En Yare un niño de tres años ya sabe bailar diablos



La devoción es el punto de encuentro que cada jueves de Corpus Christi une a los más de 1.700 promeseros de la Cofradía Diablos Danzantes de Yare.
Sus votos de fe al Santísimo Sacramento y la promesa de bondad a cambio de la resolución de algún problema, casi siempre de salud, dan vida a una tradición que nació en 1747, después de una sequía que afectó al valle de Yare, en el estado Miranda.
En ese momento, los fieles hicieron una promesa al Santísimo Sacramento para que llevara la lluvia al lugar y de allí en adelante han danzado ininterrumpidamente, convirtiendo esta expresión en una tradición imperecedera cuyos alcances trascienden lo festivo y dan muestra de altos grados de organización comunitaria y solidaridad colectiva.
El baile está tan arraigado a la comunidad que "En Yare un niño de tres años ya sabe bailar diablos", relata Ernesto José Herrera, presidente de la cofradía Santísimo Sacramento Diablos Danzantes de Yare.
El representante de la cofradía mirandina comenzó en los diablos danzantes a los siete años, cuando se enfermó y su mamá lo ofreció en promesa de salud.
Herrera manifiesta que la tradición de esta hermandad es más conocida que las otras diez cofradías por su ubicación geográfica, más cercana a la ciudad de Caracas.
Vestidos de rojo
"El traje es rojo y tiene cruces de palma buscadas en domingo de ramos", dice Herrera.
Al inicio de la tradición, los trajes eran multicolores, pero en 1948 un grupo de diablos fue a Caracas para asistir a la toma de posesión de Rómulo Gallegos, quien había sido electo presidente.
En esa ocasión se vistieron de rojo porque alguien les regaló una tela de este color para hacer los uniformes.
Cuenta Herrera que el autobús en el que se trasladaban con trajes y máscaras fue detenido por "sospechoso".
"Juan Liscano, el poeta pasó por ahí y le preguntó a los guardias que qué pasaba, ellos dijeron que eran unos disfrazados presos y Liscano les respondió: 'Déjenlos ir que son los diablos danzantes' ".
De allí en adelante fueron reconocidos como diablos danzantes, y continuaron vistiéndose de rojo por lo vistoso y llamativo del color.
El mandador con su "cuero" genera respeto en la cofradía, sus mascaras son más grandes y grotescas para que se note que es "quien manda" y se reconoce por sus tres cuernos que representan tres elementos de la naturaleza: el agua, el aire y el fuego.
La organización jerárquica de esta diablada se organiza en primer capataz, segundo y tercero.
Herrera comenta que hay una capataz mujer, se llama Petra Rafaela González, y su función es organizar a los niños para que no los pisen durante el baile. Las mujeres también se encargan de hacer la comida.
Este diablo danzante recordó un decreto que les prohibió a las mujeres bailar porque, al tratarse de un ritual de santificación, el hecho de que las mujeres participaran en la danza podría ser un elemento "distractor".
Las máscaras se hacen en bocetos, las figuras son libres, se representan caballos, vacas, brujas, duendes, perros, dragones, elaborados en arcilla y papel con agua y almidón.
Como las máscaras son muy buscadas por los visitantes como recuerdo de su estadía, los artesanos locales fabrican algunas especiales para la venta.
"Hay artesanos muy buenos como Juan Morgado y Manuel Sanoja. Ellos también son promeseros", dice Herrera.
La máscara se cambia anualmente, dependiendo de la promesa hecha. Casi siempre reposan como tesoros junto a los trajes en algún lugar de la casa de los diablos.
"Un año vendí la máscara y me robaron las herramientas que tenía en el carro. Lo que había ganado con su venta, lo gasté reponiendo lo del robo", cuenta Ernesto, y destaca el carácter sagrado de todo lo relacionado con la danza de diablos.
También recordó que en 2009 no pudo danzar por no haber preparado su traje, y un niño de nueve años le quemó el carro sin querer, "al Santísimo hay que hacerle las cosas como se las prometes", agrega.
Los momentos del ritual
El miércoles al mediodía le piden permiso al párroco para salir el jueves de Corpus Cristi, si no lo autoriza, no pueden salir a danzar.
La hermandad hace una oración antes de comenzar y va tempranito al cementerio para homenajear a sus muertos.
Van danzando al son del repique de la caja hasta la iglesia, allí se quedan afuera hasta que el toque se detiene repentinamente anunciando el momento de rendir y pagar, dejan de bailar y se arodillan con la cabeza baja en señal de respeto ante el Santísimo, y sale el sacerdote a bendecirlos.
En la elevación, los danzantes se ponen de pie en actitud alerta como si fueran a bailar y se dejan caer al suelo de nuevo, esto simboliza la rendición del "maligno" ante la imagen sagrada. Acto seguido, los nuevos promeseros danzan uno por uno hacia el sacerdote, quien les va preguntando las razones y tiempo de duración de su promesa, hacen un juramento ante el cura y se marchan a visitar las casas de personas enfermas para bendecirlas y propagar el bien por el pueblo.
El sonido de las campanas de la iglesia al final de la tarde, anuncia que terminó el ritual. La hermandad de diablos se dispersa con la tranquilidad de haber reunido los méritos para tener un año tranquilo por haber rendido lo malo ante el Santísimo Sacramento.
AVN/Escuela Bolivariana del Poder Popular
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