro designa a alguien, ella se lanza con una disertación sobre lo que eso significa. Y con más razón lo hace cuando el ministro hace mutis por el foro, como se dice en teatro. Digo que “con más razón” porque cuando los nombra, el jefe del Estado suele argumentar muy bien su decisión, elogiando profusamente al personaje investido, pero cuando los remueve, todo queda sumido en el más oscuro misterio. Lo único que se sabe es que los manda a un lugar al que él llama “nuevas tareas revolucionarias”, que el parecer es una especie de dimensión desconocida.

En fin, a lo que vamos: cuando el presidente nombró ministro y vicepresidente económico al humilde profesor Luis Salas, Eva dijo que aquello era una prueba de la determinación de Maduro a seguir adelante con el legado de Chávez, en la línea dura de la gestión económica antioligárquica.

Unas semanas después, cuando Maduro envió a Salas al limbo revolucionario y designó en sus responsabilidades al empresario Miguel Pérez Abad, llamé a Eva y le pregunté: “¿Entonces, esto quiere decir que Maduro se arrepintió?”. Ella me contestó que no era tan sencilla la cosa, que el presidente había metido en la misma pecera a especímenes de varias tendencias, los había observado atentamente y luego se había decantado por alguien como Pérez Abad, que podía establecer una mejor interlocución con el sector productivo. Dada la metáfora, no pude evitar pensar en un pez grande, con cara de Pérez Abad, engullendo a un pez pequeño, con pinta de Salas.

Más recientemente, cuando el jefe del Estado nombró como superministro económico al general en jefe Vladímir Padrino López, no tardó mucho en llegarme la voz orientadora de Eva. Me explicó que la designación era una tardía puesta en sintonía de las acciones del gobierno con la denunciada tesis de la guerra económica. En vista de que las autoridades civiles no lograban imponer el orden a los empresarios complotados y a los bachaqueros de toda laya, la tarea se perfilaba apropiada para el brazo armado de la Revolución.

Así andaban los análisis de mi apreciada Eva Ritz Marcano cuando Maduro mandó a Pérez Abad al planeta ignoto de las “nuevas tareas revolucionarias”, y sobrevino la necesidad de una nueva interpretación. Eva se aventuró con una nueva tesis. Por un lado, el presidente se habría convencido de que el pez Pérez Abad, luego el acto de comerse al pececito Salas, se había considerado con luz verde para tragarse a cuanto espécimen le disputara el espacio en el acuario de la política económica. En los últimos días, el hombre se pasó de la raya y comenzó a postular la unificación cambiaria y las privatizaciones, y de esa manera lo que mordió fue un afilado anzuelo.

Una variante de la tesis de Eva indica que el ejecutor de esta operación de pesca fue el general Padrino, quien, como buen estratega militar, tuvo claro desde un principio que debía aplicar el truco chino de hacer que el adversario se suba al tejado, y luego llevarse la escalera. Pérez Abad habría caído en la trampa cuando se puso a hablar más de la cuenta, especialmente durante una visita a Panamá.

“Lo que no me queda claro –le dije a Eva- es el balance actual: si el presidente quemó a Salas porque era demasiado ñángara, y a Pérez Abad porque era demasiado neoliberal, ¿qué se supone que son el nuevo ministro de Industria y Comercio, Carlos Farías y el superministro Padrino en este plano de la economía política?”. Y Eva, a quien algunas veces se le sale la vena humorística, recordó una frase atribuida a un ex presidente de la IV República: “Tal vez son ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario”.

 clodoher@yahoo.com / Escuela Bolivariana del Poder Popular
@Prensa_Ebpp

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